NOS preocupan mucho los aspectos demográficos y sociales de la fertilidad reproductiva, y en ello se aplican abundantes saberes y recursos, pero no estamos con la misma preocupación sobre la fertilidad mental. Como mucho, nos fijamos en cómo son los resultados de los que están en régimen de estudio diario; los estudiantes y las evaluaciones de sus competencias. Últimamente, tenemos las de PISA, para los estudiantes de 15 años. Estas miden lo que son capaces de hacer en temas tan concretos como matemáticas, comprensión de textos, y ciencias en pruebas comunes para muchos países con unos baremos muy cerrados.

La formación formal y la metodología educativa tienen un gran efecto sobre estos resultados y vemos que tanto los métodos más clásicos -o de antes-, memorísticos y repetitivos, o los más innovadores dan ambos mejores resultados. La disciplina y la repetición conducen a un mayor automatismo en la búsqueda de respuestas a cosas que tienen respuesta, que es lo que la educación formal construye principalmente. Nuestra posición en este estudio está en la media y la vemos mejorar obviamente cuando se incorporen a la encuesta grandes países con calificaciones más bajas. Pero sin ese factor apenas las cosas han cambiado ni a mejor ni a peor.

En realidad esta capacidad que se mide ahora no será la más importante para estos jóvenes, ya que vamos a un espacio donde la fertilidad mental depende más de las formas de pensar y no tanto de lo que sabemos acerca de algo. Educar para dar respuesta a aquello que no la tiene todavía es otra cosa muy distinta. Pero esta necesidad emergente no solo afecta a los estudiantes, también lo hace a los que ahora mismo trabajan o toman decisiones a cualquier otro nivel.

Esta capacidad de encontrar respuestas a preguntas nuevas tendrá mucho que ver también con la productividad que necesitamos, en tanto que esta no solo depende de cuantas tareas hacemos por hora, sino mas bien en lograr soluciones nuevas y mejores en términos de crear más valor, con menor uso de recursos. La fertilidad mental es una cuestión determinante del desarrollo personal, empresarial y social de los países y, en consecuencia, de su nivel y calidad de vida.

Pero la pregunta es: ¿estamos activando esta capacidad en las personas, jóvenes incluidos, o estamos anestesiando esta habilidad de resolver problemas con mejores resultados que antes? La fertilidad mental es una componente de la innovación, en tanto que dibuja caminos nuevos, pero esta última va mucho más allá. La cuestión de la fertilidad o infertilidad mental está más relacionada con el cómo pensamos, que con en el qué pensamos o qué sabemos. La capacidad de idear, proyectar más lejos, superar barreras mentales, aprender a diario, combinar experiencias y avanzar en los modos de enfocar los problemas es y será la competencia por excelencia a fomentar a futuro, es decir la fertilidad mental. Tal vez, en comparación con nuestra preocupación vigente por la reproducción biológica, lleguen algún día esas clínicas de fertilidad mental como renovados centros educativos para todos, jóvenes y adultos.

Estamos socialmente inmersos en un cambio de medios tecnológicos que nos hacen variar las formas de usar la información y de pensar para resolver problemas. Ahora que todo está en la red, se dice: “Si necesitas algo no intentes ni inventar, ni idear nada, simplemente búscalo en la red”. Estos hábitos, insertos profundamente en los jóvenes, y progresivamente en los adultos, influyen mucho en cómo piensan y en su capacidad para resolver cosas distintas y complejas. No hay aún tiempo suficiente para comparar resultados, pero estudios de la OCDE sobre la educación y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, indican que el uso de estas herramientas no aporta resultados más excelentes en los test de capacidades formales en matemáticas y comprensión lectora, lo cual es obvio. Pero lo que sí preocupa más a estos expertos es que estas tecnologías rebajan el poder de concentración, de profundización en el análisis para la reflexión personal, y aún más en la síntesis, basada esta en la capacidad de argumentar, razonar y combinar ideas.

El inmenso espacio de acceso a la información habilita a la persona en la interacción inmediata, en términos de búsqueda rápida para la pregunta y respuesta, incentivando viajar por una ruta mental inesperada y multitarea conducido por la última respuesta recibida. Enseñados a moverse bien en el juego rápido, multitarea y superficial, se pierden actitudes para la reflexión, el pensamiento profundo, la lectura sosegada, el estudio de las consecuencias, la planificación a medio y en definitiva la acción continuada y consistente con un futuro deseado.

Esta gimnasia mental diaria que educa en el ping-pong informativo no ayuda a la reflexión ni al análisis mínimo del por qué y para qué de las informaciones en circulación. En cierto modo, estamos ante un exhibicionismo digital generalizado para quedar bien ante muchos, con materiales gratuitos y ajenos. Los estudios sobre nuestro comportamiento confirman que simultanear un número alto de tareas y un tratamiento profundo de las mismas no es posible para un humano normal. La profundidad del análisis requiere atención para detectar lo relevante, identificar las partes del todo, sus relaciones y cierta concentración sobre una cosa cada vez. La sobreinformación digital, multitarea, rápida, vistosa y exhibicionista crea espacios de comunicación muy intensos y normalmente dispersos y muy pobres en reflexión.

Un ejemplo de este comportamiento adherido lo encontramos en las bajadas gratuitas de aplicaciones de Internet. Más de 5 millones al mes, de las que el 95% son abandonadas por desuso y olvido en el mes siguiente. Esta intensidad y fluidez del interés inicial es una muestra clara de lo poco concreto que es lo que nos interesa de verdad. Todo quiere ser provisional y cambiable, sin rumbo y continuidad. Y sin interés intenso y sostenido no hay propósito ni solución con futuro, todo es y será siempre provisional.

La abundancia en la diversidad de ideas, que la fertilidad mental promete puede activarse solo si entrenamos en otros esquemas mentales que son del tipo de ejercicios de la mente que no están de moda. Si seguimos así, el pensar productivamente pronto será labor exclusiva de los filósofos. La escucha, el diálogo sereno, la disección de un texto, la argumentación pausada y el pensamiento crítico requieren más de 144 caracteres para intercambiar puntos de vista y más de 20 segundos en un ascensor para contar y vender una idea que me cambiará la vida. Se requiere tiempo para experimentar y aprender de uno mismo y de los otros y así madurar los proyectos y planes. La dermatitis comunicativa de hoy nos desborda, nos distrae de otras dolencias internas que están ahí y que no se curan con las pomadas que ofrecen las nuevas aplicaciones de Internet.

Todos los pronósticos nos dicen que el futuro uso del conocimiento -no de la información- requiere tres tipos de comportamientos y esquemas mentales a educar y fertilizar. En primer lugar, las orientadas a la apertura a otras ideas, que conducen a un aprendizaje en la interpretación de la realidad, para crear nuevas cosas. En segundo lugar, la reflexibilidad, para saber entrelazar saberes diversos ajustando los problemas y las soluciones. Y finalmente, la cooperación intensiva entre distintos, para la resolución de los problemas mas complejos. Pero parece que estas habilidades no son las que se fomentan con los nuevos medios de información y comunicación, que no caminan en la dirección que necesitamos. La fertilidad mental y su mejora general, en la educación para todos, jóvenes y adultos, es una necesidad vigente y que se agravará en el futuro.