BUSCAMOS un sistema de convivencia en el cual no nos sea concedida ni recortada al gusto de los legisladores de Madrid una personalidad que es nuestra por el propio derecho, con arreglo a la ley natural anterior y superior al estado, sino que la organización estatal parta de la realidad de esa previa existencia sin perjuicio de la concreción de facultades que a la Comunidad peninsular hayan de ser atribuidas en el nuevo régimen paccionado que al efecto se otorgue". La cita, de Manuel de Irujo, traducida al lenguaje político actual es breve y sencilla: capacidad de decisión y pacto con el Estado o, dicho con otras palabras, derecho a decidir y necesidad e inteligencia para pactar. Razón, inteligencia, pacto y decisión.
Soy de los que opina que el desarrollo del Estatuto de Autonomía de Gernika fue cercenado por una calculada estrategia de regresión autonómica inspirada en el llamado espíritu de la Loapa que vio luz a raíz del fracasado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Los mentores del incumplimiento del Estatuto y de la regresión autonómica tienen nombre propio y apellidos políticos, los gobiernos del PP y del PSOE, con más o menos talantes y con más o menos buenas palabras y sonrisas. Lo cierto es que la actuación de estos gobiernos se encaminó a homogeneizar a la española el proceso autonómico. El café para todos vació en gran parte el contenido de algunas de las potencialidades del Estatuto (Ley Orgánica) rompiendo con la concepción de un pacto bilateral entre Euskadi y el Estado.
Posteriormente, se diseñó democrática y legítimamente un nuevo punto de encuentro político que reformulaba un renovado pacto en su relación con España. Nuevo Estatuto Político para Euskadi, que fue aprobado por la mayoría absoluta en y por el Parlamento Vasco. La única respuesta por parte del PP y del PSOE fue poner el grito en el cielo anunciando a los cuatro vientos que las Cortes Generales serían firmes muros de contención a dicho acuerdo. Dichas Cortes dejaron en papel mojado lo decidido por el Parlamento Vasco, no se reconoció ni se respetó la voluntad de los representantes legítimos de la sociedad vasca. Una pena.
Pero creo que es preciso insistir en que en democracia todas las ideas políticas y opciones de futuro, nuevos marcos de relación con el Estado, incluidos ámbitos de decisión, se deben poder defender o cuestionar con normalidad, con respeto intelectual, sin linchamientos mediáticos, con la palabra y con razones. Pero en España, históricamente, el contencioso vasco se ha tratado de resolver, inútilmente, una y otra vez, mediante estrategias de enfrentamiento y de negación. Pacto y respeto a lo vasco no han triunfado últimamente.
Y es precisamente pacto y acuerdo, la única vía posible. Ya lo intentó, y le costó la vida, el escribano Muñagorri con su proclama Paz y Fueros hace ya dos siglos en una de las guerras carlistas que asolaron las tierras vascas. Realmente, lo plurinacional en España, hay que reconocerlo, nunca ha resultado bien.
Decía en su día Josu Jon Imaz, expresidente del PNV: "Quiero demasiado a mi país como para pretender que lo construyamos los unos frente a los otros en un ejercicio aparentemente democrático, que conlleva en su seno una fricción tal que puede dar lugar a que los vascos nos enfrasquemos en un empate infinito que anule nuestra ilusión, desgaste nuestras energías y deje a la siguiente generación la herencia de la frustración. Solo por eso merecería la pena un supremo esfuerzo por compartir un proyecto para el futuro entre las principales sensibilidades e identidades políticas del país. Las sociedades modernas se construyen a través de un acuerdo o consenso mínimo entre sus principales corrientes constitutivas. Y yo quiero para mi país la misma solidez a la que aspiran los demás, construyendo para ello unas mayorías amplias y cualificadas sobre el proyecto de futuro para Euskadi".
Un pacto con el Estado recíproco y de garantías, cuya interpretación y cumplimiento no puede quedar al arbitrio de una de las partes. Bilateralidad efectiva, garantías y condiciones de lealtad, respeto a nuestra idiosincrasia e identidad, obligación al acuerdo y a la cooperación, reconocimiento mutuo y articulación de una interdependencia en espacios de actuación compartidos.
Precisamente, en el mismo preámbulo del antes mencionado nuevo Estatuto Político de Euskadi, en tiempos del lehendakari Ibarretxe, se manifiesta que "en virtud del respeto y actualización de nuestros Derechos Históricos recogidos en el Estatuto de Gernika y en la Constitución Española, manifestamos nuestra voluntad de formalizar un nuevo pacto político para la convivencia, pacto político que se materializa en un nuevo modelo de relación con el Estado español".
Es la libre adhesión y la relación amable con España. La mano tendida, la oferta para llegar a un acuerdo no puede ser tomada como una amenaza sino como una oportunidad histórica desde la abolición foral del siglo XIX para suscribir un pacto político duradero y estable entre Euskadi y España. No es una oferta secesionista basarse en un principio moderno cual es el de la libre adhesión propugnando una relación amable con España. No es antiguo ni etnicista, es legítimo y homologable democráticamente.
Finalizo parafraseando al actual lehendakari, Iñigo Urkullu, quien siendo presidente del PNV bien afirmó que "...desde la responsabilidad, el PNV ofrece un acuerdo de futuro en una cuestión de Estado, de largo aliento y alcance, al menos para dar cobijo a la Euskadi de la próxima generación, un acuerdo que persigue profundizar en el autogobierno y en la democracia, es decir, en la ampliación del poder político vasco y en la recuperación para nuestra ciudadanía de su capacidad para decidir en cada momento su futuro y el status jurídico-político de su Nación. Un autogobierno del siglo XXI entendido desde la bilateralidad. Ofrecemos y reivindicamos este acuerdo en un momento de vital trascendencia para nuestra sociedad. Un momento político social en el que necesitamos nuevos instrumentos para que Euskadi pueda hacer frente desde su autogobierno a los importantes y difíciles retos que tienen un mundo cada vez mas globalizado".
Como en su día sabiamente manifestó Erasmo de Rótterdam en su obra Elogio de la Locura: "De mí vais a oir un discurso improvisado y poco cuidado, pero por eso mismo más auténtico". Es decir, lo aquí escrito es lo que pienso.