EN 1978 el diputado de la UCD, y futuro fundador de UPN Jesús Aizpún dijo refiriéndose a Nafarroa que “nosotros nunca hemos accedido a la autonomía, hemos descendido de la soberanía hacia la autonomía. No tenemos facultades otorgadas, sino que tenemos facultades originarias”. Partiendo de la acertada frase del señor Aizpún se ve con claridad meridiana las dos posturas forales que existen y que definiré siguiendo las tesis del profesor Gregorio Monreal, como Pactismo Mayor o reintegracionista y el Pactismo Menor o constitucionalista. El primero busca recuperar ese “descenso a la soberanía” consiguiendo con ello una relación bilateral con el Estado, y el segundo defiende esas “facultades originarias” para buscar un encaje autonómico singular pero que no cuestione la soberanía única española que define la Constitución. Ambas igual de legítimas.

Partiendo de este preámbulo marco, tengo que decir que hablar de la Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral de Navarra (Lorafna) sin mencionar cómo se gestó la Disposición Adicional 1ª de la Constitución (DA1ª) donde esta se asienta es dejar el relato a medias. Ese relato comienza tras las elecciones constituyentes de 1977 donde se produce una importante reunión entre Arzalluz (EAJ-PNV) y Herrero de Miñón (UCD) en la que el primero le hace una propuesta al segundo que éste acepta. En resumen, se derogaba la Ley de 1839 de “Confirmación de Fueros” y se establecía un nuevo pacto con la Corona en la que los Territorios Forales obtendrían la Reintegración Foral Plena estableciendo con ello una verdadera relación bilateral con el Estado. O, dicho de otra manera, España se convertía en un Estado confederal con más de una soberanía en su interior. Este planteamiento reintegracionista chocó con el que había diseñado Jaime Ignacio del Burgo, y que, con los diputados salidos de las elecciones del 77, hará que el Congreso pase de esa propuesta a las posturas del Pactismo Menor.

La proposición pasó al Senado y allí el PSOE de Peces-Barba aceptó una enmienda del Grupo vasco compuesto entre otros por los senadores Manuel de Irujo y Gregorio Monreal, que volvía al planteamiento inicial reintegracionista. Ni que decir tiene que eso preocupó mucho a Del Burgo, que encauzó nuevamente la situación en el Congreso dejando la DA1ª tal y como la conocemos actualmente.

En los cuatro años transcurridos entre la aprobación de la Constitución y la entrada en vigor de la Lorafna pasan muchas cosas, entre ellas las elecciones forales de 1979 del que saldría la Diputación que habría de negociar el régimen autonómico de Nafarroa. Conviene recordar que este primer parlamento era muy distinto al actual al no haber circunscripción única sino por merindad, eligiendo al presidente entre los diputados más votados por cada merindad. Así fue elegido Jaime Ignacio del Burgo como presidente con cuatro votos de tres cuando en el Parlamento UCD y UPN no llegaban a la mayoría absoluta.

La errónea estrategia del nacionalismo vasco a la hora de presentar listas diferentes en Pamplona capital y merindad facilitó que Del Burgo fuera el más votado en la circunscripción capitalina. Con ello se cambió la correlación de fuerzas que, junto con la existente en el Parlamento y la postura del PSOE en esos momentos, hubiera variado los derroteros de la futura negociación con el Estado. Por lo tanto, el proceso no fue, ni mucho menos, tan determinista como algunos argumentan siendo la clave el cambio de 180° operado por el PSOE en esos cuatro años para que al final Nafarroa buscara sola su autonomía.

A finales de 1980 se creó la Comisión negociadora entre UCD, UPN y PSOE excluyendo al nacionalismo vasco y todas sus aportaciones. Finalmente, se llegó a un acuerdo con el Gobierno cerrando de esta manera la actualización del régimen foral en la misma fecha en la que entró en vigor la Ley de 1841 y sin renunciar a cualquier derecho, originario e histórico que pudiera corresponder a Nafarroa.

Con respecto al contenido hay dos luces capitales en la Lorafna, la primera es que está incardinada exclusivamente en la DA 1ª evitando una mezcla híbrida con el Título VIII de la Constitución al descansar únicamente en el reconocimiento del hecho foral. Esta propuesta salió de la mente de Jaime Ignacio del Burgo y es justo reconocérselo porque en este caso fue un gran acierto. Pero no es menos cierto que la Lorafna se apoya en la DA1ª negociada por el nacionalismo vasco democrático con el Gobierno de Suárez. Así pues, el actual autogobierno de Nafarroa es fruto de la intervención de las dos tradiciones forales de Nafarroa, la reintegracionista y la constitucionalista, pero sin que ambas fueran a una.

La otra luz fundamental de la Lorafna es que Nafarroa sigue recaudando el 100% de sus impuestos siendo, junto con Araba, Bizkaia y Gipuzkoa las únicas entidades que sin ser un Estado independiente ni tener asiento en la ONU poseen dicha facultad. Sin duda, hay más luces, pero estas son, a mi juicio, las más capitales en las cuales se expresa como en ningún sitio la singularidad foral.

En el capítulo de sombras, la primera que observo fue no someter a la Lorafna a un referéndum ratificatorio perdiendo la oportunidad de refrendar una actualización tras más de 140 años de vigor de la anterior ley. Este hecho hubiese supuesto un espaldarazo incuestionable a la legítima aprobación del Parlamento de Nafarroa elegido en 1979, y formado por partidos en los que solo, según Jaime Ignacio del Burgo, la UCD defendía la Lorafna en 1979. Vistas las posturas del PSOE hasta hacía cuatro días, sin duda hubiese despejado cualquier duda.

Referéndum aparte, considero también como sombra lo que el Pactismo Menor cree que es su principal fortaleza; y es que la Lorafna no pueda ser cambiada unilateralmente por el Estado o Nafarroa. Teóricamente esto es así, pero cuarenta años de ejercicio de Legislación Básica del Estado y de sentencias constitucionales muy cuestionables han ido vaciando aspectos importantes de la Lorafna sin tocar una sola coma de su texto original. Texto cuyo desarrollo competencial sigue sin ser cumplido cuarenta años después faltando de transferir, entre otras, tráfico, I+D+I, o el régimen económico de la Seguridad Social.

Termino mirando a futuro. Un futuro en el que podemos hacer dos cosas; seguir dando vueltas a la misma noria esencialista, o tratar de buscar un acuerdo más amplio desde Nafarroa, para Nafarroa y con Nafarroa en aquello que genera más consenso, el autogobierno. Un autogobierno que es patrimonio inmaterial de toda la ciudadanía y que debe ser el eje en el que, desde el respeto absoluto a las dos tradiciones forales, se trabaje de manera conjunta un nuevo pacto político consensuado. En los cambios de época pasados no nos fue bien yendo divididos, y en este que estamos viviendo tenemos la fortuna de tener una abrumadora mayoría política para tejer nuevos pactos que nos protejan y nos hagan más fuertes.

Debemos aprovechar esta nueva oportunidad. Por Nafarroa.

* Autor del libro ‘Navarra, ¿Por qué no es un Estado?’