Bilbao

Sobre una estrecha franja junto al Golfo Pérsico, constreñida por el mar y el implacable desierto, se está levantado un monumento a la megalomanía humana. Allá se asientan Catar y los Emiratos Árabes Unidos, dos pequeños estados que asombran al mundo con un exhibicionismo incontenible, que reescriben el cuento de las Mil y una noches al amparo de la descomunal riqueza que proporciona a su escasa población el petróleo y el gas.

Fijémonos en Dubai, convertido en un oasis de superlujo, cuando hace apenas 40 años no era más que un pedazo de desierto habitado por nómadas y pescadores.

Hoy es uno de los destinos más exóticos del planeta. Ha construido la Burj Dubai, la torre más alta del mundo con más de 800 metros de altura; alberga Dubailandia, el mayor parque temático o la pista de esquí interior más grande del mundo. Ultima la construcción del mayor centro comercial de la Tierra, un hotel submarino y las islas artificiales que está levantado en las inmediaciones parecen sacadas de una historia de ciencia ficción.

Pero los jeques que gobiernan estos minúsculos emiratos han encontrado en el deporte la mejor forma para llamar la atención de la humanidad sobre sus propósitos estratégicos. No hay límite. Por así decirlo, ahora mismo la Península de Arabia tiene dos Mecas. La que ilumina el islamismo y la que reclama su atención por la vía deportiva. Nadal o Federer no están despidiendo el año jugando al tenis en Abu Dhabi porque les encante el sitio: El cheque que recibirán a cambio (unos 170.000 euros para el ganador, además de otros premios) bien merece un esfuerzo.

La reciente concesión del Mundial 2022 de fútbol a Catar, un país de apenas 1,5 millones de habitantes, desborda los límites de la imaginación.

Por una parte, se invertirán 4.000 millones de dólares en los doce estadios destinados a la competición según las exigencias de la Federación Internacional de Fútbol (FIFA).

Pero el capricho que quiso darse el emir Tamim al-Thani tiene también otro fundamento, si tenemos en cuenta que Catar y sus vecinos del Golfo Pérsico obtendrán grandes beneficios debido al enorme reguero de dinero que entrará por la cita deportiva, según un estudio publicado el pasado domingo.

Catar anunció inversiones por valor de 100.000 millones de dólares (unos 76.000 millones de euros) antes de su reciente selección para albergar el Mundial, según un estudio realizado por el Banco Nacional de Kuwait. "La organización del Mundial aporta un sentido de urgencia para realizar proyectos esenciales para el éxito del evento", añadió el informe.

Las principales iniciativas son un metro y una red ferroviaria de alta velocidad, que podrían costar unos 25.000 millones de dólares, además del aeropuerto internacional de Doha, que supondría unos 10.000 millones de dólares y cuya primera fase estará abierta en 2012.

Entre los otros proyectos, el estudio cita un puerto de agua profunda, que podría llegar a los 7.000 millones de dólares y un puente que uniría Catar y Bahrein y que alcanzaría una inversión de 4.000 millones de dólares, además de destinar 20.000 millones de dólares para mejorar las carreteras.

Deporte de primera línea

El Mundial de fútbol es la culminación de un proceso de un par de décadas que ha ido llevando hasta los acaudalados Estados del Golfo acontecimientos deportivos de primera línea, como también lo es el patrocinio de la camiseta del FC Barcelona por la Fundación Qatar.

En estos momentos, los Emiratos Árabes (en particular Dubai y Abu Dabi), Catar y Bahrein cuentan con acontecimientos de primera línea en fútbol, tenis, golf, Fórmula 1, motociclismo, rugby y turf, que forman parte de las principales citas del calendario internacional.

Es el caso de la prueba final del Mundial de Fórmula 1, que convirtió en campeón al alemán Sebastian Vettel en el circuito de Yas Marina, en Abu Dabi. O la Dubai World Cup, la carrera de caballos mejor pagada del mundo del turf con 26 millones de dólares en premios; o del Mundial de clubes de la FIFA, título con el que el Barcelona culminó en 2009 su sexto título en una misma temporada, un auténtico hito futbolístico.

Temperatura soportable y lujo

Las razones para esta búsqueda de grandes citas deportivas no son solo un antojo de jeques aburridos, sino que se considera parte de una estrategia para convertir al golfo Pérsico en un destino turístico y organizativo de primer orden. Tampoco es casual que la mayor parte de las citas se celebren en invierno, cuando coincide un tiempo suave en la península Arábiga en vivo contraste con el frío invernal que cubre Europa y Estados Unidos.

A las comodidades para los espectadores se suman las inmejorables condiciones para los participantes. Por ejemplo, las dudas de algunos golfistas de participar en las primeras ediciones del Dubai Desert Classic de golf se solventaron a golpe de talonario: todos los participantes en el Mundial Match Play que tenían problemas para viajar a los Emiratos fueron invitados a desplazarse en jet privado. Allí, tanto a golfistas como a tenistas les aguardan hoteles de cinco estrellas pagados por la organización, desplazamientos en limusina o excursiones para probar la cetrería en el desierto.

Es el caso del golf y el tenis, que tienen calendarios cerrados desde hace tiempo y en los que es difícil progresar. Por el momento los eventos del Golfo se concentran en enero y febrero. En esas fechas se disputan el Masters de Catar, el Dubai Dessert Classic y el torneo de Abu Dabi de golf, así como las citas de tenis de Doha y Dubai.

Y los proyectos no paran. El pasado mes de diciembre se disputó en Doha el primer Campeonato Mundial de Voleibol para clubes, con la presencia de los ocho mejores equipos masculinos y los seis femeninos.

Pero los jeques no invierten solo para atraer a la zona acontecimientos deportivos de primer orden o futbolistas de renombre en la recta final de sus carreras, como Guardiola en su día o ahora el exrojiblanco Fran Yeste, o el italiano Cannavaro. También invierten, y a la grande, allende sus fronteras, batiendo con el Barça el récord de dinero pagado (165 millones de euros) por poner en su camiseta un logotipo, Qatar Foundation. O el caso del Málaga, comprado el pasado verano por otro miembro de la familia real catarí. O los 357 millones de dólares que pagó la Abu Dhabi United Group, una de las principales compañías de bienes y raíces del Medio Oriente, en adquirir el Manchester City inglés.