Bilbao. "El 16 de mayo es mi otro cumpleaños, porque creo que sinceramente aquel día volví a nacer". No se equivoca Pedro Horrillo al referirse así sobre esa fatídica jornada. El ermuarra era hasta ese día un corredor más dentro del pelotón del Giro de Italia, cuando en el descenso del Culmine di San Pietro, un puerto situado en el kilómetro 70 de la octava etapa, se salió de la trazada para precipitarse por un barranco. 80 metros de caída, varios días en coma inducido y un parte de lesiones de los que sobresaltan el corazón de cualquiera. Aquel día, 16 de mayo, el Pedro Horrillo persona volvió a nacer. El que se apagó fue el ciclista profesional.
Siempre tuvo claro que no volvería a portar un dorsal si no podía hacerlo al nivel mostrado hasta ese día, que regresar al pelotón donde había militado durante las doce últimas temporadas no tenía sentido si sus piernas no eran capaces de desplegar la fortaleza de antaño, y al final ha tenido que rendirse a la evidencia, a la tiranía de la lógica, a la imposición marcada por unas lesiones escalofriantes de las que, milagrosamente y tras muchos meses de gran esfuerzo y trabajo, ha salido bien parado, pero no como para desarrollar la capacidad que el ermuarra le exige al armazón de un ciclista profesional. Por ello, Pedro Horrillo anunció ayer, a sus 35 años de edad, su decisión de colgar la bicicleta, de poner fin a una trayectoria cuyo epílogo hubiese querido cambiar, algo que no ha sido posible.
"Las secuelas de mi accidente me impiden volver a tener el nivel necesario para ser ciclista profesional", reconoció en un rotativo madrileño, para añadir que "otros compañeros nunca saben cómo dejarlo, cuándo dejarlo. A mí la caída me lo dijo. A Erik Breukink, el director, ya le envié una carta a finales de diciembre. Le expliqué que no podía aceptar la oferta de seguir un año más por motivos físicos". Y es que a pesar de las serias lesiones sufridas -su mayor quebradero de cabeza se ha concentrado en los últimos meses en la recuperación total de su pierna izquierda, de la que fue operado de una rotura abierta compleja del fémur y de una fractura de la rótula-, el Rabobank, conjunto en el que ha militado en las últimas temporadas, contaba con él para el presente ejercicio. Le había apartado un dorsal y había dejado en manos del ermuarra la decisión de reintegrarse o no en el grupo humano holandés. Al final no ha sido posible.
Lesiones severas Después de ser rescatado del barranco por el que cayó su trayectoria profesional, el cuerpo de Horrillo era un puzzle disperso. El parte médico habla bien a las claras: un severo traumatismo craneoencefálico, siete vértebras lumbares y una cervical rotas, una rotura abierta de fémur con la meseta tibial de la rodilla izquierda partida y la articulación hecha añicos... "Y en una revisión reciente he sabido que también me fracturé los dos omóplatos", recordaba en una entrevista concedida recientemente a DEIA y en la que dejaba entrever que prolongar su carrera iba a ser misión casi imposible. Horrillo fue dado de alta en el Hospital de Bergamo el 24 de junio y desde entonces trabajó a destajo para recuperarse de sus lesiones. Lo logró desde el punto de vista del ciudadano de a pie, pero le faltó un poco para reintegrarse al pelotón.
Así las cosas, Horrillo pone fin a una trayectoria profesional de doce temporadas que arrancó en 1998 con el Vitalicio, donde estuvo hasta 2000, para pasar posteriormente por el Quick Step, desde 2001 y 2004, y Rabobank, donde militó hasta ese fatídico 16 de mayo. En su hoja de servicios quedan recogidas victorias como las logradas en la París-Niza (2004), la Volta a Catalunya (2002), Euskal Bizkleta (2005), la Vuelta a la Baja Sajonia (2001) o la Vuelta a Portugal (2000); un excelente trabajo de equipo en favor de sus compañeros -Óscar Freire, entre otros, puede hablar largo y tendido sobre ello- y el desempeño honrado de una profesión tan complicada como es la de ciclista.