Bryson DeChambeau conquistó por segunda vez el US Open en Pinehurst, una sede que respondió a las expectativas de dureza y provocó un final emocionante y sorprendente. El golfista californiano se convirtió en el segundo jugador adscrito al LIV Golf que gana un major tras el PGA Championship que se llevó Brooks Koepka el año pasado. Hizo lo que tocaba en el tramo final, aunque buena parte de su triunfo se lo debe a Rory McIlroy, que desperdició de mala manera la oportunidad de sumar otro grande diez años después. El norirlandés hizo tres bogeys en los últimos cuatro años, con dos putts de un metro fallado, pero DeChambeau tuvo que hacer una enorme sacada de bunker en el 18 para dejarse un último golpe sencillo y asegurar la victoria.

Cada major se plantea como un test para los jugadores de los dos circuitos que están en conflicto y, en ese sentido, el triunfo de El Científico es una pequeña batalla ganada por el elenco de los saudíes, también por la gran conexión que tuvo con el público de Pinehurst, que como la mayoría de los aficionados está dispuesto a perdonar a los rebeldes. DeChambeau es el jugador que mejor está llevando esa presión añadida y mantiene un alto nivel competitivo en sus apariciones fuera del LIV porque ya fue segundo en el PGA Championship y sexto en el Masters. Muchos de sus compañeros no pueden decir lo mismo y uno de ellos es Jon Rahm, al que el paso al LIV Golf no le ha sentado bien. El US Open lo ha tenido que ver desde casa por lesión y ya solo le queda The Open en Royal Troon para poner un buen final a este año de majors que para él está siendo fatídico, el peor desde que es profesional.

Por ese motivo, el barrikoztarra ha caído al noveno puesto del ranking mundial, algo que le preocupará mucho menos que tratar de recuperar su mejor nivel porque aún tiene margen para darle la vuelta a la temporada. Esta semana Rahm tiene que disputar la cita del LIV en Nashville, pero su presencia está en duda por sus problemas en el pie izquierdo. Su regreso puede ser aún prematuro o un arma de doble filo. Su necesidad de competir antes de un mes de julio muy apatecible es evidente, pero tampoco quiere correr riesgos con esa lesión más molesta que grave.

Un mes con varios retos

Entre el torneo de Tennessee y su siguiente compromiso en Valderrama, pasarán tres semanas para enlazar otras cuatro de obligado cumplimiento: el torneo gaditano, The Open, el LIV de Inglaterra y los Juegos de París. El US Open marcó el corte para la cita olímpica y Jon Rahm ya sabe que le acompañará su amigo y también estudiante en Arizona State, David Puig. El catalán también pertenece al LIV Golf, pero se ha trabajado el circuito asiático y eso le ha permitido desbancar por poco al extremeño Jorge Campillo, que fue quien ocupó en Tokio la plaza de Rahm cuando este no pudo jugar por culpa del covid.

Ahora el vizcaino anhela lograr una medalla olímpica en un campo que le trae buenos recuerdos, Le Golf National. Allí, al lado de Versalles, debutó en la Ryder Cup en 2018 y logró una recordada victoria en los individuales ante Tiger Woods. Para ello, tiene que aparecer la mejor versión de Jon Rahm, esa aura de estrella que se ha difuminado en los últimos meses y que solo ha aparecido en contadas ocasiones en el LIV, no las suficientes ni con la contundencia necesaria para sumar victorias. Lo que ha ocurrido ya no tienen remedio, pero queda medio año por delante para que el golfista de Barrika vuelva al plano de los triunfadores.