HACE 76 años en Gernika, en plena Guerra Civil, un 6 de octubre, el primer lehendakari del primer Gobierno vasco, José Antonio Aguirre y Lekube, juró cumplir su mandato, cosa que hizo honrosamente hasta su muerte. Él y Manuel Irujo, líderes del Partido Nacionalista, redactaron los Estatutos del mismo, tras la desunión anterior a la dictadura de Primo de Rivera, logrando fortalecer el partido para la lucha estatutaria.
Tras cuatro años de negarse a los vascos su Estatuto, el Gobierno de la 2ª República lo concedió por vía de urgencia, apretado por la rebelión militar. Aguirre fue elegido lehendakari. Irujo ocupó el cargo de ministro sin cartera, luego de Justicia, del gabinete de la 2ª República, que reclamaba un hombre de su perfil en su seno, aunque Irujo renegó de aquella misión, que cumplió a cabalidad como portavoz de los Derechos Humanos, más reclamando con amargura: "Fui el precio del Estatuto".
Los vascos, con su excelente organización y su autogobierno en ciernes, presentaron cara a los golpistas, pues el paseo de una semana que planeó Mola para llegar a Bilbao, le costó nueve meses pese al soporte de tropas, tanques y aviones italianos y alemanes. Tuvo que bombardearse Gernika para que el frente vasco se derrumbara y, aún así, aguantó hasta junio, tras evacuar a la población civil. Afirmó el corresponsal inglés George Steer en El Árbol de Gernika, publicado por primera vez en castellano por EGI Caracas, que a los vascos no los derrotó Franco, sino sus aliados.
En el verano de 1936 había habido contactos entre Hitler y Franco para envío de auxilio armamentístico en el marco de la operación Fuego Mágico/Operation Feuerzauber. Se expiden, para empezar, veinte Junkers Ju52/3m que aterrizaron en Tetuán el 18 de julio de 1936 para trasladar tropas a la península. Y se calcula que en ella habría después miles de soldados italianos, con el debido armamento.
La Sociedad de Naciones no adoptó ninguna resolución ante esta fragante violación de lo firmado en Versalles, pese a los reclamos republicanos mostrando las evidencias, y la denuncia en Ginebra del bombardeo de Gernika, ensayo de la capacidad de la aviación para un bombardeo sobre la población civil, causando el terror. La No Intervención se mantiene desde Francia e Inglaterra y otros gobiernos europeos porque, detectando lo que les habría de sobrevenir, prefirieron no implicarse. Fue como intentar tapar el sol con un dedo. Pero solamente en casos aislados, como la ruptura del bloqueo a Bilbao por barcos ingleses para portar víveres a una población hambrienta y bombardeada, esa política no se mantuvo.
Así pues, mientras la voz limpia de un lehendakari vasco juraba en Gernika ante fueros libertarios, los ácidos vientos europeos venidos de Alemania e Italia, rolaban por coordenadas opuestas, intensificando su ayuda al bando rebelde. Cito este párrafo del libro de Xabier Irujo, El Gernika de Richthoffen, recientemente publicado por el Ayto. de Gernika/Gernika-Lunako Udala y que nos acerca a tiempos actuales: "…resulta curioso anotar que en el curso de la reunión de Ciano y Neurath sobre la política respecto al régimen franquista… y la consiguiente firma del Protocolo tripartito como respuesta al Tratado de Lucarno (1925) ambos decidieron no reconocer un estado catalán independiente".
Catalunya renovó deseos de libertad, en el siglo XX, en la declaración de Francesc Macia, que quería una república catalana en una federación de Estados ibéricos, en su Estatuto aprobado en 1932, y en la declaración de Companys del 6 de octubre de 1934 de una Estado Catalán en la República Española, que les costó un retroceso institucional hasta 1936. Como siempre, las fuerzas represoras lograron demorar el resultado inmediato, dejándolo en tiempo muerto. Pero las generaciones siguientes suelen resultar portavoces de la reclamación. A ningún pueblo le gusta morir.
La cuestión no radica en que los pueblos, vasco o catalán, sean traidores por no aceptar la españolidad, sino que la gran pregunta es por qué esos pueblos no se sienten españoles. Qué ha ocurrido en el devenir de estos 500 años que han estado sujetos a la idea de una España imperial forjada a machamartillo para que en los tiempos en que esa España ha tenido fugaces momentos de libertad, (las dos Repúblicas y estos 30 años de democracia), las nuevas generaciones de estos pueblos, letradas y responsables, reclamen su independencia.
Es deprimente el espectáculo de Rajoy, acudiendo a Europa para que le saque las castañas del fuego en el caso catalán, incapaz de mantener un diálogo positivo con Artur Mas. Son deprimentes las declaraciones de Wert, ministro de Educación y Cultura que retrae al funesto pasado del franquismo, con sus 40 años de absoluta centralización y sus nulos logros en relación a la españolización, cosa que profundizó al máximo, a golpe de guerra civil, sangre y fuego y exilio, ondeando su bandera de la Santa Cruzada, una vez más.
No puedo menos que recordar esta frase de Abraham Lincoln: "Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otros sin su consentimiento".