Es una seña de identidad propia de la Comunitat Valenciana", relata Begoña Castillo desde la Federación de Pilota Valenciana, que preside José Daniel Sanjuán. Desvela la federativa que "como la pelota vasca, la pelota valenciana se trata de un deporte que hay que proteger, puesto que tiene un componente cultural muy grande, aunque en los últimos años estamos trabajando para modernizarlo y promocionarlo para que no se pierda". Así las cosas, explicando las similitudes antropológicas de los dos deportes, primos lejanos, la especialidad valenciana, jugada siempre a mano, vive al abrigo de los trinketes, sobre todo, el frontón corto y la calle. "Es un deporte muy arraigado en los pueblos, pero que en las capitales no está terminando de cuajar. De todos modos, es una especialidad que está yendo cada día a más porque se está promocionando y de lo que se trata es que se renueve", manifiesta Castillo, que diagnostica que "tenemos 5.000 fichas federativas".

Y es que, enraizado a la añeja cultura valenciana, la pelota se ve muy unida a las tradiciones de la Comunitat, adoptando el valenciano como idioma base -va de bo! para abrir el duelo es una expresión vital- y sobre el que orbita la función cultural y deportiva del deporte. "Nuestra federación es una de las más antiguas del Estado, nos independizamos de la Española en el 85 y contamos como el primer ente federativo desde que está la democracia", manifiesta la federativa.

Analiza Begoña que las modalidades de pelota valenciana "son muchas y la mayoría se juegan en estilo directo, al contrario que las de pelota vasca, que son todas de modo indirecto". "Escala i corda y raspall son las modalidades más famosas, disputadas en trinkete, y en las únicas en las que hay pelotaris profesionales. Los más destacados son Álvaro, Genovés II -hijo del legendario Genovés I, el pelotari valenciano más importante de los últimos 30 años-, Soro III, Miguel, Fageca, Grau, Sarasol II, Dani, Waldo, Coeter, Moro... Sin embargo, de manera amateur se disputan las otras, en un frontón y de manera indirecta se disputan las modalidades de frontón y frare; mientras que en la calle se juegan llargues, galotxa, galotxetes, palma y perxa".

Desgrana Castillo que las máximas diferencias con las modalidades de Euskadi nacen con el propio juego: "La mayoría de nuestras especialidades se disputan con un juego directo, es decir, que se lanzan la pelota de unos a otros. Mientras que solamente tenemos la especialidad de frontón y frare en las que se golpea el cuero contra el frontis, desarrollando un juego indirecto". Y es que, como la escala i corda, modalidad reina, la mayoría de la pelota valenciana se disputa de forma parecida a la laxoa, al tenis o al voleibol, alejándola de la pelota vasca. Otra de las diferencias proviene del material. "Existen tres tipos de pelotas que varían según la modalidad que se dispute. Por un lado está la pelota de badana para las modalidades al carrer, cuyas características es que es más económica y no se gasta tanto. Para el trinkete jugamos con la pelota de vaqueta, hecha con un método artesanal muy complejo y piel de toro. Y para frontón está la pelota de tec, menos pesada que la vasca, de unos cincuenta y pocos gramos. Su nombre proviene del ruido que hace al rebotar contra las paredes", desvelan desde la federación de pelota valenciana. De este modo, con las raíces tan diferentes, "cuando se han organizado desafíos entre pelotaris valencianos y vascos se ha tenido que adecuar las pelotas. Se tienen que colocar cueros de 70 gramos para que se equiparen las fuerzas".

No obstante, en frontón, afirman los expertos que cambian también las posturas con las que se afronta el golpeo de la pelota. "En la pelota valenciana se usa mucho el aire", añade Begoña. Al tener que combatir de manera directa, el golpe de volea es esencial. Asimismo, "por las características del frontón, más corto, los pelotaris valencianos tienen que aprender a pegar de rebote", asimilando el golpe al de los zagueros puntistas.

protecciones con naipes Una de las circunstancias que hacen especial la pelota valenciana son las protecciones. "Tradicionalmente, debajo de los tacos, se colocaban naipes. Muchas veces elegían palos como las copas o los oros, porque buscaban eso: trofeos y premios por triunfar", desgrana Castillo, quien añade que "otro tipo de palos de la baraja no se colocaban los pelotaris porque les daba mal fario a la hora de jugar los partidos". Y esa tradición se ha mantenido a la largo de los años en la liturgia de protegerse los manos. "Las cosas ha evolucionado y muchos siguen manteniendo lo de los naipes. Sin embargo, se usan también tarjetas de crédito o placas de hierro", remata Begoña, quien afirma que "además, para el raspall, en el que los dedos sufren porque se raspan contra el suelo, "se colocan dedales, sujetos con algodón, para que cuando entren en calor y se hinchen no sufran".