NO han pasado muchos días desde que la tormenta Daniel inundó varias comunidades del Estado español, para que posteriormente tuvieran lugar unas terribles inundaciones en Libia, en un verano en que ha habito récords de altas temperaturas y olas de calor, con un aumento generalizado de las temperaturas de los mares, y cuyos efectos se han agudizado y multiplicado en la situación social, política y económica en que se encuentra el país. Entre tanto, ha tenido lugar en Marruecos un devastador terremoto, el más importante que ha habido en el país según distintos medios. Los terremotos poco tienen que ver con la acción humana, pero sí sus consecuencias. También cómo se gestiona la reconstrucción. En Marruecos, ante la inacción de las autoridades, la población del país se está organizando para enviar ayuda a los pueblos afectados.
Pero hablando de desastres, la palma se la llevan los países más vulnerables. “Entre 2010 y 2020, la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en las regiones altamente vulnerables que en las regiones con una vulnerabilidad más baja”. Esta frase está publicada en el Sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Naciones Unidas (IPCC, en sus siglas en inglés) en marzo de 2022, y viene “como anillo al dedo” para explicar lo que ha acontecido en Libia.
Según los datos del centro nacional de meteorología libio, recogidos por la Organización Meteorológica Mundial, la tormenta Daniel dejó más de 400 litros por metro cuadrado en apenas 24 horas en algunos puntos, una cantidad de agua sin precedentes en los registros de la zona. Las precipitaciones provocaron inundaciones relámpago con la subida repentina del caudal de los ríos extremadamente secos de las zonas desérticas por los que solo discurre agua en temporada de lluvias.
Pero, ¿qué tienen que ver las inundaciones en Libia con el cambio climático? “Será necesario hacer un estudio de atribución específico para ver cómo el cambio climático ha podido hacer más probables episodios como el de Daniel. Pero en cualquier caso el cambio climático hace que tengamos una atmósfera más cálida, capaz de contener mayor cantidad de vapor de agua, y océanos y mares más cálidos que hacen posible que se evapore más agua”, ha declarado a diversos medios de comunicación Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Para el portavoz de Aemet es difícil saber si la frecuencia con la que ocurran eventos como Daniel va a ir a más en el futuro. “Pero sí estamos observando que hay un aumento en la frecuencia de episodios extremos en los últimos años, episodios que ya no están acotados al otoño sino que se producen fuera de temporada e incluso en zonas donde no eran habituales”, añade.
En una entrevista a Nadhir Al-Ansari, experto en recursos hídricos e ingeniería que ha investigado el diseño y la seguridad de las presas, publicada en The Conversation Africa, viene a decir que “las causas de la rotura de las presas en Derba tienen que ver fundamentalmente con las deficiencias e irregularidades que tuvieron lugar en su construcción, y la mala gestión”.
Todo ello me recuerda, salvando las distancias, con las obras de recrecimiento del embalse de Yesa en Nafarroa, que siguen “erre que erre” para adelante, y cuya competencia son del Ministerio de Transición Ecológica y del Reto Demográfico del Gobierno del PSOE.
El pasado 15 de septiembre se conocía que el programa Copernicus, perteneciente a la UE, había confirmado al 100% que las laderas del embalse de Yesa están en movimiento y se deterioran, a pesar de que los trabajos continúan en el lugar.
El programa de observación de la Tierra Copernicus, es una herramienta novedosa muy útil para observar procesos, dinámicas y tendencias en el comportamiento de la superficie terrestre, especialmente adecuado para la prevención de riesgos y la capacidad de adelantarnos a las catástrofes naturales o provocadas.
La historia del embalse de Yesa, como señala la Asociación Río Aragón, que hace seguimiento de dichas obras, ha sido problemática desde sus inicios. A pesar de haberse colocado la primera piedra hace 22 años, siendo entonces Jaume Matas ministro de Medio Ambiente, y, que actualmente cumple varias condenas por corrupción, en 2013 se detectaron deslizamientos en las laderas del embalse. Estudios subsiguientes revelaron que el área afectada alcanza los 237.418 m2 y una profundidad máxima de 117 metros, implicando un volumen de 11.900.000 m3.
Estudios posteriores del Gobierno de Nafarroa (Geoconsult), Ayuntamiento de Sangüesa (Ingeotyc) y Colegio de Ingenieros, Canales y Puertos han tenido que reconocer que, lejos de los reiterados anuncios de estabilidad, las laderas de Yesa se mueven con total certeza y nadie puede asegurar que a futuro estos movimientos, en episodios de lluvias intensas o sismos, puedan derivar en catastróficos.
Ahora con la nueva herramienta Copernicus se ha podido saber, que estos resultados se ven confirmados e incluso agravados. Con ella se corrobora que la masa deslizada se sigue deteriorando, debido principalmente a cuatro procesos simultáneos: Rebote elástico (al haber quitado peso) en la zona alta con hundimiento en la parte baja; se producen movimientos horizontales hacia el oeste aguas abajo y hacia el este aguas arriba; los ciclos embalse-desembalse mueven el terreno arriba y abajo y con la pendiente reptan; y se van formando más zonas de fricción, tensión y fractura en el seno de la masa deslizada”.
Tampoco parece decirles nada que no va a haber agua para llenar Yesa en la situación de emergencia climática en la que vivimos. Pronunciar cambio climático es decir menos disponibilidad de agua, y eso ya está ocurriendo en el embalse de Yesa. Lo lógico sería aplicar el principio de precaución, por razones de seguridad y no poner en riesgo a miles y miles de personas que viven en la zona, y para no seguir despilfarrando más dinero público en unas obras que no tienen ningún sentido cuando no hay agua para llenar Yesa, y, por tanto, para promover nuevos regadíos.
Por otra parte, el presupuesto ha pasado de 113 millones de euros por el que se adjudicó la obra a los 500 en 2023 –un sobrecoste del 400%– estando la fecha prevista de entrega para 2027, según declaraciones de Dolores Pascual, presidenta de la Confederación Hidrográfica del Ebro, realizadas el 9 de marzo del presente año, lo cual indica cómo va subiendo el despilfarro económico con dinero público, siendo la inestabilidad de sus laderas la causa principal del retraso de una obra que ha pasado por un baile incesante de fechas de finalización (2006, 2009, 2015, 2017, 2019, 2020, 2021, 2023, 2024 y ahora 2027), y que un eventual colapso provocaría una catástrofe que arrasaría la ribera del Aragón y del Ebro.
Ya es hora de enterrar el recrecimiento de Yesa, y no seguir despilfarrando más dinero público, y poner en riesgo a miles de personas.
Experto en temas ambientales y Premio Nacional De Medio Ambiente