Volar o trabajar
El heptacampeón de Euskadi, el guipuzcoano Roger Carrasco, y el "freestyler" catalán Eugenio Zafra dan el visto bueno al circuito del BEC que acogerá mañana a la élite mundial.
Un fuerte y prolongado eco resuena en el hall del Bilbao Exhibition Centre de Barakaldo. Rugidos que proceden del pabellón 2, el del Bizkaia Arena, escenario este año de la élite del baloncesto vizcaino. No son balones lo que se escuchan, tampoco gritos de alegría y ánimo, ni juramentos con aires de derrota. Son los aullidos desgarradores de una moto de dos y medio y otra de 450 centímetros cúbicos. Exprimidas, quemando gasolina, escarbando la tierra, traccionando con caballos de potencia. Las montan el freestyler catalán Eugenio Zafra, y el heptacampeón de Euskadi de motocross Roger Carrasco. Son los encargados de desvirgar parte del circuito -hoy se concluirá con el montaje del trazado- que mañana acogerá la segunda prueba puntuable del Campeonato de Europa de Supercross, que también albergará un espectáculo de Freestyle (dentro del que se celebrará como novedad el Speed & Style, duelos que combinan velocidad y acrobacias), así como una inédita exhibición de Kartcross. Deleite de dos y cuatro ruedas.
"Éste es el único lugar en el que hago un salto de semejantes características -23 metros de longitud y casi 12 de altura-", reconoce aún con cara de asombro Carrasco, tremendamente satisfecho de poder concursar en semejante escenario. Acaba de superar la que será rampa del supersalto y meta al mismo tiempo, paso obligatorio, aduana, para todos los participantes. Y es que lo suyo son las carreras y no las piruetas. En este trazado cubierto, que es la característica que diferencia al supercross del motocross, las rampas son de freestyle y no queda más que adaptarse. "Hoy he dormido saltando. Y eso que es un salto que, de los que vienen a competir, lo hace todo el mundo", añade el guipuzcoano, dando cuenta del nivel de la prueba, magnificando las circunstancias que encontrará mañana en el recinto ferial de la localidad fabril.
"En esta ocasión figuran 42 inscritos y solamente 24 estarán en la carrera después de las rondas clasificatorias -que se sucederán el sábado por la mañana a puerta cerrada-. Será complicado clasificarse, pero esperanza no me falta, porque para mí es la mejor carrera de todo el año", apostilla Roger, quien sitúa al certamen del BEC a la altura de las citas norteamericanas, meca de esta espectacular actividad motociclista con grandes dosis de riesgo y, por supuesto, escenificación yanqui aderezada con luces y sonido de última generación.
Entre tanto, el francés Gregory Aranda, vencedor de la primera prueba disputada en Marsella, permanece atento observando los big jumps de Zafra. Acaba de llegar a Euskadi, confirmando así su asistencia, y permanece atento reconociendo el terreno. No quita ojo a ningún detalle y señala con los dedos varios de los fardos de paja visibles, esqueletos revestidos por tierra para conformar los atractivos peraltes que recorrerá el pelotón. El galo, sonriente, hace gestos de aprobación, de que le gusta el circuito, con Zafra pasando por encima de su testa.
"Los trucos son sensaciones. Parece fácil pero cada uno tiene su acometida y hasta que no lo encuentras... Cada caída te lleva al hospital", apostilla un sudoroso Zafra al bajarse de la KTM que le ha permitido volar durante fracciones de segundo. Acaba de dar todo un recital para los presentes. Y eso que no está poniendo todo de su parte: "En los entrenamientos nunca te esfuerzas al máximo. Es en la competición donde la entrega es total, en ocasiones, incluso, arriesgas más de la cuenta por el extra de motivación que te aporta el ambiente".
El caso de Zafra es muy especial. No en vano, dejó las carreras con 17 años y después de trabajar como transportista, entre otras profesiones, en agosto de 2005 emprendió su periplo en el mundo de los supersaltos, donde mañana se verá con Dany Torres o Edgar Torronteras E.T., entre otros. Ambos pioneros de una disciplina que cada vez encuentra más adeptos. Mañana, sin ir más lejos, todos los corredores deberán lidiar con las rampas de supersalto, donde la cuestión será aparentemente sencilla, pero muy, muy arriesgada: volar o trabajar.