El nuevo presidente de EE. UU. Donald Trump, como ya lo había anunciado en la campaña electoral, firmó en su primer día de vuelta a la Casa Blanca anular las acciones ejecutivas de la presidencia de Joe Biden y sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Trump dijo en su discurso de investidura en el Capital One Arena lo siguiente: “Me retiro con carácter inmediato de la injusta y unilateral estafa del Acuerdo Climático de París”. En 2017 Trump salió del Acuerdo de París. Al asumir su cargo en 2021, Biden volvió a ingresar. La orden del pasado 20 de enero cumple con la promesa electoral de Trump de retirarse del tratado global firmado en 2015 para evitar los peores impactos de la crisis climática.
La salida del Acuerdo de París forma parte del intento generalizado de Trump de dar marcha atrás con las protecciones medioambientales y las políticas a favor del clima. Según Trump, los intentos de Biden de hacer crecer al sector de las energías limpias en EE. UU. son “la nueva estafa verde”.
La decisión de Trump de retirarse de los acuerdos de París, no solo socava el pretendido liderazgo de Estados Unidos, sino que también debilita la colaboración internacional en un área muy crítica: la lucha contra el cambio climático. Cuando Donald Trump decide retirar a Estados Unidos de los Acuerdos de París, está perjudicando a la vida del resto de la población humana porque este país es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero después de China, con alrededor del 13% de las emisiones globales en 2023, y, el primero per cápita. según informa statista, que publica datos e indicadores de 170 sectores de más de 150 países. Además, el abandono de los compromisos climáticos por parte de Estados Unidos obstaculiza la colaboración internacional y desacelera el progreso en la reducción de emisiones, lo que agravará los impactos del cambio climático al conjunto de la población mundial.
Es una decisión que marca un retorno al aislacionismo en el momento que más se necesita la cooperación global, señala el Center for American Progress, un instituto de políticas independiente que se dedica a mejorar las vidas de todos los estadounidenses a través de ideas audaces y progresistas. Con una cuestión de la que no se habla mucho: esta medida arrincona a Estados Unidos junto a países como Irán, Libia o Yemen, que tampoco forman parte del Acuerdo de París.
El Acuerdo de París fue firmado en 2015 en la capital francesa con motivo de la celebración de la Cumbre del Clima COP21, y tiene como objetivo global que el incremento de la temperatura durante este siglo se quede entre los 1,5 y los 2 grados respecto a los niveles preindustriales. El pasado año 2024 ya se llegó a un calentamiento de 1,5 grados y si el segundo emisor global y el primer responsable histórico del cambio climático se desvincula de esta lucha será todavía más complicado cumplir con el Acuerdo de París, aunque algunos expertos insisten en que Trump no podrá detener la transición hacia las energías renovables.
Trump ha declarado la guerra a las energías limpias con su apuesta por los combustibles fósiles, pero la inercia que ya está puesta en marcha parece que es imparable. De hecho, en EE. UU. el avance de las energías renovables y su industria asociada es muy grande con un sistema de incentivos de gran importancia para su impulso. Por otra parte, una coalición de dos docenas de gobernadores que representan casi al 60% de la economía y el 55% de la población de Estados Unidos han enviado una carta al secretario ejecutivo del Convenio de Cambio Climático, Simon Stiell, en la que se quiere “dejar claro que continuaremos el trabajo de Estados Unidos para lograr los objetivos del Acuerdo de París y reducir la contaminación climática”.
Los estados y territorios -dicen- continúan teniendo una amplia autoridad bajo la Constitución de Estados Unidos para promover las soluciones climáticas que necesitamos. “Y esto no cambia con un cambio en la administración federal”. Esta Alianza llevará este mensaje a la próxima cumbre del clima que se celebrará en Brasil el próximo noviembre.
En opinión de Fernando Valladares, jefe del grupo de Ecología y Cambio Global e investigador del CSIC, en declaraciones realizadas al diario de La Vanguardia, “la llegada de Trump a la Casa Blanca no frenará la acción climática pero será un obstáculo para muchas negociaciones y supondrá retirar fondos estratégicos de la mitigación y de la adaptación. Por tanto, es altamente probable que suponga menos avances de los previstos”. Pero, para Fernando Valladares “será un frenazo pasajero, que sólo se dará en los primeros años de su mandato”, pues “la violencia del nuevo clima hará imposible mantener la política negacionista en mucho tiempo”.
Los impactos de la crisis climática están empeorando a nivel del planeta, pero también en EE. UU.. En el último informe que la Asociación Christian Aid ha publicado a principios de este año y que hacía mención en un articulo en este diario, se viene a decir que “Estados Unidos ha sido quién más pérdidas económicas ha tenido por los fenómenos meteorológicos extremos. Las tormentas que han ido azotando el país durante todo el año han supuesto alrededor de 60.000 millones de dólares de pérdidas económicas, lo que supondría alrededor del 85% del PIB de un país como Eslovenia”.
Por otra parte, el año 2024 fue el más caluroso de la historia; la primera vez en que las temperaturas medias mundiales superaron los 1,5ºC, y el planeta está en camino de un aumento de temperatura que puede llegar a los 3 ºC, lo que sería muy grave. Además, en unos momentos en que se han sucedido los aterradores incendios forestales en Los Ángeles, alentados por la intensificación del cambio climático.
¿Será la hora de la Unión Europea y de otros países para impulsar y liderar una transición justa y equilibrada? Soy de la opinión de que en la situación actual se abre una oportunidad mayor para que sea Europa quien lidere la lucha contra el cambio climático, aunque también hay que decir que el Viejo Continente no atraviesa por sus mejores momentos.
Porque se niegue o no el cambio climático, es una realidad científica, y todos los países tendrán que utilizar quieran o no, tecnologías bajas en carbono, pero también, y es muy importante deben encaminarse a otro modelo que no esté basado en el crecimiento ilimitado, ciego a la finitud del planeta, y que promueve la concentración de poder y riqueza en cada vez menos manos. La transformación energética justa ha de enmarcarse en esta realidad para avanzar hacia escenarios que pongan en el centro el reparto de recursos que aseguren vidas dignas para todas las personas y en armonía con los ecosistemas.