El camino más difícil
w Gago, Lejarraga y Larrinaga se preparan para debutar en el campo profesionalw En Euskadi hay una docena de profesionales, pero nadie logra vivir del boxeo
bilbao
EL que desea ardientemente ingresar y ascender en el universo pugilístico debe esforzarse para expatriarse del mundo. Debe prepararse para sacrificar todos los intereses profanos en el altar del ring". El sociólogo Loïc Wacquant describió de esta forma tan metafórica las renuncias que ha de hacer un púgil si quiere dar el salto del terreno amateur al profesional. En la Comunidad Autónoma Vasca apenas hay una docena de boxeadores profesionales y hoy en día ninguno de ellos vive del boxeo. Grandes campeones como Israel Carrillo o correosos deportistas como Nacho Mendoza o Juan Alberto Martín no consiguen ganarse la vida dentro del límite que marcan las doce cuerdas. "No es fácil -explica Txutxi del Valle, entrenador y responsable de Mampo Gym-; exige mucho sacrificio y no hay tantas veladas como para asegurarse un sueldo. Y eso que durante los últimos tres años los festivales se han triplicado en Bizkaia", asegura.
Un boxeador profesional disputa entre dos y diez combates al año, ganando una media de mil euros por pelea, aunque la tarifa se puede negociar. "Si es a cuatro asaltos ganan 600 euros, si es a seis se embolsan 1.200 y si el combate es a ocho asaltos se les pagan 1.800 euros. Eso sí, por un campeonato estatal pueden llegar a cobrar entre 5.000 y 10.000 euros, dependiendo de la expectación que se haya generado", explica. Además, la vida competitiva de un boxeador es corta, pues la mayoría se retira antes de haber cumplido los 35 años de edad.
Para dar el salto al profesionalismo el púgil ha de sortear muchos obstáculos, tanto físicos como psicológicos. No todo el mundo vale. Así lo constata el entrenador de Mampo Gym: "Un boxeador puede estar entrenando tres, cuatro o cinco años antes de dar el salto. En ese tiempo pueden ocurrir mil cosas: que se lesione, que tenga bajones físicos, emocionales... Para solventar esos contratiempos un boxeador ha de estar mentalizado, con la cabeza en su sitio, y ha de ser valiente". A la manera de los grandes ascetas religiosos, el púgil que quiere aspirar a lo más alto tendrá que despreciar las pasiones mundanas y vivir inmerso en la negación. Pero esa disciplina también trae consigo algunas bondades. Una, el refuerzo de la relación con uno mismo. "Es un camino para conocerse mejor y madurar", apunta Del Valle al respecto.
cambios El cambio de categoría trae consigo también otras alteraciones, mucho más prosaicas: el vendaje es más duro; los guantes son de 8 onzas, no de 14 o 16 (no tienen cámara de aire y el golpe es mucho más duro); se pasa de tres asaltos de tres minutos a un mínimo de cuatro asaltos de cuatro minutos (hasta 12 asaltos); no se usa casco,... "Los golpes que te tragas en amateur los tienes que esquivar en profesionales, porque una mano buena te tira a la lona", advierte el entrenador. Eso lo sabe bien Andoni Gago, que aspira a convertirse pronto en profesional. "Mi hermano mayor lo es y me dice que no tenga prisa, que vaya cogiendo experiencia y puliendo algunas cosas".
David Larrinaga también está dispuesto a dar el paso, pero no aspira a vivir del boxeo: "No pienso dedicarme a esto, pero me gustaría dar el paso. Lo cierto es que resulta muy difícil conjugar el boxeo con tu vida social y familiar, porque hay que meter muchas horas y hay que renunciar a muchas cosas".