Bilbao - Se dispara el Gran Premio de Austria, novena estación para el tren mundialista. Se suceden insulsas las vueltas. 1, 2, 3... Llega el abrazo 69 al circuito Red Bull Ring de Spielberg: comienza la emoción de una carrera anodina hasta entonces; las tres últimas vueltas al trazado austríaco encienden un apagado espectáculo. Valtteri Bottas, hasta entonces dominador de la prueba desde su ventajosa pole, padecía de sus raídos neumáticos y se veía acechado por Sebastian Vettel, que por primera vez en toda la prueba se colocaba a distancia de DRS del mandato del finlandés. Detrás, en la pugna por el tercer cajón del podio, Daniel Ricciardo se defendía cual gato panza arriba de la amenaza de Lewis Hamilton, escalador en ascendencia desde la octava pintura de la parrilla de salida, penalizado con cinco plazas por la sustitución de la caja de cambios.
Hasta esas cruciales alturas, la carrera se desarrolló como una guerra fría, desde la distancia, sin balas. Estrategia sobre planos, preparación del terreno y los recursos a la espera de acontecimientos. Paciencia. Fe ciega en los programas informáticos, en los simuladores de carrera. Ese abanico de planificaciones, los diferentes augurios de los garajes, desembocaron en un final intenso. Bottas transmitía haber ganado la carrera mucho tiempo antes, y el podio parecía repartido para Vettel y Ricciardo, quienes apenas se vieron a lo largo de la carrera. Además, Raikkonen, que rodó en cuarta posición la mayor parte de la prueba, frustró una mayor remontada de Hamilton. El finlandés, tratando de proteger a su compañero Vettel, fue un muro de contención para el inglés.
Mucho antes, tan temprano como el ataque a la primera curva de la carrera, Daniil Kvyat se llevó por delante a Fernando Alonso, y este se estampó contra Max Verstappen. “Esto no son bolos”, denunciaba el asturiano, que abandonó igualmente que el joven holandés, que viaja con una cruz al hombro. Suma Mad Max cinco abandonos en las últimas siete citas del calendario. Para el ruso la sanción fue un drive through. En el apartado de bajas también figura el nombre de Carlos Sainz, retirado por avería en la vuelta 46.
“Hice la salida de mi vida”, se congratulaba Bottas, que fue objeto de investigación por sus tremendos reflejos en la salida. Así lo promovió Vettel, que reclamó el análisis. Pero el finlandés no se adelantó antes de tiempo y se cobró ya desde los primeros metros una ventaja que en apariencia era insalvable. “Al principio controlé muy bien el ritmo, pero luego las cosas se pusieron difíciles”, explicaría el vencedor, autor de la segunda victoria de la temporada y también de su trayectoria en la F-1. Si hay un apartado en el que Ferrari se está mostrando incuestionablemente superior a Mercedes esta temporada es en la gestión del consumo de los neumáticos. A esa baza se aferró Vettel para alcanzar a Bottas en las postrimerías.
Desde que Vettel pudo emplear el DRS, cuando restaban tres vueltas para ver la bandera ajedrezada, apenas pudo intimidar al líder en la última de ellas, subido por los pianos como rodaba, poniendo sobre el asfalto todas sus prestaciones. Pero el acoso fue tal que Bottas pudo hacer gala de su patria con su gélida sangre. No tembló el finlandés, muy a pesar de que Vettel aseguró que “con una vuelta más” hubiese entonado cánticos de gloria. “Necesitaba una vuelta más, una sola más”, lamentaba el líder del Mundial. Lo mismo pensaría Hamilton de su pugna con Ricciardo por la tercera plaza, decidida por un suspiro.
Sabor a victoria No obstante, Vettel, segundo ayer, pudo saborear su resultado cual triunfo, dado que aterrizó en Austria con catorce puntos de ventaja respecto a Hamilton y abandona Spielberg con veinte más que el inglés. “Está claro que prefiero ganar, pero, en cualquier caso, es un buen resultado”, expresaba Vettel. La otra cara era Hamilton. “Hemos perdido unos cuantos puntos. Es frustrante. He tenido problemas de equilibrio al final”, confesaba el inglés, que añadía: “Así que tercero es lo mejor que podía hacer, he ido tan rápido como he podido. Daniel también ha sido muy rápido”. El británico liquidó en cuarto lugar y Ricciardo, tercero, facturó su quinto podio en las cinco carreras más recientes. Una prueba de que Red Bull puede ejercer de juez en el debate por un campeonato en el que Hamilton ya ofrece una cara pesimista. “Dudo mucho de que la suerte cambie para la carrera de Gran Bretaña -próxima parada del Mundial-, pero si pasa, sería genial”, anticipó, víctima del reemplazo de la caja de cambios.