bilbao. Mo Farah es a las carreras de fondo lo que Usain Bolt a las de velocidad. El británico nacido en Mogadiscio, capital de Somalia, parece invencible, por su propio nivel como atleta, absolutamente estratosférico, como por la intimidación que su presencia en la pista causa en los rivales. Pese a la confluencia de atletas kenianos y etíopes, no pudieron evitar ayer que Farah lograra su segundo doblete consecutivo en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros. Por distintos que sean los enemigos, cada uno va a su aire, no aplican una táctica de equipo y permiten a Mo Farah acomodarse a ritmo y destrozarles a todos con su capacidad para correr el último kilómetro en torno a los 2.20-2.25 y, sobre todo, la última vuelta casi como el mejor de los cuatrocentistas. Ni siquiera el keniano Edwin Cheruiyot Soi, que llegaba con la mejor marca del año, pudo con él y tuvo que conformarse con la quinta plaza.

Al fin y al cabo, Farah es uno de ellos, de la misma genética, un africano que tuvo que refugiarse en Londres en 1993 para huir de la guerra de su país. Pero el somalí de nacimiento cuenta con una excelente lectura de las carreras donde se juegan las medallas y la capacidad de remate de los corredores europeos, adquirida en la Feltham Community College donde soñó con ser un extremo del Arsenal, que hacen aún más evidente su superioridad. De hecho, tiene desde hace un par de meses el récord de Europa de 1.500 metros con 3:28.81.

En Gran Bretaña consideran ya a la principal estrella de su atletismo como una leyenda a la altura de los Coe, Ovett o Cram y no les falta razón porque Mo Farah, de 30 años, igualó ayer a Kenenisa Bekele, que también repitió doblete en Pekín 2008 y Berlín 2009. Cerró los 5.000 metros en Moscú con 13:26.98, una marca que no pasará a la historia, pero que le permite seguir invicto en la distancia en los grandes eventos desde los Europeos de Barcelona de 2010. El etíope Agros Gebrhiwet y el keniano Isiah Koech completaron el podio con idéntico registro, 13:27.26, tras una carrera con un guion conocido: todos agrupados, con Farah controlando hasta que decide cambiar el ritmo para acabar en 53 segundos los últimos 400 metros. Etíopes y kenianos tienen dos años, hasta el Mundial de Pekín, para pensar en la manera de derrocar al dictador de las pruebas de fondo.

gloria y dolor Con dos oros sale del estadio Luzhniki Mo Farah y con dos sale Shelley-Ann Fraser-Pryce, el pequeño cohete jamaicano campeón de los 100 metros que también se llevó el triunfo en los 200 con un tiempo de 22.17 por delante del dúo de africanas: la costamarfileña Murielle Ahoure (22.32), que repitió la plata de los 100, y la versátil nigeriana Blessing Okagbare (22.32), que ya había acabado segunda en el salto de longitud. A la jamaicana se le hicieron un poco largos los últimos cincuenta metros, llegó a crisparse, pero apretó los dientes para mantener la ventaja adquirida antes y seguir aspirando al mismo triplete de oros que persigue Usain Bolt.

Por detrás de Fraser-Pryce, en plena curva, yacía tendida Allyson Felix, que encontró la amargura donde le esperaba la gloria. La estadounidense corría en Moscú para ser la atleta, hombre o mujer, con más triunfos, nueve, en un Mundial por delante de sus compatriotas Carl Lewis y Michael Johnson. Pero la californiana ni siquiera llegó a completar el primer cuarto de carrera porque una lesión muscular la dejó tiesa, inmóvil, obligada a salir en brazos de un asistente en vez de con el oro de su cuarto título Mundial de la distancia colgado al cuello.