DESPUÉS de quedarse muy cerca en varias ocasiones, al fin Xander Schauffele pudo lograr en el PGA Championship su primer major. Valhalla fue durante toda la semana un campo propicio para sumar birdies y con el que logró en el 18 el jugador californiano deshizo la igualdad con Bryson DeChambeau para un total de 21 bajo par, el mejor registro en la historia de los majors. Schauffele, un competidor correoso, también había igualado el jueves el menor número de golpes en una vuelta en un major, con 62, y siempre estuvo al mando del torneo hasta rematar una victoria que se suma al oro olímpico que logró en Tokio.

La pelea por la victoria en el segundo grande del año tampoco contó esta vez con Jon Rahm. El líder en birdies logrados en lo que va de año en el LIV tuvo su peor actuación en un major desde el PGA Championship de 2019. En esta ocasión el mayor debe del barrikoztarra no ha estado en los greenes, sino desde el tee ya que solo pudo coger en dos días la mitad de las calles y eso en Valhalla se convierte en un obstáculo insalvable. Rahm había llegado al torneo satisfecho con su nivel de juego y su decepción fue grande porque no pudo reflejarlo en el campo de Kentucky.

La conclusión de que su rendimiento en los majors ha caído tras su salto al LIV Golf puede ser prematura quizás, pero resulta la más recurrente estos días porque es lo que diferencia al Rahm de antes de 2024 al de ahora. Tampoco debe ser casual que desde la aparición del circuito saudí solo uno de sus jugadores ha logrado imponerse en un major. Fue Brooks Koepka en el PGA Championship del año pasado. Antes del LIV, habían ganado DeChambeau, Phil Mickelson o Cameron Smith. Este último, como Dustin Johnson, han pasado desapercibidos también en las últimas grandes citas, lo que viene a cuestionar la competitividad del circuito impulsado por el dinero saudí.

En el caso de Rahm, hace un año llegó al PGA Championship de Oak Hill como número 1 del mundo y desde ayer es el seṕtimo, su peor posición desde el 11 de agosto de 2019. Y mientras no se produzca el acuerdo entre todas las partes para resolver el cisma existente, los jugadores del LIV van a seguir perdiendo posiciones, salvo que lo hagan muy bien en los majors o disputen el Asian Tour, donde sí son aceptados. Quizás el mayor problema para el golfista de Barrika es que su calendario ha quedado muy recortado y con ello su instinto competitivo. Por ejemplo, hasta el US Open el PGA Tour tiene programados tres torneos, uno de ellos el Memorial apadrinado por Jack Nicklaus que Rahm ganó una vez y otra se lo impidió el covid. En cambio, para él solo quedará la cita del LIV en Houston, tres vueltas ante 56 jugadores y sin corte.

Hasta ahora, Jon Rahm siempre había sido reacio a jugar la semana previa a los majors y este año lo va a tener que hacer en cada uno de ellos. Ya ha mostrado su deseo de jugar más torneos, pero de momento no puede. Le habría gustado disputar los torneos de la costa Oeste americana donde siempre ha brillado, pero está suspendido en el PGA Tour y en el DP World Tour le puede quedar la opción de mostrarse cuando acabe la campaña del LIV Golf a finales de agosto, pero tendrá que pagar cuantiosas multas para poder jugar. Todos estos elementos están en la balanza de estos primeros cinco meses del año en el que Rahm ha pasado de ser una referencia, un jugador al que los aficionados querían ver por su consistencia acompañada de golpes de genialidad a, de momento, uno más. El brillo pertenece a otros, aunque quizás todo puede cambiar cuando vuelva a saborear las mieles de la victoria.