Los Kansas City Chiefs y los San Francisco 49ers disputarán el próximo 11 de febrero en La Vegas la 38ª edición de la Super Bowl tras resultar vencedores en sus respectivas finales de conferencia ante los Baltimore Ravens (10-17) y los Detroit Lions (34-31), respectivamente. Se trata de la misma final de la NFL que aconteció en 2020 en Miami, resuelta en aquella ocasión a favor de los Chiefs, actuales campeones y que se disponen a jugar su cuarta Super Bowl en las últimas cinco campañas.

El conjunto liderado por Patrick Mahomes desde el puesto de quarterback y por Andy Reid desde el banquillo lo consigue después de una temporada regular en la que dejaron muchísimas dudas para mejorar considerablemente su rendimiento en las eliminatorias por el título jugando a domicilio, con una última víctima del nivel de los Ravens de Lamar Jackson, máximo candidato al galardón de MVP del curso, el principal favorito al título sobre el papel tras ser el mejor equipo de la campaña regular. Mahomes jugó un muy buen partido, con 241 yardas aéreas y 30 de 39 en pases, con uno de touchdown para su compinche favorito Travis Kelce para abrir el marcador, pero el factor diferencial radicó en la extraordinaria defensa de los Chiefs, que dejó sin anotar a Baltimore en el segundo y el tercer cuarto y le limitó a tres puntos en el último. Tras el 7-17 al descanso, la defensa de los Ravens logró controlar la ofensiva de los Chiefs, pero su ataque fue improductivo, con Jackson fuera de guión y L’Jarius Sneed provocando una pérdida de balón clave al brillante novato Zay Flowers a una yarda de la línea de anotación.

Por su parte, los 49ers tuvieron que sufrir hasta el último segundo para dejar en la cuneta a los irreverentes Detroit Lions, el equipo revelación de la temporada. Los de Dan Campbell llegaron al descanso con un clarísimo 7-24 a su favor tras tres touchdowns terrestres de Jameson Williams, David Montgomery y Jahmyr Gibbs. Pero tras la reanudación todo, incluso la fortuna, cambió de manera radical, con San Francisco activando a sus estrellas ofensivas –decisivo Brock Purdy tirando de carreras– para facturar un parcial abrumador de 27-0. Detroit se acercó a tres puntos a menos de un minuto del final, pero no hubo voltereta.