Son muchas páginas las que ya se han escrito sobre la situación y el devenir del Sahara Occidental desde su abandono por España, en 1975. Desde entonces, Rabat ha querido imponer su ley, sus razones y su voluntad de hierro, sin preocuparse en absoluto por el futuro y aspiraciones de la población autóctona. Más grave aún, de los tardíos procesos de descolonización que se dieron, éste se lleva la palma en la inacción de las Naciones Unidas.

Únicamente la intensa, aguerrida y pertinaz lucha del Frente Polisario por la supervivencia de los saharauis ha sido como un grito del desesperado, ante las ingentes dificultades encontradas para reivindicarse. Cuando, finalmente, en 1991, la ONU aprobó la misión de paz Minurso, con el fin de allanar el terreno para un posible referéndum de autodeterminación, pareció abrirse un fugaz resquicio para encontrar una vía que atendiera la naturaleza del conflicto y ofreciera la anhelada solución. Fue un engaño.

El Frente Polisario asumió incautamente el alto el fuego como una oportunidad y Marruecos ha sabido dilatarla en el tiempo hasta asegurar sus posiciones en el territorio. Rabat, después de todo, siempre ha tenido la sartén por el mango, considerando el Sahara de su propiedad, sin importarle los saharauis, que viven como ciudadanos de segunda (sin olvidar que miles de ellos malviven en los campos de refugiados de Tinduf, Argelia).

En último término, la monarquía alauí prometió una autonomía para el territorio. No es más que una simple cortina de humo. Un país que no es un Estado de derecho es difícil que pueda tratar de una forma digna a un territorio al que explota como una colonia.

Sin embargo, la brutal estrategia marroquí de imponer su voluntad en el Sahara ha sido articulada, a su vez, en los últimos años con otra más hábil y sutil en el ámbito internacional. Su lucha contra el yihadismo le ha valido el respaldo de Estados Unidos (en 2020, la Administración Trump reconocía su soberanía sobre el Sahara) y simpatías entre varios miembros de la Unión Europea (UE), precisamente España, debido al tema migratorio.

Ahora bien, a nivel internacional, Naciones Unidas todavía considera al Sahara territorio no autónomo y lo mismo hace la Unión Europea. Sin ir más lejos, en 2021, el Tribunal General de la UE anulaba el acuerdo alcanzado el materia pesquera con Rabat, al considerar que se extendía por aguas que no le pertenecían, precisamente, por las costas del Sahara. Que este acuerdo, que justo expiraba el pasado 17 de julio, señala la justicia europea, debía haberse tenido en cuenta a los saharauis. Aunque el fallo ha sido recurrido tanto por España como Marruecos, y todavía no se ha dictado la sentencia firme, no se ha negociado su prórroga.

Desde luego, se puede considerar que para el Frente Polisario, que controla el 20% de su territorio, es una gran victoria táctica. Incluso ha ofrecido otorgar licencias de pesca a la autoridades españolas, pero ni desde Madrid ni Bruselas se ha dado ningún paso en aceptarlas, porque no se lo han tomado en serio. Saben que Rabat no les daría ningún valor y sería contraproducente en sus relaciones.

Hasta la fecha, la UE ha llegado a distintos acuerdos pesqueros con Marruecos, dejando, hipócritamente, al margen la cuestión saharaui, a pesar de que la doctrina de Bruselas es clara: apoyar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero no parece que esta situación vaya a afectar a Marruecos ni en sus políticas con respecto al Sahara ni en su relación con la UE. De hecho, ha desarrollado su propio sector pesquero, incrementando sus exportaciones. Y ha suscrito otros acuerdos con países como Rusia o China, que no van a tener tantos escrúpulos ni reticencia alguna a la hora de pescar en aguas jurisdiccionales del Sahara.

Mientras Marruecos juega sus bazas de una manera hábil y torticera, permitiéndole fortalecer su posición sobre un territorio ocupado por la fuerza desde hace cerca de medio siglo, ha visto como su plan maestro ha sido ahora apoyado por... Israel, que acaba de reconocer su soberanía sobre el Sahara. Precisamente, el otro país que sostiene vivo uno de los conflictos más gravosos, injustos e inhumanos heredados del último siglo.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha anunciado que abrirá, al igual que otra treintena de países, en la localidad de Dajla un consulado. Paradojas de la historia: Rabat, como el conjunto de países musulmanes, ha sido contrario a las políticas de Tel Aviv respecto a los palestinos. Pero el contexto ha cambiado en los últimos años. Tras el reconocimiento del Estado hebreo por Egipto, en 1979, Jordania, en 1994, más recientemente Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, en 2020, se han sumado a este hecho en los Acuerdos de Abraham.

No hay duda de que la posición de Israel en Oriente Medio es más solvente, habiendo establecido relaciones diplomáticas con países vecinos, que antaño comportaban una amenaza. Y, así, la causa palestina ha dejado de ser la causa árabe y ha quedado como un escollo que se ve apoyado, únicamente, por organizaciones fundamentalistas o yihadistas.

Esta relación bilateral arrancó en 2020, auspiciada por la Administración estadounidense de Donald Trump, precisamente, en materias de seguridad y acuerdos comerciales. De hecho, al reino alauí llegan 200.000 turistas hebreos cada año. Pues cerca de 700.000 israelíes son de origen marroquí. Para Rabat, esta buena sintonía, además, le reporta contar con el avanzado armamento israelí en su lucha contra el Frente Polisario, gracias al suministro y adquisición tanto de tecnología militar, como de misiles o drones.

Resulta evidente aquí que los intereses egoístas de los países son más relevantes que el mantener de forma firme y coherente los compromisos con los derechos humanos y la garantía de los pueblos. Claro que, mientras la ONU sea un organismo al servicio de las grandes potencias, el conflicto del Sahara o el palestino sólo parecen encaminarse hacia un mismo rumbo: morir de inanición. Hasta que estas entidades nacionales queden reducidas a polvo y, finalmente, tanto Marruecos como Israel se hayan salido con la suya… l

Doctor en Historia Contemporánea