EN aquel tanto, que no era uno cualquiera sino el 13-14, a orillas de la remontada, Jokin Altuna estaba en ultratumba. Hasta allí le había llevado el desatado oleaje de Aimar Olaizola atizándole de babor a estribor y de arriba a abajo y él embraguetado en la resistencia. Era uno entre los más hermosos tantos de la tarde y parecía que el viejo catedrático, que subía desde el ocho en los cartones y ya estaba en el trece, olía la sangre de la presa. Las apuestas hervían en el caldero. ¡Voltereta, voltereta!, intuían los más audaces. Solo hubiese faltado eso entonces: que Jokin Altuna, tras cazar, entre fatigas, aquella pelota al vuelo y estrellarla contra la pared izquierda para sacarse de su prodigiosa derecha un dos paredes digno de francotirador, hubiese dado un volatín. No se sabía entonces pero se supo poco después: era el tanto de la guillotina. A partir de ahí, Jokin jugó con pies alados y Aimar con pies de plomo. Le pesaba en la cabeza lo inútil de aquel esfuerzo y a partir de entonces el 1-8 sentenció.

La igualdad estaba cantada en las apuestas previas y en los corrillos de los minutos anteriores, en un frontón que hervía. A vista de pájaro, se diría que los pelotazales de cierta edad anhelaban la gesta del último mohicano, allá donde bullía la sangre de la juventud jaleaban a la nueva esperanza. En ese duelo de generaciones estábamos, cuando apareció en el horizonte Lorenzo Juarros, y una voz forofogoitia del Athletic, por aquello de la vieja ley de los equilibrios, lanzó el reto: busque usted a Berizzo. No di con él.

Quien sí apareció fue el alpinista Alex Txikon. Llegó acompañado por Leire Arambarri, Antonio Ibargüengoitia, guardián del Eneperi, y Fernando Erezuma. Fue uno entre miles, porque a la cita, que rompió, de reventona, la caja de caudales -no había entradas desde días atrás...- asistieron miradas autorizadas como las de Bingen Zupiria, Estefanía Beltrán de Heredia, Pedro Mari Azpiazu, Unai Rementeria, Uxue Barcos, Juan Mari Aburto y Lorea Bilbao, entre otras; el alcalde de Amezketa (¡cómo lo habrá celebrado, al igual que Joxean Tolosa, otro hijo del pueblo que tocó la gloria con sus manos!), Iñaki Arambarri, Karmelo Kortabitarte, Jordi Albareda, ideólogo del First Saturday; Andoni Ortuzar, presidente del EBB; Jon Ortuzar; el variopinto grupo formado por el viejo león Juan Zaldua, el sastre Juan Antonio Vela y el rey del D. O. Bilbao, Natxo Monge; Asier Atutxa, o Alex Sardui, cantante de Gatibu, entre otros.

Sentenciado el partido que se despegó de la igualdad a partir del tanto descrito, a Saioa Lekumberri le escuché decir -y me puse nervioso al oírla, yo confieso...- que los centímetros sí que importan, “vaya que si importan”. Alivió mi sofocón una voz anónima de una seguidor de Aimar al que escuché decir que Jokin ha jugado con ojo de lince, siempre ajustándose a la txapa. A esas medidas se refería. Lo vieron de cerca, y darán fe de lo que digo, gente como Amaia Guisasola, Kepa Peñagarikano, Iñaki Iza, Julen Urrezola, Ander Aretxabaleta, Pablo Berasaluze, Aitor Mendizabal, Miguel Merino, Ander Errandonea, Marcos Muro, quien saludó a Karlos Arguiñano, Andoni Santa Olalla, Patxi Eugi, José Antonio Balanza, Gorostiza, Jokin Errazti, Juan Mari Juaristi, Atano XIII, Iñaki Gorostiza y así toda una legión de nombres propios que vivieron las dos tardes de ayer: la emotiva de los comienzos y la desbordante de los finales.

De todo cuanto sucedió podrán preguntarles a los testigos, si quieren saber más. Entre ellos se encontraban, además de los citados, el emisario de La Caixa, Kepa Badiola, Ladis Galarza, quien a a la postre impondría la txapela a Jokin Altuna, Ana Lekue, Juanjo Ortiz, Carlos García, Óscar Marín, Imanol Agirre, Luis Martitegi, Andoni Irazusta, Mikel Aramburu, de raíces txuriurdin, Ainhoa Gorostiza, Nerea Martín, Juan Carlos Mendizabal y un buen número de pelotazales que vieron cómo llega un nuevo tiempo, los días en los que la juventud de los bachilleres den lecciones a los catedráticos. De vez en cuando ocurre.