EJAMOS atrás un año maldito. El año en el que tuvimos que encerrarnos en casa durante dos meses, ponernos mascarillas, dejar de viajar o hacer vacaciones, dejar de juntarnos con las amistades para cenar o para hacer planes lúdicos. Un año en el que se suspendieron las fiestas de los barrios y pueblos, las celebraciones. No pudimos ir a conciertos, a ver partidos de fútbol u otros deportes, ni nuestra juventud pudo participar en las competiciones deportivas. Hemos tenido que celebrar las navidades de aquella manera. Y, lo peor de todo, quien más quien menos tenemos personas cercanas que, afectadas por el dichoso virus, nos han dejado a lo largo de este fatal 2020.

Además, durante estos últimos meses muchas personas han sufrido las consecuencias económicas de la crisis vivida: quienes han sufrido ERE, han perdido sus trabajos, han tenido que cerrar sus negocios, o mantenerlos abiertos pero en una situación límite. Mención aparte precisa el sector de la hostelería: bares, restaurantes, hoteles y locales diversos han caído en picado y tienen que hacer malabarismos para seguir existiendo.

Llevamos meses pensando que necesitamos pasar página. Nunca un año deseó ser despedido tanto como 2020 lo ha sido. Queríamos que se fuera de una vez, y poder iniciar un 2021 que nos traiga aire fresco y nos ayude a recuperar la salud, la libertad y el bienestar.

Los deseos y propósitos que durante estas fechas solemos tener este año se concentran y aúnan en torno a las mismas cuestiones, comunes para la mayoría de quienes hemos vivido lo anterior. Así, deseamos que 2021 sea el año de la salud, en el que las vacunas nos aseguren que dejemos de tener que repasar diariamente las cifras de personas fallecidas o ingresadas. Que sea el año en el que podamos retomar la vida social, las celebraciones familiares, sociales o festivas. Que sea el año de los eventos públicos celebrados de nuevo colectiva y presencialmente. Y, sobre todo, el año de los reencuentros, del contacto personal, de los abrazos, de los besos, del roce humano. Sin mascarillas, sin distancias de seguridad, sin hidrogeles, sin normas que minen nuestra libertad de movimiento y de acción.

Sin embargo, todavía no vemos clara la salida del túnel. Deseamos y creemos que todo lo anterior llegará, pero todavía no va a ser. Estamos en un momento en el que es necesario mantener la esperanza, la fe en la llegada próxima de la normalidad, esa normalidad que nos haga volver a disfrutar de lo que nos ha sido negado durante el último año. Para ello, sabemos que debemos hacer un último esfuerzo, unos pocos meses más, para asegurar que el virus deje de condicionar nuestra vida como lo ha hecho. En este tiempo, deberemos seguir cumpliendo con las medidas que sabemos son eficaces contra los contagios.

Nos espera un último esfuerzo, como cuando estás finalizando una carrera y ves ya la meta pero los últimos metros se te hacen interminables. Sin duda, nos va a ayudar a recorrerlos la convicción de que la meta está ahí. En este caso, la meta es saber que pronto volveremos a disfrutar de nuestra vida normal, que todo pasará, que volveremos a vivir como antes lo hacíamos. Confiar en que toda mala época tiene su final y que tras la tempestad volverá la calma. Pensar que podremos volver a sonreír y vivir de nuevo y que recordaremos este 2020 como aquella época que nos cambió la vida y nos hizo sentirnos mucho más frágiles.

Sabemos que esta mala época pasará a formar parte del pasado. En 2021 viviremos este paso adelante. Por eso, este año más que nunca, ¡feliz año nuevo!

* Doctor en Psicología y profesor de Ciencias de la Salud de la UPNA