ESTÁBAMOS hace un año en la nube, disfrutando de la temporada mágica del Athletic, celebrando que también habíamos eliminado a los alemanes del Schalke 04, cuando la noticia de lo ocurrido con Iñigo, su posterior fallecimiento, nos dejó la sonrisa helada. No recuerdo una reacción tan unánime del mundo que rodea al Athletic, salvando los momentos puramente deportivos. Estupor primero, dolor e indignación después. Sensaciones expresadas de muy diferentes maneras. Pero no me voy a centrar en las emociones, en lo que siguen viviendo su ama y su aita, sus amigos y amigas. Lo ocurrido en torno a estos hechos suscita otras cuestiones que merecen un análisis y una reflexión.
La mañana siguiente, tras conocer los primeros datos, todos buscábamos información. Y como siempre ocurre en estos casos, los medios transmitían, sustancialmente, noticias que tenían su origen en el Departamento de Interior.
El primer mensaje presentaba un objetivo claro: poner en duda que las lesiones de Iñigo tuvieran su origen en la actuación de la Ertzaintza. Se hablaba de una pelea entre quienes celebraban la victoria recién conseguida. Para reforzar esta idea, se detuvo a personas acusadas de participar en la misma.
El segundo mensaje consistió en negar que las lesiones las hubiera producido una pelota de goma. Desde las instancias oficiales se trató de sostener en el tiempo esta tesis. Y se arrastró la misma, ya fallecido Iñigo, hasta el procedimiento judicial. Basta repasar las preguntas formuladas por la dirección letrada del Departamento de Interior para apreciar que, a pesar de los informes forenses, se trataba de defender esta idea con una finalidad concreta: de nuevo negar que la actuación policial había sido la causa del fallecimiento.
Un año más tarde se han hecho públicas las grabaciones de las conversaciones mantenidas entre los policías que actuaron aquella noche, y sus mandos. Nosotros las hemos conocido ahora, pero la Policía, sus responsable políticos, ya las conocían cuando afirmaban lo que vengo describiendo. Si Rodolfo Ares no conoció desde el principio las grabaciones de la Policía bajo su mando, es un incompetente. Y si las conoció es un cínico y ha mentido de forma reiterada. ¿Cómo se puede explicar en ese caso la comparecencia realizada en el Parlamento Vasco, las afirmaciones que allí se realizaron? Porque sostuvieron que quien o quienes tomaron las decisiones eran profesionales cualificados y con experiencia y que habían actuado correctamente, cumpliendo los protocolos establecidos y de forma proporcional a la situación que se trataba de controlar. ¿Pensaban que nunca se iba a conocer la verdad?
La Ertzaintza inició una investigación, defendida y usada por el entonces consejero de Interior. Es sorprendente que las primeras personas que declararon en presencia policial sostuviesen que había gravísimos incidentes, que la policía estaba siendo agredida? En resumen, la tesis de Interior, que era filtrada a la opinión pública.
Desaparecida la intervención de la Er-tzaintza en la toma de declaraciones, otras personas presentes en el lugar han venido desgranando testimonios que dicen todo lo contrario. Testimonios, y ahora esto es público, avalados por las propias conversaciones de la Policía presente en el lugar. ¿Se trató en un inicio de condicionar la investigación y poder presentar un atestado orientado a encubrir la actuación policial? ¿Quién pudo tomar una decisión así?
Pero las cosas se torcieron para el Departamento de Interior y los responsables de aquella actuación policial concreta. No valoraron un aspecto muy importante que se daba en este caso. La Ertzaintza no había intervenido ante una situación de desorden con un origen político. No era kale borroka ni había matiz político alguno en lo ocurrido. Eran, simplemente, seguidores del Athletic en una gran celebración. Y si con la política por medio la tolerancia de muchos era amplia para este tipo de actuaciones policiales, ahora nadie quería admitir lo ocurrido, mirar para otro lado.
Los hechos van quedando en evidencia. Se disparó con material altamente peligroso a una masa de personas. A corta distancia. Apuntando a la altura de las cabezas de los allí presentes. Nada nuevo. Nada distinto a otras actuaciones. La diferencia la puso el resultado. Y ahora las conversaciones que se han conocido.
La carga fue innecesaria. La situación estaba controlada. Entre cientos o miles de personas, una carga así era peligrosa en sí misma. Y no se puede entender qué se pretendía proteger o evitar con ella. No se puede comprender cómo se ordenó cargar "con todo". ¿Era consciente el que así hablaba de lo que podía ocurrir?
Ni la pelea inicial ni la primera actuación policial permitían entender lo que estaba ocurriendo en la calle en ese momento , como algo diferente a una multitud eufórica que acompañaba su felicidad consumiendo bebidas alcohólicas. ¿Por qué en ese momento el mando policial ordenó "cargar", y hacerlo contra los que estaban en la herriko? Si tenía algún prejuicio y por ello actuó así, solamente él lo podrá explicar. Si es que sus palabras, que nadie ha negado, tienen alguna explicación. Y, lo que es peor, ¿cómo podrá explicar el tono con el que están dichas?
Los procedimientos judiciales tienen su complejidad y pueden resultar farragosos y largos. No va a ayudar nada que los policías actuasen encapuchados y sin distintivos de identificación. Tampoco parece que estén ayudando, siquiera un poco, a esclarecer lo ocurrido. Es de manual. Pese a todo ello, con los datos que ya se conocen, se apunta la existencia de responsabilidades penales concretas. Tiempo al tiempo.
Pero no nos podemos quedar aquí, en el aspecto meramente judicial. Hay una evidente responsabilidad política en la actuación desarrollada tras la muerte de Iñigo. Y esta responsabilidad tiene otro ámbito de exigencia en el que deben responder de sus actuaciones quienes detentaban cargos públicos cuando así actuaron.
Merece una reflexión el modelo policial que se sostiene desde determinados ámbitos. Iñigo es un buen motivo, una gran razón, para pensar en qué tipo de Policía se quiere tener, qué instrumentos se les va a permitir utilizar, con qué criterios van a intervenir. Cómo se les va a seleccionar y cómo se les va a formar.
También merece una reflexión la actuación de los propios policías cuando se investigan sus actuaciones. El gremialismo a ultranza es un error de base que separa a la policía de la ciudadanía. Y en ello incide una mal entendida protección, desde las esferas políticas, de cualquier cosa que haga una fuerza policial, de cualquier actuación que desarrolle.
Lo ocurrido con Iñigo no tiene ya solución. Que no ocurra más veces, es algo en lo que podemos aportar todos.