¿Qué hay de nuevo, Vettel?
El alemán se aúpa al liderato del Mundial con un triunfo en Bahréin ante los sorprendentes bólidos Lotus de Raikkonen y Grosjean Alonso minimiza las carencias de Ferrari con una séptima posición
bilbao. El poso que deja un campeón, su condición, es esa fuerza que tras consumarse el título ejerce inercia sobre el favoritismo. Según ello, Red Bull, concretamente su exponente Sebastian Vettel, cargaba el zurrón de la mayor candidatura antes de apagarse el primer semáforo de la temporada. Las casas de apuestas le señalaban en la resaca de la depredación acontecida en 2011. Curso fácil de recordar para Seb, por la curiosidad de sus 11 victorias además de por su bicampeonato. Pero la realidad ha venido siendo contradictoria a cualquier prejuicio. Y mucho tienen que decir los ingeniosos de McLaren, Mercedes y Lotus o las dulces y sedosas manos de Alonso en este asunto. El bicampeón del mundo germano miraba de reojo al triunfo, con recelo de lo que ha sido y ahora no es, congelado en el silencio de la tristeza, pero también de la fe y el trabajo; en Red Bull, como confesó el propio piloto alemán, en las últimas semanas se ha venido hipotecando el sueño. Menos cama y más garaje. En ningún caso afloró la desesperación o la frustración. Ahí también se descubre a un ganador que no suspira por cierto volante o tal caballería. Se ha destapado Seb, con resultados de segundón aunque con la vigencia de campeón, como un tipo aferrado a una seguridad que le reporta paciencia. Eso sí, cómo han cambiado las cosas para Vettel, que ayer engordó a 22 sus victorias, precisamente la mitad de ellas consumadas el año pasado, seguramente, tiempos pretéritos y por tanto, como dice el refranero popular, mejores.
Ha sido en el Gran Premio de Bahréin, cuarta prueba del curso, cuando Red Bull ha confirmado que tiene máquina para reeditar su corona. Hasta la fecha Vettel había firmado el único podio para la escudería austríaca antes de pisar el amenazado circuito de Shakir, las expectativas quedaban a vista de periscopio.
El sábado, Vettel regresó por sus fueros con la pole; ayer, la actuación fue similar a esos monólogos que impartía otrora, de bata y pupitre. El germano no cedió jamás un peldaño en carrera y solamente los magníficos Lotus resistieron con bravura y fiabilidad al envite. Fue concisamente el genial Kimi Raikkonen, tan desbocado como despampanante en su búsqueda de la victoria, y seguido de un Romain Grosjean que cada domingo deja una huella más profunda acerca de su talento. Para el finlandés fue un idilio con su pasado tras volver a verse en el podio, enrocando su decisión de volver al Gran Circo y con semejante monoplaza; para el francés, por su parte, fue el primer podio de su vida.
Vettel arrancó catapultado en Shakir. Dos vueltas le reportaron una ventaja de casi 3 segundos sobre Hamilton. Detrás, las remontadas se sucedían con diversos protagonistas: Alonso avanzaba cuatro plaza y Massa, seis. Ferrari maquillaba así los primeros acelerones. Schumacher, entre tanto, vigésimo segundo de largada tras cambiar su caja de cambios, libraba sin cuartel instalado en la penumbra de la que saldría para sumar un punto, la frontera del bien. Raikkonen, por su lado, comenzaba el ascenso al Everest bahreiní desde la undécima posición de partida.
En la entrada del séptimo giro al trazado, Grosjean se zafó de Hamilton y se alojó segundo. Solo Lotus era capaz de mantener el sostenido ritmo del monoplaza alado de Vettel.
Alonso rodaba en el mejor de los escenarios imaginables, quinto, y fue capaz de rebasar a Hamilton, que llegaba a Bahréin como líder del campeonato. Si bien, lo pudo hacer en el pasillo de boxes, en dos ocasiones y gracias a los errores de los mecánicos de McLaren, que fallaron con el inglés en dos de sus tres paradas. Es el único aspecto en el que viene brillando Ferrari, en los pit stops.
vettel cede ventaja Flanqueado el ecuador de la cita, en la vuelta 34 de las 57 programadas, el desértico coloso ya había ejercido su recalentamiento sobre Raikkonen. Iceman, que no había entrado en el corte para la Q3, se alojaba en el rebufo de un Vettel que había convivido con una renta máxima de casi 5 segundos y los augurios de una cita para la dominación. Sin embargo, la fiereza del finlandés, su afilada fijación, invirtió los papeles por momentos. Raikkonen parecía que se subiría a las barbas del Red Bull, entonces, llegó la tercera y última parada para todos los coches de cabeza, con la salvedad de un Paul di Resta que asumió el riesgo de realizar una visita menos al garaje. El escocés, lema de supervivencia bajo el trasero, fue a menos paulatinamente aunque pudo finalmente igualar su mejor resultado en la F-1 con la sexta posición.
Tras la citada tercera y última visita a los boxes, Vettel se recompuso y dejó anclado a Raikkonen, que tuvo que claudicar hasta otra.
Button, no obstante, ejerciendo en séptimo lugar, sufrió una rotura en el tubo de escape a dos vueltas para contemplar la bandera a cuadros y tuvo que abandonar. Con la evidencia del calvario de Ferrari, se confirmaba el sufrimiento de McLaren -equipo "más fuerte" a pesar de ayer, según Vettel-, pero también de Mercerdes -primer coche de los tres fabricantes y a la irrisoria cifra de 55 segundos del vencedor-, que había ejercido con lucidez en todas las sesiones previas salvo en la clasificatoria para la parrilla de salida. Rosberg fue su mejor baza, pero tuvo que emplear maniobras que fueron investigadas para evitar ser adelantado por, uno de ellos, Alonso. "No me deja espacio", acusó el asturiano cuando estuvo cerca de salirse de la pista al intentar superar al alemán.
Así, Vettel, nuevo líder del Mundial, se lleva un buen pedazo de convicción, una reafirmación. "No estábamos seguros de nuestro nivel", confesaría sobre un potencial que Ferrari espera optimizar para Catalunya, después de cuatro carreras y cuatro ganadores. A tiempo, si ciertamente se sucede.