HACE un mes aproximadamente el Ministerio de Agricultura publicaba el Informe sobre Consumo Alimentario en el año 2013 cuyo principal titular-conclusión era la confirmación de un repunte, un pírrico 0,6%, alcanzando el gasto total en alimentación los 101.250 millones de euros. Dice el ministerio que se ha roto la tendencia al descenso de los dos años anteriores, pero se le olvida destacar que ya en el año 2010 el gasto total era de 103.830 millones de euros, por lo que podemos constatar lo que me decía un responsable de una cadena de distribución, el consumo global en kilogramos/litros se mantiene pero desciende su valor.
Igualmente, en un primer acercamiento a la cuestión comprobamos que mientras el gasto en alimentación dentro del hogar (69.225 millones) sube en un 2,4%, el gasto extradoméstico cae el 3,1%, lo que podemos comprobar personal y diariamente si uno alterna con asiduidad y observa que hay mucha gente paseando por la calle pero muy pocos dentro de los establecimientos. El famoso PPP (paseo, pipas, playa) que se decía en Laredo. Por lo que respecta al gasto en el hogar, el crecimiento es fruto de un pequeño crecimiento en consumo (+0,8%) al que hay que añadirle un incremento en el precio de los alimentos adquiridos (+1,6%) por lo que podemos decir que frente a una bajada en el alterne se da un incremento de ciertos caprichitos para soportar las interminables horas frente al televisor, sólo o en compañía de amigos.
El incremento en gasto es similar tanto en alimentación fresca (+2,1%) como en el resto de la alimentación (+2,6%) si bien, atendiendo a la composición de la cesta de compra, vemos la disparidad de comportamiento con las frutas y hortalizas, con un 28% del volumen pero con un 17,2% del gasto; la carne, con un 7,9% del volumen y un 22,1% del gasto; y la leche, con un 11,2% del volumen y un 8,3% del gasto. La leche, una vez más, es considerada por la distribución un alimento banal, excelente reclamo comercial y por ello figura en los escaparates y folletos a un precio (0,58-0,60) con el que difícilmente puede obtener rentabilidad el eslabón más débil de la cadena, el ganadero.
Bajando más la lupa, observamos que si bien el consumo total de carne desciende en un 0,1%, en cuanto a la carne fresca constatamos un descenso del 4,5% en vacuno mientras crece el conejo y sobretodo el insípido pavo. En cuanto al consumo de fruta fresca, el descenso general del 2,2% no permite ver que dicho bajonazo es debido sobretodo a un descenso en manzanas, mandarinas y peras mientras que la subida del 1,8% en las hortalizas frescas se debe, principalmente, a un incremento en las judías verdes, calabacines, cebollas y zanahorias.
Siguiendo con los diferentes productos, observamos que el consumo de leche sube un 1,1%, si bien la leche de larga duración sube un 1,3% mientras la de corta duración desciende un 6,2%. Y si miramos por variedades, la leche semidesnatada se impone con una subida del 4,2%. La clara apuesta del consumidor por la leche de larga duración, por mucho que nos pese a los que creemos que la leche fresca sería un arma defensiva extraordinaria para los ganaderos frente a importaciones a bajos precios, es clara y rotunda y fácilmente constatable en nuestro entorno si nos fijamos en la silenciosa pero impepinable muerte dulce a la que están sometidas las maquinas expendedoras de leche pasteurizada que algunos baserritarras, con la mejor de sus intenciones y particular empeño, pusieron a lo largo y ancho de la geografía vasca, atendiendo a los cantos de sirena de los vendedores de maquinas (por cierto, los únicos que ganaron dinero) y seducidos por la vaselina suministrada a modo de ayudas por ingenuos políticos.
La cuota de mercado de los canales de compra es otro de los factores a destacar en dicho informe puesto que dicho estudio nos revela que la alimentación fresca se comporta de diferente manera y se concentra en el comercio especializado (fruterías, tiendas de barrio, etc.) que sube 20 puntos porcentuales en alimentación fresca frente al total de alimentación mientras los híper bajan un 6%, supermercados un 11% y los discount un 8%. Este comportamiento desigual es la justificación de la carrera de éstos últimos por el producto fresco y, a poder ser, por el producto fresco local.
El factor de elección de establecimiento para la compra de alimentos vuelve a ser la calidad con un 64,1% frente a los precios (55,3%) o la proximidad del establecimiento (47%), con un importante incremento de 12 puntos con respecto al 2012 que se me hace inexplicable si atiendo a las pautas de consumo que veo a mi alrededor.
Finalmente, una mención a la evolución del consumo por tipo de hogar, constatando que si bien tres grupos (jubilados, parejas con hijos pequeños y parejas con hijos de edad mediana) suponen el 54% de la población, destaca el mal comportamiento de los jóvenes independientes con un descenso del 6,3% con respecto al 2012 mientras el incremento se concentra en los hogares monoparentales (+2,8%) y en los jubilados (+2,5%). No es que los jubilados se atiborren y hayan descuidado su dieta sino que son compras con las que rellenar los tuppers semanales con comida para hijos e hijas. Lo digo, sin rubor, por experiencia propia. En caso de duda, gustosamente se lo corroborará mi querida suegra Ana Mari que, dicho sea de paso, cocina bastante mejor que los pesados masterchefes que inundan la pantalla.* Coordinador de ENBA