LA violencia sexual es un crimen al que están expuestas todas las mujeres en situación de conflicto, ya que se sustenta en la inequidad de género preexistente. Asimismo, la impunidad de la que gozan los perpetradores de violaciones en contextos armados alimenta este riesgo, ya que favorece que la violencia sexual se emplee como arma de guerra y que se masifiquen los crímenes sexuales en contextos de conflicto.

La falta de castigo a los criminales también tiene como trasfondo ese tejido social anterior al conflicto mal estructurado, basado en las diferencias sociales de género. Pero la violencia sexual no es solo utilizada como arma de guerra por los grupos enfrentados, sino que también ha habido casos de agresiones perpetradas por algunos civiles, profesionales de la salud o la educación o incluso en ocasiones por integrantes de entidades humanitarias y otros actores que están allí para ofrecer apoyo a la población.

El 80 % de la población que atiende la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, son mujeres, niñas y niños. Las mujeres son muchas veces quienes sostienen a sus familias en estos contextos difíciles, además de protectoras, cuidadoras y educadoras. En el desarrollo de estas actividades, deben hacer frente a constantes amenazas contra su vida y su bienestar.

Aunque las vulnerabilidades de las mujeres desarraigadas pueden variar de un contexto a otro, hay situaciones tristemente generalizadas como los problemas de salud materna y reproductiva, y la violencia sexual y basada en el género (VSBG), incluyendo la violencia doméstica y la trata, contra mujeres y niñas en la gran mayoría de los casos.

Además, las mujeres están discriminadas en el acceso a los servicios sociales básicos, la educación, los recursos económicos y la participación en la formulación de políticas y la toma de decisiones. De este modo, se enfrentan a la severidad de los largos y peligrosos viajes hacia el exilio, la falta de atención, el acoso y los abusos sexuales frecuentes (incluso después de llegar a un lugar aparentemente seguro).

La situación al este de la República Democrática del Congo (RDC) es un ejemplo de grave actualidad. Allí, las violaciones masivas en Kivu Norte y Kivu Sur por parte de grupos armados que casi nunca llegan a ser identificados siguen vigentes e impunes, obligando a las mujeres y sus hijos e hijas a moverse constantemente en busca de refugio. En algunas zonas, dos de cada tres mujeres han sido violadas, con las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que esto implica en un contexto de estigmatización y criminalización de las víctimas.

También en Darfur, Sudán, las mujeres y las niñas desplazadas están particularmente en alto riesgo de sufrir abuso sexual y violaciones. Las niñas y mujeres son atacadas repetidamente cuando se aventuran fuera de los campos para recoger leña o agua, necesarias para las tareas diarias tales como cocinar y lavar. Las mujeres jóvenes, solas o en grupos, son el principal objetivo. Los responsables rara vez son capturados, incluso si se denuncia el caso a la policía.

El simple hecho de ser una mujer en algunos estados del mundo es, de por sí, un elemento que puede conducir a una situación de "sentir fundados temores de ser perseguida", como establece la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados. La discriminación por motivos de género y la desigualdad pueden ser una causa o efecto del desplazamiento forzado y la apatridia, o ser intensificadas por estos, los cuales pueden surgir, entre otros, por conflictos armados, persecución y graves violaciones de los derechos humanos, así como por desastres naturales o provocados por los seres humanos.

En todas las regiones del mundo, las mujeres viven algún tipo de discriminación o marginación. Esta es la causa para que, en situaciones de conflicto o crisis social, sean principalmente las mujeres las que se enfrenten situaciones de vulnerabilidad y violencia específica en su contra. Es por eso que la forma de erradicar estos comportamientos, que no son regionales ni étnicos ni irracionales, es modificar los patrones de las relaciones entre hombres y mujeres vigentes en épocas de paz.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, trabaja desde 1951 en la atención de mujeres y hombres perseguidos por distintos motivos. A lo largo de estos años ha ido detectando y adquiriendo diversas formas de actuación sensibles a las relaciones de género y las vulnerabilidades específicas de cada grupo social, entre ellos el de las mujeres.

La Convención de Ginebra de 1951 fue el primer instrumento internacional en contemplar los aspectos más importantes de la vida de una persona refugiada y el Protocolo de 1967 eliminó las limitaciones geográfica y temporal contenidas en la Convención original, que estipulaban que, en principio, sólo las personas europeas que se convirtieron en refugiadas antes del 1º de enero de 1951 podían acogerse a la protección de la convención. Los 146 países partes de la Convención de 1951 y/o del Protocolo de 1967 están obligados a cumplir sus disposiciones.

Como una expresión de solidaridad con África, continente que alberga a la mayoría de las personas refugiadas del mundo, la Asamblea General de las Naciones Unidas, adoptó el 20 de junio como Día de Mundial de las Personas Refugiadas a partir de 2001. La acción del ACNUR reafirma que la violencia sexual y de género es un asunto de protección urgente y medular y subraya la igualdad de género como un principio fundamental en el abordaje de la VSBG.