donostia - El montañero y navegante guipuzcoano ha añadido a aquel libro publicado en 1986 nuevos escritos bajo el título Mar de nubes y los presenta hoy en el Mendifilm Festival. Villar es autor también de ¡Eh Petrel! Cuaderno de un navegante solitario, que vio la luz en 1988, ya va por los 50.000 ejemplares vendidos y tiene su propia obra de teatro que representa Astrolabium Teatroa.

¿Es escritor, montañero, navegante, aventurero, o todo a la vez?

-Soy una mezcla de todo y nada. No soy un montañero al uso, no soy un navegante al uso porque soy muy terrícola, y no soy escritor. Voy y he ido muchas veces a andar con unos cuadernos en los que tomo apuntes y pinceladas, y a veces escribo un poema, pero no pretendo ser escritor. No tengo sus picardías y triquiñuelas. Al no ser escritor, a la gente le gusta bastante lo que he escrito.

Su vida ha sido muy nómada.

-Sí. Cuando era pequeño ya soñaba con viajar. En el prólogo del libro ya cuento que de niños hacíamos viajes imaginarios en casa. Mi padre nos sentaba en el sillón y nos decía: Vamos a viajar. Nos tapábamos con una manta a cuadros y nos preguntaba: ¿A dónde vamos hoy? Mi padre siempre quería ir al Tirol. Una persona que soñaba, que tenía seis hijos y que no podía viajar, decía pues nos vamos al Tirol. Viajábamos al Tirol, al desierto de Gobi, al Amazonas, a Manao...

¿Vivir a su manera le ha permitido ser dueño de su vida?

-Yo he tenido suerte de haber nacido donde he nacido y en el momento en el que he nacido. He podido elegir. He sido dueño de mi vida, pero es muy relativo porque a veces crees que llevas el timón de tu vida y no lo es tanto. Cuando eliges algo, dejas otra cosa. Si hubiese nacido en Bangladesh, Rumania, Siria o el Chad, igual hubiese sido otra cosa.

¿Qué necesita para ser feliz?

-Poca cosa, pero no nada. La miseria no sirve para ser feliz. La miseria es peor que el exceso. Ni los miserables ni los muy ricos son felices. Un director de banco forrado de pasta no es más feliz que yo.

A las excursiones lleva lo imprescindible.

-Sí, y además no hago concesiones al lujo. El lujo ya lo tenemos. Acabo de llevar a unos amigos andando desde Betelu a La Rioja por Urbasa, Lokiz... Hemos andando una semana entre bosques. Más lujo que eso no hay.

Dice en el libro que el Pirineo es el mejor lugar del mundo. ¿Lo sigue siendo ahora o ya no? El libro lo escribió hace treinta años.

-Han cambiado muchas cosas y se ha masificado alguna cumbre, pero no todas. Tú vas a una cumbre principal y está llena pero igual las cercanas están vacías. El mundo ha cambidado mucho también. En las escaladas que se hacen en Pirineos no se hace mucho más de lo que se hacía antes. El montañero, o es montañero de vía normal, o es escalador de vías extremas. Hace treinta años las escaladas clásicas del Pirineo eran vías como la del norte del Vignemale y no había nadie o casi nadie. La oeste del Dru la he hecho dos veces y nunca había nadie en las paredes. Éramos solo la pared y nosotros. Ahora puede haber diez cordadas en cada pared.

Un accidente en el monte le llevó a probar la navegación. ¿Le había atraído hasta entonces la mar?

-Era un sueño dormido. Pensaba: qué bonito tiene que ser navegar en un barquito pequeño, pescando, parando en islas.. Tuve un accidente en la arista del Peuterey, en el Montblanc, me partí la pierna, estuve dos días colgado en la pared con una fractura abierta (muestra su pierna todavía con las secuelas de aquel accidente) y me operaron varias veces. Estuve dos años de operaciones.

Entonces es cuando decide navegar.

-Sí, conseguí que me prestaran un barco y me marché.

Cuando zarpó de Barcelona, ¿era consciente de lo que iba a hacer?

-No. Pensé: Voy a ir hasta América. Pero llegué a América, y dije, vamos a ver las islas del Pacífico. Y así seguí.

¿Sabía de veleros, de navegación...?

-Nada de nada. No sabía nada. Me compré un sextante en Algeciras, unas tablas para navegación y embarqué. Mirando ejemplos conseguí descifrar cómo se navegaba, las alturas del sol, las estrellas, algún planeta.

Su barco, ‘Mistral’, está considerado aún uno de los más pequeños que ha dado la vuelta al mundo.

-Habrá habido más pequeños, pero hoy en día no tiene sentido porque por mi poco dinero te puedes comprar un buen barco.

Ha cruzado el Atlántico quince veces.

-Con el Mistral lo crucé tres. Llevaba muchos barcos al Caribe y otras veces los traía. El viaje de ida es fácil, pero el de vuelta puede ser más problemático. Alguien que no quería llevar el barco, me lo pedía a mí. No me gustaba que me metieran prisas. O voy tranquilo o no voy.

En su vuelta al mundo llegó a navegar con Marlon Brando.

-Yo trabajaba en un barco en Tahití con un hombre que era músico y de vez en cuando invitaba a amigos. Marlon Brando y los Beatles eran amigos suyos. Me tocó ir con Marlon Brando. Venía a bordo, charlábamos como tú y yo ahora. Muy a gusto y normal. Cuando me iba a marchar, me regaló un motorcito fueraborda. Conocí a mucha gente, desde actores como Brando hasta embajadores que me llevaban a su casa.

¿Se puede viajar por la vida con mucho tiempo y poco dinero?

-Sí. Esa ha sido siempre mi fórmula. Ahora ya no lo hago siempre porque tengo familia y tengo que adaptarme a sus hábitos. Hago doble vida. Voy con mi familia de una forma, y cuando voy solo, de otra. Sigo manteniendo el espíritu viajero aunque me vaya a Estella andando.

¿Sigue escribiendo?

-Voy con mi cuadernito tomando notas. Para este libro ha escrito cincuenta páginas aunque pensaba que ya lo había contado todo. He aportado aventuritas mínimas.

¿Sigue navegando?

-Poco. La última vez fue para acompañar a un amigo a Canarias. Hace tres años. Ya no hago viajes largos. No me da pereza ir a América, pero dar vueltas por aquí no me apetece. Ordenar el barco para dar unas vueltitas no me apetece. Y en el monte igual.