Fue una final del Manomanista con muchos tantos durísimos, muy peloteada y complicada. Tenía muchas esperanzas de que mi hermano Aimar podía llevarse la txapela si restaba bien durante todo el envite. Él hizo mucho daño con el saque, llegando a una cifra nada desdeñable de seis primeros servicios. Y luego, cuando Juan Martínez de Irujo pudo tener la iniciativa en el partido, Aimar defendió de manera increíble, porque físicamente está bien, y su adversario no estuvo acertado a la hora de terminar el tanto. Cuando tienes a Olaizola II delante y no aciertas a la hora de terminar el tanto, a la mínima oportunidad que tiene te la clava y eso es lo que pasó en esta final. Aprovechó sus oportunidades para ganar.
Cada txapela que se consigue en el mundo de la pelota siempre tiene un sabor especial. Aimar ya quedó campeón el año pasado, pero si este año hubiese perdido, aquella de 2012 que ganó contra el mismo rival, por el mismo resultado y en el mismo escenario ya estaría olvidada, sería algo del pasado. La que cuenta siempre es la que está en juego. Ya tiene una más, vestirá todo el curso de colorado y el año que viene habrá que luchar por otra si se puede.
Decíamos que había que jugar un partido perfecto para llevarse esta final del Manomanista y yo creo que así fue. Hubo una dejada que hizo al ancho que se le fue abajo y una parada en la que se vendió, pero en el resto del encuentro yo creo que estuvo perfecto. Cuando tuvo que defender, defendió, y las oportunidades que tenía para terminar el tanto las aprovechó muy bien. Zorionak Aimar!