NUESTRO cerebro tiende a pensar linealmente, de manera que eso nos genera dos sesgos mentales. Primero, que las tendencias habituales de la vida permanecerán a lo largo del tiempo. Segundo, que esa ley tan famosa de la proporcionalidad que aprendimos de pequeños (uno es a dos como diez es a veinte) se repite a menudo.

Para comprender mejor estas dos ideas, vamos a ver varios ejemplos.

Cuando llegamos a un puesto de trabajo o la economía se mueve en un determinado sentido tendemos a pensar que todo ello se mantendrá. Sin embargo, es una constante que lo único invariable son los cambios. El futuro nunca es el que era, y todos esos cuentos con final feliz nos han hecho pensar que cuando la realidad llega a un determinado nivel no va a cambiar (comeremos perdices), nos han hecho mucho daño. Conviene recordar esta idea en esta época navideña, ya que es un tiempo muy duro para muchas personas, en especial para aquellas que han perdido recientemente seres queridos. Así, nos invade la nostalgia, “qué bonitas eran aquellas navidades en las que estábamos todos?”. Y así, puede que las navidades pretéritas hayan sido mejores que las actuales. Desde luego, hay una excepción: aquellos que tienen niños y que ven estas fiestas reflejadas en sus sonrisas.

Así, tenemos una primera conclusión: la realidad es la que es, la vida tiene muchas cosas buenas pero también tiene muchas desgracias, con lo cual la principal premisa es adaptarse al mundo (es más sano que intentar que el mundo se adapte a ti), y recordar, con responsabilidad, a las personas que ya no están. Es decir, ni bloqueándonos por su ausencia, ni olvidándonos de ellos tirando hacia adelante.

Vamos a la segunda parte de la linealidad. Es obvio que si voy a 100 kilómetros por hora, en una hora hago 100 kilómetros y en 2 horas hago 200. Sin embargo, esta idea se repite en pocos aspectos de la realidad.

Un caso muy sencillo; los estudios. Muchos alumnos hacen cuentas del estilo: “si estudiando 3 horas he sacado un 3, estudiando 5 sacaré un 5”. No tiene ningún sentido, ya que una cosa es que nos suenen las cosas, con lo cual se saca con facilidad un 3, y otra aprobar, lo cual exige mucha más destreza. Eso es cierto en muchas actividades intelectuales: podemos estar más inspirados, más concentrados en un momento dado, lo cual nos permite decir que en cinco minutos hemos sacado mucho provecho a cierto trabajo.

Un atleta que entrenando duro vea que va bajando su marca personal sabe que esa relación no es lineal ya que siempre tendrá un límite.

El tema del pensamiento lineal tiene una excepción; la valoración de las cantidades. Así, no somos muy conscientes de las altas cifras que se dan respecto del dinero que se ha evaporado (pero evaporado de verdad: hemos visto que algunos de estos ladrones han ido a la cárcel, pero ¿cuánto han devuelto?). Por ejemplo, 80 euros son el doble de 40 euros, pero una cantidad de 12 millones de euros o de 100 millones de euros la catalogamos cerebralmente como burrada y así nos parece que es la misma.

Y no es la misma. La verdad es que no conozco el funcionamiento exacto de la proporcionalidad de las penas. Entiendo que no vamos a hacer la relación euro robado, diez minutos de cárcel, ya que sería muy complicada y alguno de estos amigos de lo ajeno estaría sometido a cadena perpetua, pero seguro que se pueden hacer mejoras para reducir los incentivos a realizar robos. Por ejemplo, la presunción de culpabilidad.

En contraposición a un pensamiento lineal vivimos una realidad exponencial, en la que los cambios suceden a una velocidad vertiginosa. Hace dos años, ¿quién pensaba que el petróleo iba a ser tan barato y que Estados Unidos iba a ser autosuficiente? Hace un año, ¿quién pensaba que se iba a instaurar en emirato entre Irak y Siria? ¿Quién pensaba en la aparición del fenómeno Podemos?

Todas estas cosas eran impensables. Pero es que si nos vamos a los avances tecnológicos, la cosa todavía asusta más. Coches sin conductor, aplicaciones como Uber, pastillas inteligentes para adelgazar, un control tecnológico absoluto de todas nuestras constantes vitales, unos teléfonos móviles que se han convertido en pequeños ordenadores, la llegada de nuevas aplicaciones que permiten pagar móvil a móvil o las empresas que se dedican a imprimir cenas son un buen ejemplo.

De todos estos cambios, el más sorprendente será el de la predicción de posibles enfermedades, lo cual disparará la esperanza de vida. Google está investigando ya en medicina basada en nanotecnología. Eso permitirá identificar a las células enfermas y avisar directamente a nuestro médico que podrá llegar a ser? un asistente virtual.

En fin, vivimos en una realidad de cambios exponenciales con un cerebro preparado, tan solo, para pensar linealmente. Pero toca adaptarse, ¿no?