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Acribillado en la frontera

El dinero corrió loco de un bolsillo a otro en una tarde de tensa emoción en la que la cabeza de Mikel Urrutikoetxea, ¿un punto bloqueada? acabó estrellándose contra el corazón de Jokin Altura en una final electrificada

Acribillado en la frontera

ASÍ cayó el último campeón vizcaino de la jaula, Mikel Urrutikoetxea; acribillado en la frontera cuando, a trancas y barrancas, había peleado por huir de tierra hostil, condenado a ese fuego cruzado al que le sometió Jokin Altuna, un valiente rayando en la osadía que se lanzó a por cada pelota (es literal la expresión: voló no menos de una docena de ocasiones para devolver del ancho pelotazos inverosímiles...) como si fuese la liebre a la que acosa el galgo en el canódromo. El joven Jokin, irreverente, hizo caso omiso a las prudentes palabras del dinero, a la desesperación, en ciertas ocasiones, de su botillero, Saralegi, a los negros augurios de los brujos, sustentados a la estadística y acabó cazándole a Urruti en la última valla, con el 21-21 en los cartones y el saque en manos del hombre de Zaratamo. Fue, al fin y al cabo, la victoria de la fe ciega del corazón (¿podrá jugar mejor en su vida Jokin...?, es la pregunta) sobre la razón cartesiana de Mikel Urrutikoetxea (es seguro que él tendrá mejores tardes...), por momentos incómodo frente a tanto vendaval desatado. Ni con la cabeza serena -aquella contravolea al contrapié que cortó en seco un arrebato de Jokin fue ejemplo de sangre fría...- ni con el poder de su pegada, en ocasiones martillo de Thor y en otras precipitada porque Jokin, El gato, era un felino en estado puro. Nada le fue suficiente para frenar a Jokin, a quien le cantaron un par de veces el gori gori (sobre todo en el 18-16 y saque a favor de Urruti...), antes de que él dijese la última palabra: aquí estoy, el resucitado.

Corrió tanto el dinero en la tarde, con tanta alegría, que uno sospecha que José Ignacio Goirigolzarri, presente en la tarde,tuvo la tentación de abrir allí mismo, en el frontón Bizkaia, una sucursal para recaudar fondos. Las cebras de los rumores decían que le habían visto, de vísperas, cenando en el Zarate. Por discreción, al verle de lejos a Sergio Zarate en el frontón esquivé la tentación de preguntar y opté por no acercarme. Lo cierto es que el partido había despertado expectación y en el frontón lo mismo se saludaban dos txapelas de la cocina como Karlos Arguiñano y Ramón Roteta, que lo hacían José Mari Arrate y Mitxel Duñabeitia; unos metros más allá cruzaba Asier Atutxa con un buen puñado de amigos y Andoni Ortuzar seguía de cerca un partido propio de desfribiladores. En espera del día redondo, en las gradas floreaban un sinfín de camisetas del Athletic, es cierto. Pero también lo es que la figura de Altuna Corazón de León arrastró a una legión de guipuzcoanos. A Jokin no le incomodaba el paisaje. No en vano, ya txapeldun abrazaba a un niño vestido con la camiseta deIñaki Williams. El pelotari es athleticzale a muerte.

Entre un ¡venga, vamos! y un ¡aurrera! de cada una de las aficiones, el partido pareció, por momentos, un cruce de guantes entre dos pesos pesados, con polémicas incluidas. Por una estorbada, por un descanso, por una pelota al brazo; por tantos nervios.... Testigos de todo ello fueron el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto (compartieron palco, entre otros, con una delegación del deporte canario, una suerte de herri kirolak a la isleña...); la consejera Arantxa Tapia,Ana Otadui, Covadonga Aldamiz-Echevarri, Lorea Bilbao, Jon Redondo, director de Deportes del Gobierno vasco; Aitor Rekalde, el ciclista Iker Camaño, Mitxel Olarreaga; Iker López y Hugo Iglesias, equipo cercano de Mikel, Andoni Aretxabaleta, Iñaki Artola, Koldo Narbaiza, José María Agirre, José Aya Zulaika, Jon Ortuzar, Kepa Badiola, Juan Carlos Ercoreca y cientos de aficionados.