HASTA el 2 de mayo estará abierta de brazos la Comisión Europea para recibir su opinión sobre la reforma de la PAC post-2020 y así, en base a la opinión de miles de personas, asociaciones, entidades y lobbies, conformar lo que será el documento de partida para asentar las bases de la política agraria del futuro. El cuestionario, que consta de treinta preguntas, es un documento amplio que aborda diferentes e importantes cuestiones como pueden ser el aumento de la capacidad de recuperación del sector agrario para hacer frente a futuras crisis, la mejora de la red de seguridad, los pequeños agricultores, cambio generacional, acceso al crédito y cuestiones ambientales y climáticas en el marco de los acuerdos celebrados a nivel internacional.

El acceso público a este cuestionario permite que se acerquen al mismo tanto favorables como acérrimos detractores de la PAC y enviando miles de cuestionarios, por muy repes que sean, se intentará influir en la decisión final. Por ello, no me ha extrañado nada saber que en las dos primeras semanas ya han sido recibidos 10.000 cuestionarios rellenados ¡y lo que te rondaré morena! Si nos atenemos a que colectivos ambientalistas, animalistas y otras gentes ya han comenzado a dar golpes al avispero con el firme propósito de llevarse el ascua a su sardina.

Quiero imaginar que colectivos agrarios (sindicatos, cooperativas, interprofesionales, denominaciones...) y responsables políticos del ramo ya habrán empezado a calentar motores para una batalla que pinta larga y dura y, por ello, quisiera sacudir la habitual pereza del sector primario y animarles a que participen haciendo llegar su opinión, inquietudes, necesidades y miedos a los mandamases europeos.

Ahora bien, cuando nos sentemos frente al cuestionario debemos ser conscientes de que nuestra opinión es importante pero, siendo realistas, caer en la cuenta de que el especial momento que vive Europa no es el marco idóneo para una reflexión serena sobre la PAC para el próximo decenio.

La Unión Europea está algo más que gripada tras el golpe del Brexit, doblemente doloroso por inesperado, y con el temor a que dicha gripe se contagie a otros países como Holanda y Francia, con candidatos fachosos claramente favoritos en las encuestas, con una política de refugiados que ha tambaleado los cimientos de la solidaridad europea y que nos ha mostrado que en nuestro club, Europa, albergamos a gente tan impresentable como el primer ministro húngaro Viktor Orban y que, incluso, hasta nuestra Angela (Merkel), frente a lo que muchos creíamos, puede ser vencida por la cuestión de los refugiados.

Si esto fuese poco, queriendo poner orden, sale Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, aprovechando que el próximo 25 de marzo los 27 dirigentes de la UE se encontrarán en Roma celebrando el sexagésimo aniversario de la firma de los Tratados de Roma y pone sobre la mesa el Libro Blanco sobre el Futuro de Europa, donde plantea una serie de escenarios de futuro que van desde el status quo, hasta la marcha atrás, la marcha adelante en varias velocidades o en su caso, todos unidos. ¡Casi ná!

Brexit, posible contagio a otros países, cadena de elecciones estatales, falta de perspectivas financieras plurianuales, refugiados, política inmigratoria, crisis económica, la animadversión de Trump y Putin, el envejecimiento de la población autóctona, las dudas sobre el futuro de la propia UE y otras cuantas cuestiones me traen a la memoria el dicho popular de “a perro flacos todo son pulgas” pero, por mucho que nos duela, éste es el tablero en el que jugamos y las herramientas con las que debemos construir nuestro futuro. Por ello, visto lo visto y teniendo en cuenta la encrucijada en que se encuentra la Unión Europea, me abordan dos dudas: primera, ¿hay alguien dentro de los máximos responsables europeos con la mente lo suficientemente serena y centrada en abordar la cuestión agraria? Lo dudo. En segundo lugar, ¿cuántos de los responsables políticos, sociales, agrarios, etc. que han utilizado Europa como el saco de los golpes y como el pimpampum al que achacar todos los males acontecidos en sus estados se arrepienten de no haber sido capaces (voluntaria o involuntariamente) de haber explicado a la sociedad europea los innumerables beneficios de la Unión? Me temo que muchos.

Todos, o casi todos, hemos utilizado la UE como el hombre del saco que nos maltrata, nos roba y ahora, quizás, sea demasiado tarde para hacerles ver a los ciudadanos que la Unión, a pesar de sus defectos, tiene muchísimos beneficios y que merece nuestra adhesión y, por qué no, nuestra defensa frente aquellos otros que, por una u otra razón, se la quieren cargar.

Reaccionemos antes de que sea demasiado tarde y, como suele ocurrir habitualmente, tengamos que hablar bien del muerto que en vida todos ninguneábamos.

* Coordinador de ENBA