Es difícil dejarse asombrar por los pronunciamientos y actitudes de quienes pretenden ser líderes de opinión y simplemente son voceros del tremendismo y la exageración. Ya casi nadie se siente desconcertado por las cosas que escucha, lee o ve protagonizadas por, supuestamente, gente seria que se comporta como becerros desaforados.
Lo peor del clima político y de opinión que estamos padeciendo es la intencionalidad que le confieren quienes lo promueven. La utilización de la mentira, del insulto, la desacreditación o la injuria tiene un objetivo fundamental; alimentar las bajas pasiones de enfrentamiento entre la ciudadanía del Estado y promover una situación de convulsión e inestabilidad que provoque la celebración de unas nuevas elecciones en las que confían –entonces sí– que la derecha, ayudada por los neofranquistas de Vox, alcancen la mayoría absoluta que hasta ahora las urnas les ha negado.
No es ni la amnistía, ni la “ruptura de España”, ni el “apoyo de los independentistas” lo que les mueve. Es pura y simplemente su incapacidad por acceder al gobierno de su España deseada. Una insolvencia ganada a pulso por la falta de empatía de los populares con el resto del abanico partidario. Esta “soledad” que les lleva a fracasar, contrasta con la posibilidad cierta de que el Partido Socialista, segundo en el ranking electoral, pueda tener éxito en la investidura de su candidato Pedro Sánchez.
Esa es la razón fundamental de la desaforada campaña orquestada por el Partido Popular, un partido que no se cansa de repetir que “ganó las últimas elecciones” pero que no concita más apoyos y alianzas que los que le brindan los representantes de la derecha extrema.
Es la frustración de quien quiere pero no puede, quien se siente derrotado pese a ser el primero, quien piensa que su opción tiene una superioridad moral y de legitimación que le hace merecedor de presidir el gobierno del Estado, convirtiendo a quien no le apoya en “enemigo” de España. Es esa su estrategia, si lo que necesitan es utilizar un tono “levantisco”, propio de quienes no creen en la democracia, lo emplearán sin rubor, a riesgo de fomentar el odio y de dañar notoriamente a la convivencia.
Ya lo sugirió Aznar cuando pidió la movilización de la sociedad civil contra la amnistía. El expresidente que llevó a España a la guerra de Iraq calificó a Pedro Sánchez de “peligro para la democracia”, arengando a los simpatizantes del partido conservador a “no inhibirse” ante la actual situación política en el país.
Génova ha utilizado buena parte de su armamento pesado para evitar la investidura. Ha instrumentalizado, una vez más, el poder judicial. Magistrados de vitola conservadora han reactivado repentinamente causas aparcadas imputando de terrorismo a los principales actores del Procés catalá. Inculpaciones a modo de provocación cuya finalidad era torpedear la negociación de Junts y el PSOE.
Representantes caducados del Consejo General de Poder judicial que con total desvergüenza y arrastrando por el suelo su prestigio han forzado una declaración del gobierno de los jueces contra un proyecto de ley –de Amnistía– que ni se conoce, ni se ha presentado pero que tildan de “abolición del estado de derecho”.
No, nada extraña en un país que tiene judicializada la política y politizada la justicia. No causa asombro ver cómo el líder que se pretendía presentar como moderado, invoca a salir a la calle porque “no nos van a callar ni nos vamos a quedar quietos”. Ni causa extrañeza su comparación de la actual coyuntura con los asesinatos de ETA o el golpe de estado del 23-F.
No asombra contemplar a Esperanza Aguirre manifestándose junto a ultras franquistas, en la sede socialista madrileña animando a los tumultuarios a “cortar la carretera”. No impresiona nada, ni tampoco los encapuchados fascistas que jalearon el régimen anterior, ni los eslóganes barriobajeros, insultantes y xenófobos coreados por quienes protestaban “indignados” por la amnistía de una manera “cívica y ordenada” como señalara el siempre verso suelto Borja Sémper.
Nadie ha vomitado ante la estupidez pronunciada por el recién elegido presidente del PP vasco, Javier de Andrés, quien tildó las manifestaciones extremas como “muy buenas” y “sanas”. ¿Buenas y sanas, elogiar a Franco, insultar a la madre de un dirigente político, pedir la prisión del adversario o exigir mano dura contra los “moros”?
Después de decir lo que piensa, De Andrés llegó a la conclusión de que era mejor pensar y luego decir. Así, el político alavés se excusó asegurando que había sido malinterpretado. Pero llovía sobre mojado. Sus primeras declaraciones tras sustituir a Iturgaiz en el PP vasco fueron para acusar al PNV de haberse convertido en unos de los “partidos de más extrema izquierda de Europa”. Lo de la “extrema izquierda” solo se entiende dependiendo de cuanto a la derecha se encuentra quien analiza la posición de los jeltzales. Cuanto más escorado se encuentre a la derecha, más izquierda vislumbrará al PNV.
Nada asusta ni llama la atención. Ni tan siquiera la tardanza del Partido Popular en condenar las manifestaciones con incidentes provocadas por quienes decían protestar por la amnistía. La culpa era de otros. De quienes “vendían” España por seguir en el poder. Los incidentes fueron minimizados. “Pecata minuta”, desórdenes de “baja intensidad” que, según el alcalde de Madrid solo comprometieron la destrucción de “tres contenedores y cinco cubos de basura” por un valor de “2.000 euros”.
Núñez Feijóo, el “moderado”, tardó un poco más en reaccionar. Lo hizo a su estilo, como su paisano Pío Cabanillas a quien nadie sabía interpretar de verdad qué hacía cuando aparecía en la escalerilla de un avión. Lo mismo podía subir que bajar. “La violencia -indicó Feijóo- no tiene cabida en democracia” Pero, acto seguido, matizó: “Y su impunidad, tampoco. Además, no voy a aceptar lecciones de quienes convocaron manifestaciones en las sedes de nuestro partido, hicieron escraches a dirigentes del PP o rodearon el Congreso”, así como tampoco de quienes están trabajando “para que los actos violentos queden impunes”.
La dinámica por tensionar al máximo la actividad política con el desarrollo de acciones de “alto riesgo” no ha concluido. El Partido Popular insiste en agitar las aguas contra el futuro gobierno en ciernes de Pedro Sánchez que contará con el apoyo mayoritario de las fuerzas parlamentarias representadas en el Congreso. Mañana, domingo, Feijóo ha citado a sus fieles a salir a la calle en todas las capitales de provincia del Estado. Su intención es abrir un muro que acose y aísle al “gobierno Frankenstein” aunque para ello se vean obligados a articular una alternativa “Francostein”, una alianza de hierro con los ultras de Abascal.
Para cerrar el círculo de hechos no sorprendentes, es preciso traer aquí una supuesta información publicada por el diario El mundo el pasado lunes día 6. El libelo periodístico se titulaba “El PNV negocia un alivio fiscal a Repsol o Iberdrola para apoyar a Sánchez. “Está sobre la mesa”.
Desconozco cuáles fueron las fuentes de las que bebió El mundo para afirmar tal cosa. Pero es y fue absolutamente falso que el PNV moviera un dedo para beneficiar a las empresas energéticas citadas. Lo publicado huele a basura y El mundo una vez más demuestra su vocación de convertirse en estercolero de la derecha española. Para confirmarlo, basta con contemplar la literalidad del acuerdo suscrito entre Andoni Ortuzar y Pedro Sánchez. Acuerdo transparente y conciso. Como diría Otegi, “primero la patria, luego el partido”.
Lo que sí resulta increíble es conocer a gente que se cree estas imbecilidades. “Expertos” en porquería como Joseba Permach, que en su cuenta de “X” valora la “noticia” como “muy grave” y pide que “la expandamos a los cuatro vientos”. Buen ejemplo de “fake news” para un profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de UPV-EHU. ¿En las manos de quienes está formación de nuestros hijos e hijas?
Solo con lo protagonizado hasta ahora, con su ofensiva político-judicial y con el llamamiento a la “reacción” en la calle, el Partido Popular se merecía el voto contrario a su opción de gobierno. Con los mimbres utilizados por Núñez Feijóo, partidos como el PNV jamás se situarán al lado del PP. Pero el rechazo al PP no implica un apoyo mimético a Pedro Sánchez. Si así ocurre -que ocurrirá- será porque lejos de la exageración y del interés por polarizar a la sociedad con catastrofismos guerracivilistas, socialistas y nacionalistas han hablado, se han entendido y han acordado colaborar. Sin sorpresas y sin ruido. l
Miembro del Euskadi Buru Batzar del PNV