A raíz del Informe para la Mejora de la Universidad Española, en cuya autoría he participado, y de las informaciones respecto a dicho informe publicadas en los medios de comunicación, se antoja oportuno realizar también un comentario específico sobre la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. El resumen es que nuestra universidad está entre las buenas universidades españolas, incluso entre las buenas universidades del mundo, solo que algunos quisiéramos que estuviera, también, entre las mejores universidades del mundo.

Empecemos con un poco de historia. El Estatuto de Gernika preveía la transferencia a Euskadi de la educación a todos los niveles. Así ocurrió con las enseñanzas primaria y secundaria, pero en el nivel universitario los efectos prácticos de la transferencia se vieron mermados en aspectos fundamentales por diversas leyes orgánicas concurrentes y por el mantenimiento de los cuerpos nacionales de profesorado. Si la calidad de la enseñanza primaria y secundaria ha mejorado sustancialmente hasta situarse entre las excelentes de España, con profesores formados en gran medida en la UPV/EHU; si nuestra enseñanza profesional es objeto de admiración y casi asombro para el resto de las comunidades autónomas; si, a pesar de todo, existen grupos de investigación de altísima calidad en nuestra universidad; no me parece arriesgado suponer que la UPV/EHU estaría ahora a la cabeza de las españolas y en mucha mejor posición mundial de no haber existido las cortapisas señaladas. Pero la UPV/EHU sigue presa de las leyes orgánicas, llamada alguna de ellas, para mayor escarnio, "de autonomía universitaria", leyes reglamentistas del parlamento español que impiden el menor desviacionismo con respecto al españolísimo, único en el mundo, modelo rubalcabiano descrito en la "ley de reforma universitaria" de 1983, aún vigente hoy en la mayoría de sus puntos.

Por otra parte, es necesario insistir en el importante nivel de calidad de la UPV/EHU. Los especialistas utilizan baremos cuantitativos, cada uno con sus sesgos y sus matices. Hacen bien los especialistas en procurar cuantificar sus observaciones; sin cuantificación no hay ciencia. Pero si el lector no quiere complicarse la vida demasiado y se fía de alguien que se ha leído todas las clasificaciones -y que incluso puede que las haya comprendido- le bastará saber que la UPV/EHU se halla en estos momentos entre las mejores universidades españolas y que su trayectoria es ascendente. Podemos discutir si, según este parámetro, está más arriba o, según este otro, está más abajo, pero la realidad es que está entre las buenas, buenas. Si me fuerzan, llegaré a decir que está en el 15% de las mejores. Quizás hace una década estábamos en el 30%. Y, desde luego, dentro de una década podemos estar en el 10% de las mejores. En el nivel internacional, la clasificación más utilizada (conocida como de Shanghai) nos sitúa entre las 400 primeras de entre unas 20.000.

Un servidor podría hacer una faena de aliño y terminar el artículo con la anterior y rosada frase. Solo que a algunos nos gusta complicarnos la vida. Aunque algunas leyes nos obligan a jugar en la liga española, con sus reglamentos, hay realidades superiores que nos exigen, nos obligan, a competir e incluso a brillar en otras ligas, en Europa y en el mundo. Esas realidades incluyen la globalización, el comercio, la solidaridad y el patriotismo, extraña mezcolanza que, sin embargo, tiene una resultante clara: estamos en una competición universal. Está muy bien ser los más gallitos del corral, siempre que aprovechemos nuestra ventaja para competir en corrales más grandes. Y siempre hay corrales más grandes. El distrito universitario único europeo está a la vuelta de la esquina y acaso quede obsoleto antes de nacer por el creciente número de grados impartidos on line por las grandes universidades.

Tenemos que mejorar mucho y rápido. Incluso siendo una buena universidad, estamos lejos de ser una gran universidad. ¿Cuáles son los principales problemas de la UPV/EHU en ese proceso de mejora? Los he mencionado en diversas ocasiones, por escrito y en intervenciones públicas, recientemente y hace algunos años: los problemas no son nuevos. De manera esquemática, y sin indicar una jerarquía de importancia, yo mencionaría tres. A saber: el asamblearismo, la funcionarización y la financiación precaria, problemas, no hace falta insistir, de la UPV/EHU pero padecidos en similar medida por todas las universidades españolas.

El asamblearismo brota directamente de la ley Rubalcaba de 1983. Las autoridades académicas (rector, decanos y directores de departamento) son elegidos por consejos, juntas o claustros con participación de profesores, alumnos y personal de administración y servicios. Las llamadas "autoridades" no tienen ninguna capacidad ejecutiva al necesitar, para los actos más nimios, el refrendo de su correspondiente asamblea que, naturalmente, puede retirarles la confianza cuando lo estime oportuno. Hay personas que, por ignorancia o por conveniencia, le llaman a esto "democracia interna". No deja de sorprender, sin embargo, que este modelo de gobierno tan democrático no sea utilizado en ninguna de las democracias desarrolladas de nuestro mundo. Ni siquiera en España los hospitales, la administración de justicia o la seguridad social, por poner tres ejemplos, funcionan así. ¿Por qué será?

La funcionarización de profesores y personal de administración y servicios es otra gran rémora. Recuerdo el vértigo que me produjo darme cuenta, cuando acababa de hacerme funcionario con 26 años, que tenía por delante 44 años de sueldo asegurado hasta jubilarme a los 70. Naturalmente, esto no es sano, es patológico y es causa de patologías. ¿Podemos asombrarnos de que muchos universitarios se atengan a sus tareas mínimas cuando, tras quince o veinte años de servicio, comprueban que no existe ningún estímulo, positivo ni negativo, para actuar de otra manera? ¿Podemos esperar que nuestra universidad se nutra exclusivamente de héroes que olviden las realidades mundanas para entregarse a su misión?

Finalmente, la financiación precaria. Vivimos en una sociedad que, en gran medida, no tiene educación universitaria o, en todo caso, no ha visto más universidad que la de su provincia. La mera noción de competencia internacional entre universidades le es desconocida. Esto conlleva la falta de interés porque nuestra universidad destaque. No es que se piense que el equipo de fútbol local es más importante que la universidad, es que se ignora que existen ligas universitarias europeas y mundiales. Así, a nadie le llama la atención que los presupuestos públicos destinen a un alumno de formación profesional más que a un alumno universitario. No todo se arregla con más dinero, pero es esencial disponer de más dinero para la UPV/EHU.

Las soluciones, es forzoso reconocerlo, son tan antiguas como los problemas. Unas son más fáciles de realizar que otras, pero todas son imprescindibles para que la UPV/EHU juegue con brillantez en la liga que le corresponde, la liga europea y mundial. De manera esquemática: a) Necesitamos más autonomía legal para nuestra universidad. Será más o menos difícil que la den, pero tengo la impresión de que son pocos los que la piden. b) Necesitamos un sistema de gobierno de la universidad ("gobernanza" es el palabro mágico) un poco menos original, en el que las autoridades académicas tengan autoridad y, por supuesto, tengan que dar cuentas del uso que hacen de ella. c) Necesitamos un sistema de acceso y permanencia del personal universitario con movilidad (en las dos direcciones) e incentivos (de los dos signos). d) Necesitamos un aumento de la financiación para ponernos a la altura de los países a los que nos gusta parecernos y, sobre todo, necesitamos la garantía de que esa financiación está a salvo de los vaivenes de la política.

Como se ve, unas soluciones son más factibles que otras. La mayor autonomía legal, lo sabemos por experiencia, dependerá de la aritmética parlamentaria más que de ningún raciocinio. Pero hay que insistir en pedirla. El asamblearismo y la funcionarización seguirán siendo dos cánceres mientras esto convenga a tantas personas de tan distinto signo. Y la financiación? ¡Ah, el vil metal! Llevo años y años dando cifras y argumentos que justifican, en realidad exigen, un gran aumento de la financiación pública de la UPV/EHU? hasta que el actual borrador de Presupuestos me obliga a decir, como en el viejo chiste cruel, "virgencita, que me quede como estoy". Me parece inaceptable, es inaceptable, un recorte presupuestario que, excluidos los (intocables) gastos salariales, o sea la parte del león, deja a la universidad en una situación de miseria vergonzosa. No nos dejemos engañar por los porcentajes parciales y globales. Y no somos criaturitas inocentes para creer que los recortes de este año serán revertidos con creces el año próximo. Con las reducciones que amenazan, la trayectoria ascendente de la UPV/EHU cambiará de signo, y nos alejaremos (solo unos añitos más ¿qué importa?) de la liga internacional en la que, por un momento, nos creímos llamados a participar.