jOSEBA Koldobika de Zamalloa fue cura y trabajador de DEIA durante muchos años. Aunque sólo estuvo una vez con el lehendakari Aguirre, la reunión mantenida con él en París le marcó profundamente. "Conocí al lehendakari José Antonio de Aguirre en un encuentro buscado y deseado. Yo volvía de Bélgica de la boda de un hijo de Justo Zabala, quien había sido alcalde de Getxo, llegué a París y fui a visitar al lehendakari Aguirre pocos días antes de su fallecimiento. El encuentro fue en la calle Singer, donde estaba la Delegación del Gobierno vasco. Tenía su imagen en mi memoria de cuando mi padre me llevó a Bilbao para ver el edificio del Gobierno vasco, que estaba en el Hotel Carlton. En París me encontré con una persona que quería a su pueblo, un hombre que se mantenía fiel a su pueblo y a la responsabilidad que había adquirido. Recuerdo que me dijo una frase que me quedó grabada: "perdimos la guerra, pero no perdimos la razón". Me cautivó su serenidad", señala.
En aquella conversación, Zamalloa asegura que también se habló de una organización que había nacido meses antes, ETA. "Hablamos de aquellos jóvenes, ya que yo tenía contactos con fundadores de ETA como eran José María Benito del Valle, Julen Madariaga o José Manuel Agirre, al que yo casé. El lehendakari me dijo que estaba muy atento a los jóvenes que querían luchar contra el franquismo y que había una persona que estaba al corriente de lo que hacía la juventud, Xabier Landaburu".
De vuelta a Getxo, Joseba Koldobika Zamalloa, coadjunto de la parroquia de Santa María de Getxo, se encontró con la muerte repentina de Aguirre. "Me sorprendió la noticia. Apenas unos días antes había estado con un hombre vivo y viviente".
Joseba Koldobika de Zamalloa emprendió el viaje a Donibane Lohizune. "En un coche pequeño, y casi de forma clandestina, tomamos dirección a Donibane Lohizune. En la muga con Iparralde, en esa frontera artificial que nos quisieron imponer, me encontré y tuve la oportunidad de saludar a Piru Gainza, jugador del Athletic, que también iba al funeral del lehendakari", recuerda.
El cadáver del lehendakari Aguirre se instaló en la casa de Telesforo Monzón y Zamalloa rememora el hecho de que "allí estaban todos. Recuerdo que a la puerta de la casa se encontraba Julen Madariaga, lo que da idea de lo que conmocionó a todo el mundo".
En el cementerio de Donibane llovía a mares y Zamalloa señala que "el lehendakari Leizaola juró su cargo ante el cadáver de Aguirre y con una bandeja que tenía tierra traída de Gernika. Llovía tanto que el lehendakari hizo su juramento cobijado bajo el paraguas de Serafín Esnaola, otro sacerdote que ofició el funeral. Fue mucha gente, y eso que no era nada fácil desplazarse porque la persecución era latente".
A su regreso a Getxo, Zamalloa ofició un funeral en memoria de José Antonio de Aguirre el 1 de mayo de 1960. "Recuerdo muy bien las gestiones que hice con abertzales de un sitio y otro. Las misas por Aguirre estaban prohibidas y comencé la homilía diciendo: "la iglesia tiene que ser el único reducto donde no se tema a la palabra libertad"", asegura Zamalloa.
IÑAKI Durañona es hermano de José Antonio, quien fuera secretario del lehendakari Aguirre, y recuerda que "cuando se produjo el fallecimiento de Aguirre yo estaba en Donibane y nos avisaron desde París. Mi hermano José Antonio, que ya ha muerto, fue uno de los encargados de organizar el funeral. Cuando trajeron el cadáver de París, a la casa de Telesforo Monzón, se hizo vela toda la noche en grupos que nos íbamos relevando cada hora".
Iñaki Durañona echa mano de la memoria para recordar cómo era el lehendakari José Antonio de Aguirre. "Tengo un gran recuerdo de él, ya que tuve el honor de ser un modesto colaborador suyo. Los veranos en que venía a Donibane, a la casa de su madre entre los años 45 y 50, yo estaba con Joseba Alzola en Euskadi Irratia y me pidió que fuera por las mañanas a casa del lehendakari. Me dictaba la correspondencia, sobre todo para las delegaciones americanas, e incluso me dictó algunos capítulos del libro que estaba haciendo sobre la historia de Euskadi. El recuerdo que tengo de aquella persona es excepcional. Un hombre amable, al que nunca le vi enfadado. Si te equivocabas en alguna cosa, jamás te hacía un reproche. La muerte prematura del lehendakari Aguirre fue lo peor después de la guerra".
Para Iñaki Durañona, el carisma de Aguirre podía haber hecho cambiar el rumbo de la historia de Euskadi. "Personalmente creo que el futuro de Euskadi, sobre todo la evolución de ETA, no hubiera sido igual en el año 75, cuando murió Franco, si Aguirre hubiera estado con vida. No hay que olvidar que incluso recibió en París a los fundadores de ETA, Julen Madariaga, Txillardegi y compañía. Quizá aquel carisma que tenía hubiera podido influir en los dirigentes de entonces de ETA. Pero es una opinión muy personal".
Durañona recuerda cómo se produjo el relevo de Aguirre por parte de Leizaola. "Intervino inmediatamente Ajuriagerra y los burukides del partido. Tuvieron una reunión en la oficina de mi hermano y desde el primer momento se decidió que Leizaola iba a ser el lehendakari. Lo que ocurre es que Leizaola, siendo una bellísima persona, tenía un carácter muy diferente al carácter del lehendakari Aguirre y posiblemente por eso la muerte de éste causó en muchos una pequeña sensación de orfandad".