BILBAO. Abrochado de nuevo el invierno a la primavera, con nubes sobre Bilbao, dos figuras se esculpen enormes en las calles de la villa. Son Pablo Fusto y Wladimir Luján, finalistas del Mundial Individual de pala, que juegan hoy, a partir de las 18.15 horas en el frontón Bizkaia de Miribilla. Será un duro envite entre los americanos del cuadro de Innpala y una batalla de "bombarderos".
Hoy disputan la gran final, ¿qué esperan?
PABLO FUSTO: Yo espero ganar.
WLADIMIR LUJÁN: ¡Ya somos dos!
P.F.: Si sale un partido bueno y puedo ganar, claramente mejor.
W.L.: Tengo una idea de juego sobre la cancha preconcebida y la intención es que nos salga, por supuesto. Una cosa es la teoría y otra la práctica e intentaré ponerla en funcionamiento. La teoría del pelotazo en la cabeza a Pablo es buena (risas).
P.F.: Lo único que tendrás que practicar la puntería un poco.
W.L.: Más o menos apuntaré por la zona: por la cabeza o por la espalda (risas).
P.F.: Tienes siempre una idea de lo que quieres hacer, pero también depende de lo que el otro te deje hacer.
¿Cómo llegáis a este transcendente encuentro?
P.F.: Yo particularmente creo que bien. He ganado mis partidos y llego con confianza, eso no quiere decir que sea campeón, pero la confianza hace mucho. He jugado los partidos de menos a más y llego bien.
W.L.: Físicamente estoy bien y con los deberes hechos de haber aprendido bastante del primer partido de la eliminatoria. Creo que saqué mis conclusiones sobre qué fallé e intentaré no hacerlo. No es un precedente, pero está grabado, lo miras y te das cuenta de las cosas en las que te equivocas: creo que bajé en el segundo set contra Pablo la ofensiva y ese fue mi error más notorio.
P.F.: Yo también he visto el partido. Fue una paliza. Llevé el partido a mi terreno, el de pelotear mucho y no terminar el tanto rápido. Yo creo que defendí mejor, pero fue muy igualado.
W.L.: Fue sorprendente un tanto clave con una pelota pasada, que Pablo estaba con el cuerpo delante y el brazo atrás, como solo él sabe, porque es un grandísimo pelotari.
Y os enfrentáis los americanos del cuadro.
W.L.: Sí, como dijo Pablo, jugamos los negritos.
P.F.: Final de sudaquitas. En serio, creo que en este Mundial se ha visto que se ha impuesto una manera de jugar muy diferente a la tradicional.
W.L.: A mí me sorprendió, y en cierta manera agradezco, que Ibargarai haya quitado a Gaubeka del camino. Esteban es un hueso durísimo de roer.
¿En qué consiste esa manera diferente de jugar?
W.L.: Darle a brazo partido y con un gran abanico de posturas. Le damos tranquilamente desde arriba, desde abajo, de costado...
P.F.: Es un golpe más cortado, de arriba, la pelota coge otros efectos, más explosivos.
W.L.: También de muñeca. Esto es porque venimos de frontón corto. Pablo se ha curtido en una cancha de 30 metros y yo en una de 20. Entonces, es un juego que siempre vas al aire y sueles darle más bien del hombro hacia arriba, aguantando con la muñeca, para que salga la pelota de frontis y suelo y descoloca a los jugadores más tradicionales, de golpeo de péndulo. Somos rompedores.
Los dos llegan desde muy lejos, ¿les cambió la perspectiva al aterrizar en Bilbao?
W.L.: ¡Fíjese si me ha cambiado la perspectiva que llevo seis años casado, con una hija y viviendo aquí! Vine con la idea para acá de no abandonar nunca Cuba. Los primeros años iba cada seis meses, pero ahora voy una vez al año porque tengo una cría allí, pero soy prácticamente bilbaino. Tengo aquí todo: familia, perspectivas y futuro.
P.F.: De momento no tengo tantas responsabilidades como él, pero la vida sí que te cambia. Al principio, cuando llegas aquí parece que estás incómodo, que estás en un sitio que no es el tuyo, estás solo, perdido. Ahora voy a la Argentina y me siento que no estoy en mi sitio, que no estoy en mi casa. Estás más acostumbrado a estar aquí.
W.L.: Lo mismo me pasa a mí. Yo vengo de un país en el que hay una dictadura y me pasa lo mismo: voy al comunismo que es todo represión y aquí es todo libertad y me choca un montón. Es impresionante lo que siento en mi interior porque tengo ganas de estar allá con mi hija, pero también tengo ganas de volver aquí, a mi casa, a Bilbao.
¿En alguna ocasión sintieron desarraigo en Bilbao?
W.L.: La gente nos acogió muy bien. El público, más o menos, ya nos conocía y entramos sin problema. Te choca que llegas a un mundo en el que lo que prima es la apuesta, prácticamente éramos números, no pelotaris. Pero te adaptas. Venimos de ganar, ganar y ganar en el campo aficionado y aquí, en cierta manera, aprendes a perder. Todo depende de un intendente, un material, un compañero...
P.F.: En Argentina también hay apuestas, pero no es lo mismo que aquí. Pero cuesta adaptarse. De aficionado ganas nueve partidos de cada diez y lo normal, cuando pasas a profesional, es que ganes cinco y pierdas cinco.
W.L.: Si no algo mal está haciendo el intendente. A mí me gustaría hacerte una pregunta Pablito, ¿cuántos partidos has ganado al hilo?
P.F.: Seguidos fueron trece.
W.L.: Yo he ganado nueve desde la zaga aquí con estos monstruos y ya es una barbaridad.
P.F.: Trece es una hazaña total. Pero lo cierto es que fue al poco tiempo de llegar, que todavía no me habían cogido el punto y estaba en un momento en el que estaba subiendo el nivel. Después, empecé a perder y a ganar como todo el mundo.
W.L.: Recuerdo haber ganado nueve al hilo y ya es toda una gesta. Después te montan partidos que ni con una escopeta, pero sales a la cancha, lo das todo, sales lleno de pupas y, muchas veces, aunque pierdas sales con un buen sabor de boca.
P.F.: Además de rachas de ganar, seguro que he tenido de perder cinco o seis seguidos.
¿Es difícil adaptarse a la velocidad y la distancia?
W.L.: Poco a poco te vas haciendo a la distancia a la velocidad, a cómo entra la pelota en la pared y vas perdiendo el miedo a meter la cara, porque se te puede llevar algún diente (risas).
P.F.: Cuando sacan y me tengo que poner a bote pronto, metes allí el morro, cierra los ojos y metes el culo para dentro. Te resignas un poco y tienes que entrar, el botepronto parece fácil, pero... Mira lo que le pasó a Larrinaga.
W.L.: Te sale la pelota muy rápido, te va a la cara y ya no eres persona. Esta pelota no perdona, yo siempre digo que hay que estar loquillo para jugar a pala. A pala y a cesta, un pelotazo es mortal.
P.F.: Y jugar a pala con este como zaguero rival... ¡Hay que tener los huevos bien puestos! Los delanteros sabemos lo que digo y la pelota hace ruido cuando te pasa cerca.
W.L.: Como la turbina de un avión.
P.F.: El pelotazo no pasa nunca, pero el día que pegue rompe a alguien...
W.L.: No suele pasar y tiene peligro.
¿Han llegado a pasar miedo?
W.L.: Los delanteros han tenido que habérselas visto... La pelota pasa la pelota a un milímetro de la nariz y desde atrás, si eres tú el que le pegas, te asustas tanto, te da tanto pánico, que luego no puedes entrar al partido.
P.F.: Te da mal cuerpo. Te pasa cerca y luego tienes que volver a tu posición sin más, es mucha tensión. Estamos un poco locos, pero esa sensación de empalar bien una pelota no te la da nada en el mundo.