cabe el corazón en un reloj de pulsera, los latidos en una pantalla de cristal líquido, el agotamiento en una memoria virtual, el pálpito en un archivo digital. Es el milagro del pulsómetro, el artilugio que descifra con una cinta que rodea el pecho y un reloj conectado a su señal los secretos del corazón. El aparato, un gadget tecnológico tatuado sobre la piel de los deportistas, sirve como guía de los entrenamientos, como fuente de parámetros para gestionar el esfuerzo y como mojón fronterizo ante el desmayo y el vacío corporal. No lo necesita, empero, Pablo Berasaluze, atento, afinado el oído, al redoble de los latidos que atronan enérgicos, sin resuello, a todo trapo, en la caja torácica del berriztarra, cuando ésta a modo de amplificador percute una y otra vez entre el aliento entrecortado sobre la cinta negra de correr del gimnasio, donde el delantero de Berriz prepara en exigentes sesiones de velocidad las pautas que rigen los movimientos del Cuatro y Medio a modo de simulacro. "No necesito pulsómetro cuando hago las series, pero seguro que me pongo a 180 ó 190 pulsaciones por minuto porque voy muerto. Voy a tope".

Resucita Pablo varias veces en una hora sobre la cinta de correr, carretera de goma, artificial, postiza, pero pétrea, insobornable, inagotable, inacabable. "Suelo hacer unas diez series de velocidad a 18 ó 19 kilómetros por hora, a todo lo que puedo ir", destacada. Cada sprint de "dos o tres minutos" trata de reproducir las sensaciones que emanan en cada tanto en la jaula, la modalidad "más agresiva y rápida". Entre serie y serie, descansa Pablo sobre "un minuto o minuto y medio" para acostumbrar al cuerpo al trajín del acotado, a sus aceleraciones, derrapes y frenadas en seco. "Las series, además de servir para coger velocidad, también vienen muy bien para tener más resistencia a la hora de jugar y te preparan para mejorar la recuperación entre tanto y tanto, que es fundamental en partidos de este tipo", desgrana Berasaluze VIII. La resistencia al castigo, la capacidad de regeneración física para acometer un esfuerzo tras otro se antoja imprescindible en el acotado.

Por eso a las series sobre la cinta transportadora les añade el delantero vizcaino trabajo específico con las pesas, cuyo protagonismo decaerá la próxima semana. "La cuestión es hacer series con poco peso pero de forma rápida, así gano fuerza y resistencia". La intensa preparación de cara a su aparición como cabeza de serie en el Cuatro y Medio ha sobrecargado la cintura de Pablo, cuya dolencia ha sido tratada con antiinflamatorios y sesiones de masajes para descongestionar la musculatura que circula entorno a la bisagra que abre y cierra al ser humano. "La cintura me empezó a dar guerra hace unos días y por suerte ya la tengo mejor. Creo que se me cargó por la intensidad de los ejercicios. He trabajado mucho". La cintura dejó tieso al berriztarra, que incluso padecía molestias al volante. "Se me iba cargando la cintura progresivamente y me costaba hasta conducir", apunta Pablo, que continúa eligiendo las duras rampas que serpentean abruptas hacia la azotea del Oiz para "potenciar" las piernas.

Alterará Pablo el patronaje de su preparación para su irrupción en el acotado durante las dos próximas semanas una vez aparque sus compromisos el sábado en el Labrit de Iruñea. Aligerará el tonelaje de las series de velocidad, le quitará peso al gimnasio y las mancuernas y tomará como escenario principal el frontón, "hay que ensayar los restos, algo a lo que no estamos acostumbrados los delanteros", apunta Pablo con la intención de recuperar la chispa en el momento justo. "Se trata de hacer frontón para adaptarse a la modalidad y recuperar la chispa para llegar lo mejor posible al partido". Lo hará Pablo deprisa, a la carrera.