Bilbao - Carolina Rodríguez (1986, León) es una rara avis dentro de la gimnasia rítmica. En un mundo donde a los 18 años muchas optan por la retirada, la leonesa apura su carrera para convertirse en la gimnasta más longeva en disputar unos Juegos.

¿Qué tal está viviendo esta experiencia en Bilbao?

-Estoy contenta por estar aquí. Tengo que agradecer a la Federación Vizcaina de Gimnasia que hayan contado conmigo para esta actividad, porque mi ilusión es que cuando deje la gimnasia me recuerden rodeada de niñas y sonriente.

Un pequeño paréntesis en su preparación de cara a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo afronta esta importante cita?

-Un deportista tiene la ambición de estar lo mejor posible. La gimnasia me ha dado mucho, pero también me lo debe y este es el mejor premio para terminar con un broche de oro mi carrera.

Además se convertirá en la gimnasta más longeva en unos Juegos.

-Con 30 años me voy a plantar ahí y la siguiente igual tiene 22, todo con una media de 18 años. Casi les doblo la edad y voy a andar ahí saltarina. En cierto modo, el cuerpo lo paga, que no está igual de fresco que una niña de 15 años, pero me encuentro bien y estoy ilusionado. Luego, me siento afortunada por ir a mis terceros Juegos, algo que pocos deportistas pueden decir.

¿Cuál es la clave para poder mantenerse a este nivel tanto tiempo?

-Es muy importante para cualquier profesión hacer las cosas con corazón. He pasado dolor, fracturas, roturas y me he ido muchas veces a casa llorando, pero siempre he mantenido la ilusión. No hace falta ser campeón del mundo, superarse a sí mismo es un ejemplo válido para cualquiera. En mi caso, la preparación física y una buena alimentación han sido muy importantes.

¿Y cuántos sacrificios ha tenido que hacer?

-Es duro porque desde pequeña renuncias a muchas cosas y desde el principio te sometes a mucha presión. Gané el primer Campeonato de España con 10 años y al principio no lo asumí, pero al hacerme mayor, en la cabeza solo estaba entrenar y aprovechar el poco tiempo libre para estudiar, la vida está organizada de otra manera. Además, con once años marché de casa y en mi caso no podía hablar con mis padres por teléfono porque son sordos y les veía cada uno o dos meses. A ellos les debo todo, porque a pesar de sus dificultades, me han apoyado siempre y gracias a ello he podido conseguir prácticamente todo lo que he querido.

Incluso estuvo a punto de decir adiós a la gimnasia.

-Después de conseguir el diploma en mis primeros Juegos pase varios baches, me plantee retirarme e incluso me echaron del equipo nacional y volví casa. En mi hogar me sentí feliz y, tras quedar muy bien en un Mundial, me propuse volver a los Juegos. Tras fallar en la clasificatoria, logré la plaza en la repesca del preolímpico tras jugármela a una última bala y hacer la competición de mi vida. Volvía ocho años más tarde, viviendo en casa y con la entrenadora de toda mi vida. Lo quería disfrutar a tope.

Marchó de casa con 11 años y con 29 ya piensa en la retirada. ¿Qué siente al tener una vida deportiva tan precoz?

-Me ha preocupado mucho mi futuro porque a los deportistas no se nos ha cuidado mucho y a nivel de sociedad somos inexistentes, hasta hace poco ni cotizábamos a la seguridad social. En el caso de la gimnasia, es algo más positivo porque con 18 años te retiras y tienes una disciplina que te ayuda a estudiar. Además, he tenido la suerte de que otras chicas con mi edad no han vivido estas experiencias y no se han recorrido el mundo. Por eso no me arrepiento de nada.