ESULTA descorazonador que el próximo acuerdo para la aprobación del presupuesto español vaya a tener como protagonista especialmente controvertido a EH Bildu, y que tal acuerdo -entre PSOE, EHBildu y otros- vaya a ser bendecido precisamente por alguien que, habiendo pertenecido a ETA (pm), cuando su organización terrorista abandonó la lucha armada, recién estrenada la democracia, decidió integrarse en la otra ETA, la militar, que mató a casi un millar de personas mientras todos (o la inmensa mayoría) los españoles construíamos el tiempo nuevo, en medio de incomprensiones y angustias, atemorizados por unos terroristas sanguinarios. Cierto es que ETA anunció el cese de la lucha armada, pero más por miedo y recato que por convencimiento, de modo que el brazo político de la organización terrorista -EH Bildu en su última versión- no ha sido capaz aún de hacer un pronunciamiento solemne en contra de la violencia y el terrorismo. Los muertos, las extorsiones, los atracos y el miedo que infligió ETA a los vascos y vascas no han alcanzado aún una condición inhumana suficiente como para que los dirigentes de la mal llamada "izquierda abertzale" se vistan de humanidad y dignidad para aceptar que el terrorismo etarra fue una brutalidad y una ignominia. Les ha faltado dignidad para convertir su grito de guerra -"ETA, mátalos"- en una petición de perdón y de conmiseración.

La aprobación de los estos presupuestos no acontece en un momento cualquiera. Se trata de un periodo caracterizado por una serie de circunstancias bien diferentes. El gobierno está compuesto por un partido serio (PSOE), que fundamenta sus acciones en una ideología progresista amplia y en una experiencia suficientemente solvente, y una formación inexperta y atrevida (Unidas Podemos), que cree que una "revolución", para que pueda triunfar y ser útil, solo requiere de la arrogancia y el atrevimiento de quienes la impulsan. Este tipo de uniones solo suelen ser posibles en momentos de inestabilidad política como el que actualmente vivimos en España, en cuyo mapa parlamentario son demasiados los grupos poco experimentados y escasamente ideologizados. Nuestro mapa parlamentario cuenta con demasiados representantes a los que no les soporta ninguna ideología o partido político concreto. Se trata, en varios casos, de formaciones surgidas de movimientos ciudadanos, de ámbito gremial o regional, cuya fuerza queda diezmada por su escasez numérica. Y, por si fuera poco, una de las fuerzas políticas que forman el ejecutivo se va deshilachando y debilitando porque el líder máximo -y vicepresidente del gobierno- ha provocado debates y discusiones tan desordenadas como improcedentes.

Y bien. Hay quien piensa que los tiempos están como para filigranas dialécticas y debates ideológicos. Pero no. Lo evidente es que los tiempos están como para forzar encuentros entre diferentes salvo que aún queden desalmados ignorantes de esos que piensan que "cuanto peor, mejor". Sin embargo, hay quien cree que es su tiempo -Pablo Iglesias- y en un alarde de irresponsabilidad e insensatez quiere llevar a Pedro Sánchez, y al PSOE, a un lugar que el PSOE debe evitar a toda costa. En este tiempo de incertidumbre no se puede, ni se debe, forzar la discusión. No se debe forzar en el ámbito español, en dónde debe buscarse un acuerdo cuanto más amplio y diverso, justamente después de que los descarados de Vox fueran avergonzados, incluso por el PP, al que ellos estaban retando con su moción de censura. El PP respondió con contundencia, pero de nuevo se ha desinflado, agobiado por su obsesión de desalojar a Sánchez de La Moncloa. No es tiempo para propiciar reyertas gratuitas, propias de mozalbetes escasamente experimentados como Casado. Con el panorama que he venido dibujando, el futuro se muestra escasamente esperanzador, pero lo es aún menos cuando se avecina un debate en torno al posible Presupuesto General en el que la presencia de EH Bildu (y de ERC) puede convertir el Congreso de los Diputados en un Patio de Monipodio.

¡Hablemos de Euskadi! En Euskadi están de moda varias cosas. En los últimos tiempos, coincidiendo con el Día de la Memoria, nos hemos acordado de que ETA existió, de que son muy pocos los días en el calendario en que no tengamos que conmemorar el aniversario de algún atentado mortal y de que quizás por casualidad han surgido en los últimos tiempos todo tipo de noticias que recuerdan a aquellas manifestaciones multimillonarias en las que los vascos voceábamos una consigna, tan venial, que parecía solo un ruego: "¡Basta ya!". Personas de conductas intachables fueron juzgadas (¿juzgadas?) por tribunales populares, en sedes desconocidas y fueron declaradas "culpables". A quienes ejecutaban entonces aquellas sentencias se les recibe ahora con boato y se les deja pasear por las calles por las que hicieron que dejaran de pasear sus asesinados. Esto está ocurriendo mientras Arnaldo Otegi se erige en negociador de presupuestos, y se sienta a firmar acuerdos en los días que le dejan libre los "ongi etorris" con que son recibidos los asesinos cuando regresan.

No solo eso, de pronto surge un grupo de sacerdotes vascos -al parecer mucho más abertzales en el peor de los sentidos, que vascos- que ponen el grito en el cielo para proteger a un cura, de los suyos, que prefirió encontrar razones que justificaran a los asesinos que conmiserarse con los asesinados y sus familias. Detrás de ellos, tres organizaciones que se califican como cristianas (Comunidades Cristianas Populares, Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria y Herria 2000 Eliza) que ejercieron papeles eficaces y muy útiles cuando algunos etarras se ocultaban para protegerse incluso en sacristías y demás espacios religiosos. Ahora que las pistolas no chisporrotean y las bombas permanecen ocultas bajo capas de musgo y hojarasca, en lugares secretos, ETA permanece en el recuerdo de todos, sin que quienes la activaron y la mantuvieron activa sean capaces de pedir perdón. De vez en cuando, el testimonio de algún familiar nos traslada en el tiempo y nos recuerda aquel otro en que la tristeza siempre se aderezaba con la soledad. De modo que ahora, leyendo testimonios tan veraces y tristes como los contenidos en el libro Patria de Fernando Aramburu, aún afloran algunas lágrimas que abrillantan nuestros ojos y nos llenan de dolor, entre otras cosas porque fueron otros los afectados, pero podíamos haber sido nosotros.

El libro de Aramburu, lo mismo que otros documentos, publicaciones y testimonios, contiene muchas razones para que pensemos en el futuro, por eso conviene construirlo sobre bases sólidas. No es tal ese "olvido" que vienen deseando quienes protagonizaron aquel tiempo€ Porque les falta honor y valentía, les sobra la desidia y el desentendimiento de los que creen que todo tuvo su justificación, aunque no encuentren palabras, ni semblantes, para ponerse al frente de los ajusticiados.

Y bien, ahora, EH Bildu va a hacer un favor al gobierno votando a favor de los presupuestos españoles. ¡Sí, presupuestos españoles! ¡Quién lo iba a decir! ¿Será un modo de acercarse al PSE-PSOE por si llega el momento en que una suma diabólica sea capaz de alcanzar una mayoría "malsana" en el Parlamento Vasco? Como socialista convencido, y vasco igualmente convencido además de español, el apoyo de EH Bildu a los presupuestos españoles lo tomo como una decisión exclusiva de Otegi y los suyos. Inevitable si responde a su voluntad, pero indigna si ha obedecido a cualquier tipo de negociación. Su apoyo presupuestario me parece tan gratuito y absurdo como si hubieran sido Abascal y Vox los que lo votaran. El asunto resulta mucho más curioso si añadimos que acontece en el tiempo con el traslado de un ramillete de presos etarras a cárceles cercanas a Euskadi, entre ellos a quien asesinó al concejal del PP de Sevilla Alberto Jiménez Berrocal y a su esposa. Este tipo de coincidencias y casualidades terminan por emborronar algo tan humano como la rehabilitación y recuperación de los presos. Casi seguro que tendremos presupuestos. Ahora se trata de hacer patente el honor y el respeto.

* josumontalban@blogspot.com