bilbao. "Prefiero tener suerte los domingos en lugar de los sábados", vino a decir Fernando Alonso al congelarse los registros de la tanda de calificación para la parrilla de salida del Gran Premio de Bélgica, undécimo anden de un tren mundialista que recorre 19 estaciones. Esta misma semana, el director deportivo de Ferrari, Stefano Domenicalli, exclamaba para los cuatro vientos que no quería a nadie dentro de la estructura italiana que no confiara en la posibilidad de ganar el campeonato que acontece. Alonso, fiel -en esto es irreprochable-, cumple el guión a rajatabla. El asturiano es un adalid del optimismo en tiempos de crisis. El problema es que su discurso viene siendo prolongado en el tiempo, un tiempo que, sin embargo, no acompaña a sus esperanzas, no las alimenta, no las nutre con resultados que den objetividad al asunto. Las carreras se agotan y la corona cada vez está más alejada y casi no hay a qué aferrarse para proyectar positivismo. "El año pasado Vettel fue undécimo en la clasificación y terminó segundo", aludía Alonso, que zarpará desde la novena pintura en el circuito de Spa, impregnado por la fe de remontada.

"Me siento con confianza para la carrera, especialmente porque las condiciones climáticas pueden cambiar todo y uno no necesariamente finalizará en el puesto en el que partió", concretó, queriendo dar a entender que podría aprovechar lo que ayer le lapidó, el asfalto mojado. Y es que hoy puede que se den chubascos. Si bien, es un verso que suena a participación en una lotería.

El del asturiano es un discurso desconcertante, de rifa, sujeto al bombo, pues es consciente de que desde las catacumbas de la parrilla difícilmente podrá sostener su envite con Vettel, quien, sin destacar como el que más los sábados, porque en esto reina Mercedes -acumula 8 poles en 11 actuaciones-, concretamente ayer con el monoplaza de Hamilton, con su cuarta pole consecutiva de la temporada -quinta del curso-, no está teniendo problemas dominicales para distanciarse de sus perseguidores en la clasificación general.

El alemán, no en vano, alberga 172 puntos, ante los 134 de Kimi Raikkonen y los 133 de Alonso. Muestra de que la brecha entre el líder y sus cazadores cada jornada es mayor es la calificación de Iceman, que largará octavo, ante Alonso. Por ello se regocijaba un Vettel al que no le gusta verse fuera de una cima. No obstante, el contexto es idóneo para él, aunque, como dicta la rutina sabatina, Mercedes le prive de ser como el caballo de Atila, cuando aplastaba como un pisapapeles cada tabla de tiempos, allá por 2011, cuando amasó 18 de 19 poles, récord insólito.

hamilton, a rebufo de mansell La jerarquía sabatina ahora la establece Mercedes, el bólido más veloz aunque fundador de incertidumbres en carrera, cuestionado por su devastador consumo de neumáticos que hace de la resistencia la espada de Damocles de la escudería germana. Sin embargo, Hamilton ya demostró que la estructura está capacitada para trasladar sus acciones sabatinas a los domingos. Hamilton, que acumula 31 poles y está a una de la sexta plaza del ránking histórico que ocupa Nigel Mansell, viene de conquistar la última prueba, celebrada en Hungría. Una circunstancia que tampoco preocupa a Vettel, en todo caso, lo haría a su faceta más caníbal deportivamente hablando, no a sus aspiraciones de campeón del mundo. Por si fuera poco, Mark Webber se antoja como escudero de Seb, partiendo desde el tercer lugar, ante el morro del otro Mercedes, el de Nico Rosberg.

"No puedo recordar cuándo fue la última vez que atravesé la meta y tuve una sensación tan buena. Fue una sensación increíble", apostilló Hamilton. "Creo que podemos pelearles a los Red Bull. Estamos mejorando, pero los Red Bull están aún por delante de nosotros en rendimiento, pero resultados como éste hacen de esta carrera algo aún más especial porque sé que he obtenido el máximo absoluto del coche", añadió el inglés, que hoy perseguirá su segunda victoria del año y asentar la posibilidad de una candidatura al título con sus 124 puntos en el Mundial, lo que no sería descabellado sosteniendo un equilibrio los domingos asentado en la virtud de cada sábado, el pan de cada sábado.