La forja de la tormenta del Cuatro y Medio
Paco Caballero, formador de Peio Etxeberria desde niño en el club de Uharte, y Miguel Muntión, entrenador de Javier Zabala a partir de que despuntara en aficionados, definen a los dos finalistas del Cuatro y Medio que se enfrentan este domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao
Mientras Peio Etxeberria y Javier Zabala apuran los pocos días que les quedan hasta la final del Cuatro y Medio de este domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao, Paco Caballero, formador del navarro desde los siete años en el club de Uharte –y “un segundo padre”, tal y como revela el manista–, y Miguel Muntión, entrenador del riojano, analizan a unos pupilos que han “trabajado mucho” para llegar al lugar en el que están. Las horas de frontón forjan la tormenta de dos pelotaris llamados a tocar la puerta del cielo manista.
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Paco Caballero: “Peio llegó a Uharte con 7 u 8 años y ya era pelotari”
Paco Caballero se encontró en el camino de Peio Etxeberria cuando este tenía “siete u ocho años”. “Vino tan pequeño al club de Uharte porque el de su pueblo se había extinguido y los chavales se buscaron la vida como pudieron”, explica el técnico. Hay 22,6 kilómetros de distancia entre Zenotz y Uharte, que se hace en una media de 25 minutos en coche. “Si no podía, le traíamos o le llevábamos unos u otros”, rememora Caballero.
“Etxeberria ha llegado a donde está porque se lo ha trabajado en todos los ámbitos”
Cuando apareció Etxeberria, ya era “un pelotari en pequeño”. “Traía tacos y jugaba mucho. Lo recuerdo perfectamente. Tenía muchas horas de vuelo, porque tenía el frontón a la puerta de su casa, era como una extensión de su hogar. Ese tiempo de más en el frontón se nota mucho”, reflexiona Paco, que ha tenido bajo su tutela a pelotaris actuales como Unai Laso o Julen Martija y grandes aficionados como Garralda, Yoldi o Linzoain. “Cuando te llega un chavalito, enseguida ves si es pelotari o no. Te llama la atención tanto la afición como las horas que mete en la cancha. Son chicos que tienes que echar del frontón, mientras que otros no dejan de mirar el reloj”, advierte Caballero. El delantero de Zenotz era uno de los primeros.
La afición de Peio Etxeberria
El navarro reflexiona que Peio tenía una virtud principal y estaba en su “afición”. “Se levantaba temprano para ayudar con el ganado en casa, luego iba a Salesianos, volvía a comer y arreglaba la cuadra y después a entrenar. Si eso no es sacrificio, que venga Dios y lo vea”, admite Caballero.
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Recuerda que el fallecimiento del aita de Peio condicionó su camino formativo por las necesidades laborales familiares. Paco le sugirió que no firmara ningún precontrato con las empresas manistas para que no tuviera más presión encima. “Si andas bien, te llamarán”, le insinuó. Acertó. Recibió oferta de las dos a la vez y se decantó por Aspe.
En su etapa en Uharte, Caballero, ante el ramillete de manistas que tenía, tuvo que “repartir partidos”. “Peio jamás me dio un problema. Era un chico serio, callado y encantado de venir con nosotros. Me dio todas las facilidades del mundo. Cuando pasó lo de su padre, me comprometí a llevarle a todos los sitios, para que tuviera las mismas oportunidades que los demás”, ratifica Paco. Así se alimentó una relación estrecha que sigue hoy en día, más profunda que la de un entrenador y un muchacho. “Montaba en el coche y no le decía ni a dónde íbamos a jugar: a Lezama, Zaldibar, Idiazabal...”, reseña el de Uharte.
“Etxeberria ha llegado hasta donde lo ha hecho a base de trabajar en todos los ámbitos. Había veces que se bloqueaba y perdía, pero está madurando y se controla más. Será una final dura entre dos pelotaris con dos zurdas terribles”, finaliza Caballero.
Miguel Muntión: “Llevaba 50 pelotas a cada ensayo con Zabala”
“Tengo una relación muy buena con Fernando Vidarte y me dedicaba a ver muchos partidos. Apareció un chico con una zurda distinta y que le daba muy fuerte”, rememora Miguel Muntión, expelotari y que fue uno de los creadores de Aspe, así como técnico e intendente de la empresa. Ese muchacho era Javier Zabala y tenía 16 años. “Le empecé a seguir para ver cómo evolucionaba y ganó dos oros mundiales mano a mano. Llegó el momento de dar el salto y nuestra relación se estrechó”, estima el riojano, que pasó a llevar el apartado técnico de Javier.
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“Javier le sacaba un 25% de rendimiento a la zurda y lo equilibraba con su diestra, más técnica”
“Era un pelotari que sabía darle a la pelota, pero que no sabía jugar. Era todo potencia y se le quedaban muchos golpes por el camino. Hemos tenido también un trabajo físico muy importante. Calculo que ha cogido ocho o diez kilos desde que debutó en 2019”, define Muntión. En esos instantes, el tajo en frontón consistía en “asimilar el juego de profesionales”.
Mucho trabajo en la sombra
“Le ha costado, porque le ha venido la mejoría a través del músculo y de creer en sí mismo”, explica Miguel. “Su zurda es potente, pero le sacaba un 25% de rendimiento, y lo equilibraba con su diestra, más técnica”, evoca el exprofesional.
El de Tricio recuerda que los primeros partidos de Javier duraba más de una hora y acababan muy igualados. “Le dije que tenía que evolucionar los remates para durar más tiempo arriba. Ha ido sacando poco a poco todo lo que hemos ido trabajando, llegando al punto de explotar ahora”, desbroza Muntión. La clave era convertirle en un pelotari imprevisible y con oficio. La base ha sido la repetición. “Cada ensayo era con medio centenar de pelotas. Hemos pasado muchas horas en el frontón”, recita. Eso sí, Zabala aún tiene “capacidad de mejora” y está superándose “con el cardio y la resistencia”.
