La periodista Lorea Madina evoca aquella inquietante atmósfera, una amalgama de canícula veraniega y de una ominosa amenaza, que había convertido las calles de Ermua en la mismísima antesala del infierno. "Recuerdo la gente sentada por las esquinas, llorando, con un calor que no se podía ni soportar. No sé si era de la propia atmósfera que vivía el pueblo, de asfixia, de no creerse lo que pasaba; como cuando entras en la habitación de un enfermo y tienes una sensación de ahogo, pero trasladada a todo un pueblo". Curiosamente, al también periodista Álvaro López Goicoechea le viene a la cabeza la misma imagen, la del "intensísimo calor, el día plomizo" que aplastaba los ánimos de los ermuarras el día en que ETA le descerrajó dos tiros en la cabeza al concejal del PP Miguel Ángel Blanco, tras 48 horas de angustioso secuestro, del que mañana se cumplen quince años.
El joven de 29 años no fue la primera víctima mortal de la organización armada ni sería la última, pero su secuestro y posterior asesinato supuso un punto de inflexión en la movilización ciudadana contra el terrorismo, que traspasó fronteras, como reconoce el periodista austriaco Josef Manola. "Fue tal el impacto que se trató de la primera ocasión en que me pidieron en Austria una explicación, un análisis de lo que estaba pasando en el País Vasco, cosa rara cuando se trata de fenómenos terroristas en otros países. Sin duda fue un antes y un después".
Y es que el antes, lo que estaba ocurriendo en aquellas fechas, da una magnitud de la avalancha de acontecimientos relacionados con la violencia que se agolpaban en las páginas de los periódicos. Apenas diez días atrás, ETA liberaba al empresario Cosme Delclaux de su cautiverio y la Guardia Civil sacaba al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara del zulo en el que malvivió durante 532 días.
sentencia anticipada Lorea Madina era la corresponsal de DEIA y de Radio Euskadi en la zona y había cubierto en aquellas fechas las dos liberaciones, en Elorrio y Arrasate. La tarde del 10 de julio de 1997 ETA secuestraba a Miguel Ángel Blanco, por entonces un concejal desconocido del PP en Ermua, en la estación de tren de su localidad cuando se dirigía a su trabajo en Eibar. A cambio de su liberación, la organización armada exigió el traslado en menos de 48 horas de todos los presos políticos a Euskal Herria. De lo contrario, matarían a Miguel Ángel.
Lorea llegó a Ermua de noche y ya no se movió de allí durante muchos días, a excepción de las horas, pocas, en las que volvía a casa para dormir. Desde el principio las esperanzas eran casi nulas. El Gobierno del PP tuvo muy claro desde el principio que no cedería al chantaje y todos los partidos políticos, a excepción de Herri Batasuna, cerraron filas. La única e improbable expectativa estaba depositada en las líneas de investigación policial para tratar de liberarle.
Como periodista especializada en información local, la labor fundamental de Lorea Madina estuvo en las calles de Ermua. "Contaba lo que sentía la gente a pie de calle". Y en aquellos momentos dramáticos "los ermuarras estaban pasados de vueltas. Veía a los chicos de la Cruz Roja llorando y yo me decía pero si no le conocen. Es que fue un revulsivo para todos; conocieran o no a Miguel Ángel, todo el pueblo salió a la calle".
Una imagen indeleble surca los recuerdos de todos los que vivieron aquellos instantes: la de miles de ermuarras manifestándose por las calles, en las vigilias toda la noche, clamando por la liberación de su joven convecino. Y no solo en la localidad vizcaina. Como una mancha de aceite, miles, millones de personas, en Euskal Herria y en el Estado, ocuparon las calles y reclamaron lo que parecía imposible, en un gesto sin precedentes en la historia criminal de la organización armada. Josef Manola, corresponsal durante los últimos veinte años en Madrid de la ORF, la radiotelevisión pública austriaca, se atreve a asemejar el impacto que tuvieron las movilizaciones por Miguel Ángel Blanco únicamente a los atentados del 11-M .
sentimiento popular Por mucho que luego se ha tergiversado lo que se vino en denominar el espíritu de Ermua, Lorea Madina recuerda aquellas continuas manifestaciones durante dos días seguidos como "un movimiento que nació del corazón del pueblo. Nadie lo organizaba y nadie decidía. Aquello no era algo político, era algo popular: gentes, sentimiento, corazón, lo que estaban viviendo, pidiendo, sollozando. Con el tiempo, a muchos habitantes del Ermua les ha pesado que hayan querido politizar ese sentimiento que les nació del alma".
El viernes 11 de julio la tensión seguía in crescendo. Álvaro López Goicoechea, que por entonces cubría para Televisión Española la información política en Gasteiz, acudió a la lectura del primer comunicado de los integrantes de la Mesa de Ajuria Enea y a la primera manifestación multitudinaria en la capital alavesa, mientras se sucedían los llamamientos a la liberación de Miguel Ángel desde la Unión Europea y el Papa, y los ofrecimientos de la Iglesia para una mediación de urgencia.
Ermua seguía siendo un polvorín a punto de estallar. Lorea Madina rememora una de aquellas manifestaciones, en las que Totorika puso a miles de personas a andar para rebajar la tensión. "Ahí el alcalde estuvo fantástico, dio una lección de saber dirigir un pueblo y supo canalizar la rabia a través de las manifestaciones por las calles. Se intentó atacar la herriko taberna y él logró canalizar todo ese despropósito para que las cosas se hicieran con calma. ¿Sabes lo que es tener a cinco mil tíos debajo de tu balcón diciendo vamos a linchar a los de la izquierda aber-tzale?"
Las circunstancias también provocaron situaciones "surrealistas" como cuando Lorea, informando en directo para la radio desde el centro de una manifestación, vio como esta se paraba para escuchar sus propias palabras, que salían desde la radio de un vehículo: "Tenían sed de saber lo que estaban contando de Ermua".
clamor desoído Y llegó el día fatídico. El sábado día 12, sin pistas sobre el paradero del concejal secuestrado y a contrarreloj, una marea humana invadió las calles de Bilbao, en lo que fue la manifestación más multitudinaria vista nunca en Euskal Herria. Después de la retransmisión de la marcha, a Álvaro López Goicoechea le enviaron a Ermua, previendo lo peor. "Me ha tocado vivir momentos fuertes en mi vida profesional -relata el ahora corresponsal de TVE en Bruselas-. Pero la particularidad de lo que ocurrió con Miguel Ángel es que todo el mundo sabía que había una condena de muerte contra un chaval de veintipico años que se iba a cumplir a las cuatro de la tarde. Eso sobrecogió de manera especial a mucha gente". Allí estaba Álvaro, en la balconada del Ayuntamiento de Ermua, poco después de saberse que se había encontrado el cuerpo malherido de Miguel Ángel en las inmediaciones de Lasarte. Totorika tuvo que anunciar la mala noticia a las miles de personas que se congregaban en el lugar. La imagen era "tremenda" y la indignación creciente. Con "buen tino", el alcalde volvió a montar una manifestación para aplacar los ánimos, rememora el periodista gasteiztarra.
"Fue en aquellos días cuando ETA pierde la calle, cuando unos ertzainas se quitan el verduguillo entre los aplausos de los ciudadanos de a pie en Donostia, cuando gente antagónica de HB protege las herriko tabernas para que no les asalte la gente".
De madrugada llegó la confirmación de la muerte del joven edil. Era el desenlace de la crónica de una muerte anunciada. "Nunca se me olvidarán el rostro de los padres de Miguel Ángel. Les cayeron encima cuarenta años de golpe", resume Lorea Madina.
La capilla ardiente, los funerales, las muestras de dolor e innumerables movilizaciones siguieron a aquellas sobrecogedoras jornadas. Todavía resonaban las palabras del entonces lehendakari, José Antonio Ardanza, hablando a la multitud a las puertas de Ajuria Enea, en las que recordó que ni siquiera el dictador Franco se atrevió a ejecutar a los militantes de ETA condenados a muerte en el Proceso de Burgos.