Septiembre es un mes de mudanzas para las artes plásticas y audiovisuales. Tras hacer balance, se pone fin al curso pasado y comienza una nueva temporada en galerías, espacios alternativos y museos. Este año no es diferente a cualquier otro. Las instituciones públicas exhiben sus números. Es injusto generalizar, pero son demasiados los espacios que rivalizan por la audiencia. Nunca manifiestan los fines culturales que pretenden alcanzar. Faltan orientaciones y reflexiones sobre la práctica creativa en la sociedad contemporánea. Y sobran los tantos por ciento. Que los gabinetes de prensa divulguen objetivos artísticos y fines culturales. No otra cosa debe ser la función de los espacios institucionales. Sin olvidar las responsabilidades de unos gestores, cuyo ensimismamiento no les deja observar lo que se produce fuera de su centro. Olvidándose que deben incorporar su presencia allí donde se produzca el desafío del arte: una exposición, la presentación de un libro, una acción en directo, una conferencia o un debate.

El Museo de Bellas Artes, el Guggenheim, BilbaoArte y la Sala Rekalde de Bilbao, han cambiado sus proposiciones o están a punto de inaugurar nuevos eventos. Es el caso del primero, con piezas contemporáneas, como las realizaciones de Cristina Iglesias, Isabel Baquedano y Naia del Castillo, que dialogan con las pinturas del Prado. El segundo, desde el lunes, reúne en El arte de nuestro tiempo la primera parte de las obras más escogidas de su colección, desde Picasso hasta Oteiza o Rothko.

A su vez, el espacio municipal de Bilbao La Vieja abre sus puertas a la interesante labor desarrollada por Hélène Duboc, quien convierte todo lo que observa en realización artística, sean conos automovilísticos o platos de porcelana.

Ha dado comienzo, por otra parte, el festival Ex!Poesía, que se exhibe en los diversos espacios culturales de Barakaldo a lo largo del último cuatrimestre. La primera muestra es la del homenaje a Aurora Sánchez Fernández en el Centro Cívico de Cruces. Ya en noviembre, el plato fuerte de la retrospectiva de Bartolomé Ferrando, uno de los grandes pioneros de la escritura visual.

Pero además de los grandes hitos están las propuestas reales que hacen los artistas más jóvenes. Como la de Ixone Ormaetxe, en la cabina del puente de Deusto, que habla, entre otras cuestiones, de las obligaciones en Cariño, acuérdate de regar las plantas mientras estoy fuera. Y es el caso de la de Álvaro Gil en El Gabinete Abstracto de la Alameda de Rekalde. Una puesta en común de lo serio y lo irónico, la parodia y la realidad, la conciencia constructiva y el kitsch del color fuerte y llamativo.

El juego y el gusto por los bichos ya desaparecidos circulan por Monta tu T-Rex Party, un espacio lúdico repleto de reflexión y meticulosidad. Una especie de hazlo tú mismo encima de la plataforma luminosa y sonora de una discoteca, cuyo ejemplo se hunde en las raíces de Ikea.

El arte es correa de transmisión entre seres que quieren ser libres y pensar por sí mismos. Desarrolla las ganas de conocer, más allá de lo que le ocurre a uno mismo. Excita el imaginario y la imaginación. Transgrede los límites e invade la alteridad. Permite cierta distancia respecto a lo que sucede en el mundo. Tiene el servicio de cuestionar lo sabido y de perturbar lo establecido. Asume el humor, como máxima voluntad de la conciencia libre. Incluso favorece, la ironía, la parodia o la crítica social. Penetra en el ser que lo hace y en el que lo recibe. Alude a lo individual o a lo colectivo. Una representación cuya presencia puede perseguirte. La construcción de un esfuerzo, cuyos propósitos suelen resultar ignotos.

Cada obra es el resultado de una persona y por ello es un ente que siente, padece, divierte o pone en evidencia un mundo corrupto. Siempre hay un misterio y un enigma por resolver detrás de cada puerta. Como ocurre en tantas y tantas creaciones, que esperan ser descubiertas.