Las informaciones que nos llegan desde las cadenas de televisión, desde los periódicos, desde las redes sociales… son conscientes de lo que está sucediendo en Gaza, pero hay matices, frases, e interpretaciones, que ponen niebla en torno a lo que sucede. Se ha llegado a decir que ahora Israel se está defendiendo de Hamás, y que las manifestaciones que se producen en distintos países denunciando el horror de lo que está sucediendo en Gaza es antisemitismo puro y duro. A veces, también, como en un ejercicio de falsa transparencia, conocemos las palabras de alguna persona responsable de la masacre que, con un tono supremacista, afirma, sin alterarse, que la tarea (de seguir matando) continuará hasta el final.

A pesar de tantos cadáveres como se han encontrado ya en Gaza, va a ser imposible hallar el resto. ¿Se contabilizarán? Y toca el alma de muchas personas de nuestro mundo el recordar que ya se han contado más de cincuenta y tres mil personas asesinadas en Palestina, pero otras observan las cifras con una insensibilidad alarmante, pues los números de personas asesinadas pueden convertirse, en una estadística más. Y quienes continúan propiciando más muertes lo hacen con el objetivo de hacer daño también a las familias ¡Oh la socialización del sufrimiento! Ha sido brutal el asesinato inicial de mil doscientas personas. Sus familias estarán todavía sufriendo el duelo por sus seres queridos asesinados. Y la situación de los rehenes es dolorosa para tales personas y sus familias, pero, como decía Mafalda, todos somos iguales, pero unos más que otros; porque se cuentan por miles los rehenes de Israel en sus cárceles, y muchos más miles de personas muertas, exiliadas, torturadas, desde el inicio de la Nabka en 1948.

Hoy estamos viendo que se están realizando crímenes contra personas humanas en Palestina, y se activa un asedio para hacer sufrir a la ciudadanía, sin agua, sin alimentos, sin medicinas y sin otros medios para poder sobrevivir. Utilizar el hambre como arma destructiva es infame, y es imposible ponerse en el lugar de una persona que ve morir de hambre a su propio bebé. El plan ya explicitado es matar a una parte de la población y obligar a salir del país a la otra parte, voluntariamente, por supuesto. Producir un dolor infinito para que alguien prefiera marcharse con la poca familia que le queda es otra posibilidad que se baraja. Y hablar, mientras tanto, de la creación de un resort turístico en Palestina, es una malformación tal de la conciencia ética que uno no termina de salir de su asombro. ¿Cómo es posible?

Estamos viendo en directo imágenes terribles. Es posible que algo que supera el límite de lo que se puede soportar pueda convertirse ya en una telerrealidad más. Cuando presenciamos las consecuencias de los asesinatos en directo y dejamos que las personas responsables de tales tropelías aparezcan también en los medios, tras esas noticias, mientras confiesan sus planes ante la pantalla “en virtud de la libertad de expresión”... confirmamos que tenemos una vara de medir que equipara bandos en conflicto, mientras adornamos los asesinatos a gran escala utilizando una frase: “es una guerra”.

Pero ya no es tiempo de componendas. Cada una de las personas asesinadas ha sucumbido al grito de “Viva la muerte”. Y se puede pronunciar tal grito apoyando las políticas de quienes son responsables de encargar a un ejército que ejecute premeditadamente a miles de personas, y también se acepta tal grito desde la indiferencia, desde la pretendida neutralidad, desde la equiparación simplista de los unos y los otros. Porque ni aquí, ni allí, ni más allá, hay sólo dos bandos. Una cosa son las posiciones políticas diversas, que tienen derecho a la existencia, pero hay una raya de inhumanidad que no se debe traspasar. El acuerdo para la creación de Israel y Palestina precisamente se firmó casi a la vez que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la ONU lo confirmó. Ha sido el único acuerdo internacional que ha respetado el estado de Israel.

Decía Gabriel Celaya: “Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales / que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. / Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. / Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren / y canto respirando. / Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas / personales, me ensancho”. Y lo podemos aplicar, si queremos, a los medios de comunicación, a las redes sociales, a las conversaciones habituales… porque sólo con la implicación de múltiples personas se puede condicionar a gobiernos e instituciones varias para hacer realidad un imaginario colectivo implicado realmente en la defensa de la vida, incluso en el interior de las denominadas grandes potencias que, por cierto, vuelven a colocar en sus banderas el incremento del gasto en lo que llaman “defensa”, mientras no terminan de llegar más allá de las declaraciones, aunque hay que reconocer un cierto giro en las palabras y en algunas acciones muy limitadas.

Uno se permite añadir, con toda la precaución del mundo, un poema propio que dice así: “NO MIRES / En el agua del Jordán llora la sangre. / En Jerusalén se ha roto el cántaro de la vida / mientras la inocencia se va muriendo / en los ojos desencajados de los cementerios. / El dolor de la sombra trae escombros, / trae gritos desencajados / donde los naranjos se avergüenzan de haber nacido. / ¿Quién podrá hacer respirar su alma desde el miedo? / En Gaza no se despiertan ya los sueños, / no se escriben las palabras en cuadernos, / ni se levanta la mirada al cielo, / de allí, de allí procede el miedo. / No, no mires sus hogares sin electricidad, / sin esperanza, sin el agua de la primavera. / No mires a los ojos al monstruo de la fuerza, / al monstruo de Mammon que lo alimenta. / No mires a ningún lado. / No mires”.​

La mirada ante el sufrimiento ajeno, cuando es lejano, puede hacerse invisible, pero necesitamos que la empatía hacia ese sufrimiento surja de las aguas profundas de nuestro sentido de humanidad. Desde el cambio de enfoque en cada una de nuestras miradas puede volver a resurgir algo diferente. Hay quienes cuestionan a personas y organizaciones que se implican en la ayuda humanitaria, pero el hecho de que tantas personas han dado su vida desde tales organizaciones, ayudando e informando, nos recuerda que es posible otra forma de mirar. Basta escuchar a quienes hablan desde el punto cero de la barbarie para que nos entre un temblor de sensibilidad humanitaria.

Nuestras miradas son un catalizador del posible cambio. Humanizar nuestras miradas, ponerse en el lado de las víctimas, mirar a través de sus ojos, conlleva sus riesgos, pero tiene un gran valor, porque hablamos, también de valores humanos, especialmente en cuestiones de vida o muerte. A ver si se implementa esta mirada, pues últimamente tenemos el riesgo de dejarnos abandonar por un pesimismo al que contribuye el hecho de que en nuestro entorno hay demasiadas insensibilidades, manifiestamente mejorables. Corremos, además, el riesgo de aceptar como algo normal que la lógica de la fuerza militar o del dinero terminan imponiendo siempre sus criterios. Pero esto no es algo nuevo, es algo tan viejo como la humanidad.

Se supone que los valores europeos, de los que tanto presumimos, tienden al respeto a la vida humana como uno de sus ejes, tras haber convertido parte del mapa europeo y mundial en un cementerio tras las denominadas guerras mundiales, pero nuestras miradas, nuestro potencial interno, pueden estar aceptando de nuevo que nada se puede hacer si no es con la fuerza o con el dominio de la economía. Y eso nos paraliza, pues sabemos que las grandes masacres se han producido con la anuencia de amplias capas de la población, y grandes injusticias económicas son aceptadas por el voto de quienes las sufren. En fin, ahí está otro test de la mirada.

Hay descubrimientos científicos en matemáticas, neurociencia, física cuántica, astrofísica… que cuestionan nuestra forma de entender las cosas, pero tenemos el peligro de tirar la toalla al considerar que no podemos avanzar en la forma de relacionarnos entre los pueblos, especialmente cuando hablamos de derechos humanos, de justicia e igualdad, y de respeto a la vida. Esa mirada pendiente y actuante es la de la conciencia. Es verdad que en estas últimas fechas algo está cambiando en la Unión Europea que está comenzando a llamar genocidio al genocidio. Y a Estados Unidos le está comenzando a dar algo de vergüenza sostener la mirada a causa de su apoyo incondicional y corresponsable de la masacre, pero no le dura. Aunque los tentáculos del sionismo son infinitos y se dice en nuestros lares que “necesitamos la tecnología de Israel para asegurar nuestra defensa”, sigue habiendo palabras y miradas que se dan cuenta de que la sangre del pueblo palestino continúa derramándose sin anestesia, y las personas que sufren apenas lloran ya, porque ya no les quedan lágrimas. Nos cuesta decirlo, pero lo hacemos, aunque sea, arrastrando las palabras: ¡Viva la vida! Poeta y escritor