LAS habrán sacado influidos, como siempre, por las interesadas interpretaciones de los diferentes líderes y partidos que, indefectiblemente, nos atormentan con sus precisiones e imprecisiones. Yo también soy uno de esos entusiastas intérpretes de la realidad, si bien para hacerlo procuro despojarme de mi adscripción partidista, aunque no de mi ideología, que es mi acompañante más incondicional.

Hemos vivido dos meses sumidos en incertidumbres y, curiosamente, en tan escaso tiempo se han producido algunas variaciones importantes aunque mantengan unas características comunes. Esto no supone ninguna sorpresa, porque quienes intentamos observar la realidad y los cambios que acontecen en ella nos encontramos muy a menudo con el mismo panorama. Observando, en un primer vistazo, cabe hablar del éxito (comedido) del PSOE, del éxito (incuestionable) del PNV, del éxito (algo apurado) de ERC en Cataluña, del fracaso (anunciado) del partido de Pablo Iglesias Turrión -que no Posse-, de la mejoría dentro de su gravedad del PP, de la anodinia nada significante de C’s a pesar de que sus líderes no ofrecen nada nuevo ni consistente, y por fin de la cobardía de los líderes políticos, unos y otros, que muestran una euforia desatada cuando triunfan pero apenas se abaten cuando son derrotados. El guión siempre es el mismo: la euforia se muestra con los rostros risueños que denotan alegría y los brazos levantados y coronados por los puños apretados que quieren dar a entender fortaleza. En otro lado, los derrotados suelen aminorar sus derrotas con interpretaciones muy benignas y, sobre todo, con promesas de escasa dimensión: “en algo hemos fallado”, “en los próximos días haremos un análisis y tomaremos las medidas pertinentes”?

Cabe sacar algunas otras conclusiones. De ellas destaco una que es la constatación del rotundo fracaso de los planteamientos estridentes y de esas ideologías innovadoras que surgieron al albur de las crisis de los partidos clásicos (PP y PSOE principalmente) afectados por casos de corrupción detectados a destiempo y con mucho retraso. Fue entonces el tiempo de los atrevidos y de los oportunistas. En ambas vertientes surgieron los que querían sacar partido de los errores y de la miseria en que nadan como peces los demócratas amanerados: conforme la izquierda más extrema -es decir, el antiguo comunismo- se iba disolviendo, Podemos emergió como una lancha salvavidas de los más necesitados; y conforme los conservadores iban mostrando su cara menos aceptable -la corrupción-, Ciudadanos tomó la calle tras mostrar una fotografía electoralista en la que su líder Rivera mostraba su cuerpo desnudo para subrayar que llegaba sin nada y sin nada debería irse.

Sin embargo, vivimos en otro tiempo, al parecer. Cuando solo han pasado cuatro días desde el día señalado, los líderes políticos se agitan, pronuncian soflamas que dicen interpretar lo ocurrido desde la sensatez y no desde la avaricia o la tentación del poder, escriben razonamientos y reflexiones que mezclan lo necesario con lo ético, diseñan el futuro de todos dejando los lugares preferentes para sus líderes y para los acólitos más cercanos y obedientes? En las salas de reuniones de las sedes de los partidos políticos se improvisan conciliábulos para diseñar los planes que las cúpulas de los partidos políticos se encargarán de bendecir. Pero las intenciones últimas de los mandamases, nobles o siniestras, bienintencionadas u oscuras, se quedarán en las conciencias, ni siquiera en los burujos de papel que fue usado para combinar nombres y planes imbricados unos en otros hasta el último y definitivo.

Digo esto porque en solo tres días ya han surgido lecturas de los resultados electorales de todo tipo de razón y rigor argumental. Es ya el tiempo en que hay que buscar el poder, esa reserva de sillón presidencial que ha de durar cuatro años durante los cuales habrá que buscar y consumar la fórmula para que se prorrogue el poder otros cuatro años más, y otros cuatro, y otros cuatro, y así sucesivamente por los siglos de los siglos. Es de ver de qué modo la derrota de Manuela Carmena en Madrid, víctima de la suma inmisericorde de las derechas (o derechonas, tres), ha remitido mediante las palabras de Iñigo Errejón, su muchacho del alma, que se ha mostrado dispuesto a reinsertar a una de las derechas (C’s) y recuperarla en el ámbito de los demócratas aceptados. Y cómo el francés (afrancesado, al menos) Valls ha planteado que C’s ayude a la desplazada Ada Colau a continuar gobernando Barcelona desde la razón incuestionable de desposeer del gobierno al representante de una fuerza independentista como ERC. Más cerca aún, cómo los líderes navarros se empeñan en aderezar una mayoría juntando minorías diferentes en ideología y estrategia. Si Geroa Bai ya fue una pequeña componenda para conquistar en su día el gobierno de la Comunidad Foral, ahora en tercera posición solo podrá repetirse la estrategia desde el liderazgo de los socialistas navarros, aunque tal estrategia requiera la abstención y el silencio de EH Bildu. Y no hay contrapartida posible, porque en el Ayuntamiento de Pamplona sería necesario que compartieran bloque de gobierno PSN y EH Bildu, algo que desacreditaría ostensiblemente a los socialistas navarros.

La política, que es el arte de gobernar los Estados y por extensión los pueblos, nos depara bastantes sorpresas y no menos contradicciones. Y en tiempos de tribulación conviene acertar en las conclusiones. La primera de las que yo he sacado es que los resultados de estas últimas elecciones, municipales y regionales, vienen a confirmar y robustecer a los que tuvieron lugar en las elecciones generales de hace poco más de un mes.

El PSOE se consolida mientras todos los demás, -a excepción del PNV y, con reservas, C’s-, se van hundiendo. Vox, aun siendo un factor desestabilizador, no se afianza como la amenaza a la que los políticos pusilánimes temían. El PP frena su desmoronamiento, principalmente de la mano de Vox, siempre que se avenga a aceptar sus apoyos en Madrid y ello a pesar de que su descenso electoral haya sido evidente. C’s se detiene, quizás ya agotado de dar cobijo a quienes, aun comulgando con las tesis de la rancia derecha española, pensaron que no querían ser interpretados como cómplices de la corrupción. Allí donde han concursado formaciones regionalistas discretas (Cantabria, Baleares y Canarias), han sido correspondidas convenientemente por los votantes normales. Podemos no puede porque no está suficientemente preparado para gobernar a todos: su oferta electoral es parcial, indefinida y escasa, además de estar liderada por alguien que no predica con el ejemplo. Los nacionalistas catalanes, aun obteniendo unas buenas cifras, se descalifican a sí mismos víctimas de unos dirigentes juguetones que han convertido a sus votantes en rehenes. Y, por fin, el PNV pasa por un momento dulce al que ha llegado, tras vencer no pocos obstáculos provocados en su propio seno, con la parsimonia propia de los prudentes, de los que conocen sus posibilidades y sus límites.

Esta es mi lectura de los resultados? siempre pensando en el futuro.