UNO de los rasgos más originales de nuestra vida política, bastante movida últimamente, es la relevancia que tienen los mensajes que el titular de la Corona emite anualmente coincidiendo con el inicio y el final de las fiestas navideñas: el primero en la misma noche de Navidad y el segundo con motivo de la denominada Pascua Militar, el día de Reyes. A diferencia de otros países, en los que (donde los hay) no pasan de ser actos meramente protocolarios para felicitar el nuevo año, aquí se les confiere una relevancia política que incide de lleno en la actividad de los partidos y en el curso del proceso político. Basta con pasar revista a los comentarios de todo tipo que los medios de comunicación les dedican; pero más que los mensajes reales en sí mismos, que no ofrecieron novedad alguna, lo que sí es realmente revelador son las reacciones que ante ellos se dieron por parte de las distintas formaciones políticas.

Este año, además, los mensajes reales coincidieron en el tiempo con los momentos decisivos de las negociaciones para la formación del nuevo gobierno y, en el caso de la Pascua Militar (el día de Reyes), esta se inercaló entre la primera sesión parlamentaria de investidura (días 4 y 5) y la segunda (día 7), lo que ha contribuido a que ambas cuestiones -mensajes reales e investidura y formación del Gobierno- hayan acabado mezclándose, aun siendo temas de naturaleza muy diferente. En cualquier caso, lo que interesa reseñar es que los mensajes reales tienen aquí un impacto político que no tienen en otros lugares y que, como los hechos muestran, son un indicador muy cualificado para poder conocer mejor cuál es la situación y cuáles las posiciones de las formaciones políticas; no tanto por el contenido de los mensajes reales como por las reacciones a que dan lugar.

Conviene, antes de continuar, hacer un breve apunte sobre su significado y sentido desde una perspectiva constitucional. Hay que constatar, a este respecto, que los textos constitucionales de las Repúblicas, tanto las presidenciales como las parlamentarias, contemplan entre las funciones del jefe del Estado los mensajes, de contenido netamente político, a las Cámaras parlamentarias. Tal es caso del presidente de Estados Unidos (art. 2, sec. 3), especialmente en su mensaje anual (dentro de unos días) sobre el Estado de la Unión, en el que hace balance del año anterior y fija la orientación para el próximo. Asimismo, el del presidente francés, no solo en su alocución con motivo de la fiesta nacional (14 de julio) sino también ante las Cámaras de acuerdo con la Constitución, que lo prevé expresamente (art. 18). También, aunque de forma distinta, en una República parlamentaria como Italia, donde el presidente de la República tiene un ámbito propio de intervención política que la Constitución delimita y en el que se prevé expresamente (art. 87) la facultad de dirigirse a las Cámaras mediante mensajes.

No es este el caso, sin embargo, en nuestro sistema político, ni en las monarquías parlamentarias en general, en el que el rey carece de poderes -la Constitución no utiliza en ningún momento la palabra "poderes" para referirse a las funciones que desempeña el Jefe del Estado- y no tiene iniciativa política alguna ni puede, por tanto, transmitirla a través de sus mensajes, ni con motivo de las fiestas navideñas ni en ningún otro momento. Además, en nuestra Constitución no hay alusión alguna, a diferencia de los textos constitucionales precitados, a los mensajes entre las atribuciones del jefe del Estado. De acuerdo con estas premisas, que son las propias de una monarquía parlamentaria, no hay que buscar en los mensajes reales iniciativas, propuestas ni orientaciones políticas, que corresponden única y exclusivamente al Parlamento y al Gobierno, tanto a nivel estatal como autonómico en sus respectivos ámbitos competenciales.

Interesa hacer estas observaciones porque a la recurrente polémica que todos los años se produce sobre el mensaje real navideño, que tampoco ha faltado este año, se ha añadido, dada la coincidencia con la investidura, la trifulca parlamentaria sobre el rey, lo que ha contribuido a animar más las cosas. Un año más hemos podido contemplar el denodado empeño por parte de los principales representantes de las formaciones políticas por glosar las palabras regias para hallar en ellas la confirmación de sus posiciones, lo que puede ser comprensible para reafirmarse ante la propia peña, pero para nada más. Un empeño que no deja de ser, en el mejor de los casos, baldío y completamente inútil porque los mensajes reales, en especial los navideños, no pasan de ser un compendio de lugares comunes que no dicen nada sobre el tratamiento y la solución de los problemas que tenemos planteados. Y, dicho sea de paso, mejor que sea así porque lo que sería realmente problemático es que el rey dedicara sus mensajes a transmitirnos sus ideas (y las de sus círculos más próximos) sobre cómo hay que afrontar la situación actual o, por poner algunos ejemplos de actualidad, sobre cómo hay que encarar la necesaria reforma en profundidad de las relaciones laborales, de la fiscalidad?

No deja de llamar la atención la radicalidad con la que se ha defendido al rey en las sesiones parlamentarias de investidura, emulando en versión castiza el célebre y clásico God save the King mediante la profusa reiteración de encendidos vivas al monarca. A lo que habría que añadir también, en versión más políticamente correcta, las recriminaciones al candidato a la investidura por no haber defendido en sede parlamentaria al rey con mayor ardor.

Esta trifulca en el Congreso con motivo de la investidura ha tenido también efectos colaterales sobre el otro mensaje real, el de la Pascua Militar, que todos los años daba lugar a amplios comentarios en los medios y que este año ha quedado eclipsado. No deja de llamar la atención, en cualquier caso, que todos los medios de comunicación hayan coincidido en destacar, en relación con el mensaje real de la Pascua Militar de este año, que las Ferzas Armadas están alineadas con la Constitución; lo que no sabe uno si puede tomarse como un factor tranquilizante o todo lo contrario, porque es sabido que las explicaciones no pedidas sobre cosas que son, o deberían ser, evidentes, suelen revelar que la situación dista de estar plenamente normalizada. ¿Alguien se imagina que el jefe del Estado francés, por poner un ejemplo cercano, afirme con motivo de un mensaje presidencial que las FF.AA. están con la Constitución?

Hemos finalizado el año que acaba de concluir hace unos días polemizando sobre el mensaje real navideño y hemos iniciado el nuevo año con las más acaloradas trifulcas parlamentarias sobre la investidura y la confección del nuevo gobierno que, por fin, acaba de ser formalizado. Además de iniciar un nuevo año, en esta ocasión iniciamos también una nueva legislatura y estrenamos un nuevo Ejecutivo, que ya no va a ser "en funciones". Y si no surgen sorpresas imprevistas, que dada la situación no son descartables, hasta se podria contar próximamente con nuevos Presupuestos, lo que permitiría empezar a funcionar con una normalidad institucional que no se ha tenido desde hace tiempo. Solo faltaría, para empezar bien el año, que seamos capaces de centrar la atención a lo largo de la legislatura que ahora comienza en cosas más serias que las polémicas sobre los mensajes reales y que lo hagamos sin tener que recurrir a las trifulcas parlamentarias a las que hemos asistido últimamente.

* Profesor