ESTE año habrá elecciones en Estados Unidos. Por parte demócrata, las cosas están claras, se presentará el presidente Barack Obama a la reelección. Sin embargo, los republicanos están sumidos en las dudas. Varios candidatos optan a ser elegidos por su partido para enfrentarse a Obama, destacando de momento Mitt Romney y Rick Santorum. El tercero en discordia es Newt Gringrich, pero a distancia de los otros dos. El sistema de primarias supone votar en todos los estados entre estos contrincantes, que van consiguiendo representantes de la convención que elegirá en agosto al candidato oficial del Partido Republicano. En esta convención, formada por más de dos mil delegados, se debatirá y elegirá al candidato final que se enfrentará a Obama.

Mitt Romney es hasta la fecha el que tiene más probabilidades de imponerse ya que ha ganado un mayor número de representantes. Además, tiene más dinero que sus rivales para gastar en la campaña y, por si fuese poco, parece contar con el favor de (al menos parte de) la dirección del partido.

Sin embargo, hay muchas dudas entre los republicanos. Por un lado, Romney, un empresario mormón, ha sido incapaz de vencer a sus contrincantes en ningún estado del sur o del medio oeste. El nordeste del país, más moderado, ha apoyado a Romney, pero el sur y el medio oeste, quieren alguien mucho más conservador. Algunos estados como Tennessee y Oklahoma son profundamente religiosos y se han convertido en un bastión del fundamentalista cristiano Santorum.

Se habían puesto muchas esperanzas en el denominado supermartes porque se elegían delegados en varios estados a la vez y ello suponía el reparto de muchos delegados. No obstante, las votaciones han estado muy disputadas y Romney ha vencido pero con un margen bastante ajustado, lo que mantiene la incertidumbre. Muchos analistas creen que la carrera podría mantenerse hasta el final.

Lo sorprendente no es esto sino los distintos mensajes que están lanzando los candidatos. Cada elección muestra la existencia de dos Américas... por lo menos. Las dos costas, lideradas por Nueva York y California, se oponen al interior y sur. No solo tienen intereses distintos, sino valores muy diferentes. Todos los líderes y medios de comunicación tratan de suavizar estas diferencias, pero en muchas cuestiones parecen países distintos. Es muy complicado construir mensajes que calen en ambos mundos. Hay estados que son tradicionalmente republicanos o demócratas, pero lo más curioso es que incluso los propios republicanos tienen problemas para encontrar un candidato de consenso entre sus distintos estados.

Del mismo modo que suele hablarse de las dos almas de los EE.UU., habría que hablar ahora de las dos almas del Partido Republicano. Romney ha ganado, aunque sea por poco, y tiene ya más de 300 delegados, el doble que sus rivales. Sin embargo, estos ya han anunciado que no renuncian y que seguirán en la carrera hasta el final. Algunos republicanos creen que esto beneficiará a Obama, porque evitará que los republicanos sepan quién será su candidato hasta dentro de muchos meses. Lo importante es ver por qué Santorum o Gringrich han decidido seguir a pesar de los resultados. La razón es que el número de delegados beneficia claramente a Romney, pero millones de americanos apoyan con fervor religioso a Santorum. No es una exageración. Santorum ha insistido varias veces en que debe terminarse con la separación iglesia-estado, que los valores morales del cristianismo deben ser la guía de los asuntos públicos. Es la Otra América, la que lleva mucho tiempo agazapada y pretende al fin tomar el mando. Tal vez la crisis y la desesperación de millones de desempleados les permita desplazar a los moderados de la cúpula del Partido Republicano. Es la esperanza de Santorum. Si resiste en marzo y abril, con varios estados en principio más conservadores, y llega a la recta final a una distancia corta, tal vez logre que los otros candidatos se le sumen para oponerse a Romney? Y entonces podría pasar cualquier cosa en mayo.

Por otro lado, además de las discrepancias internas de los republicanos, la dirección del partido está preocupada con otro asunto. Aunque algunos candidatos parezcan haberlo olvidado, el objetivo de las primarias no es vencer a otros republicanos, sino ser elegido por tus colegas para enfrentarte y vencer a Obama. La mayor parte de la cúpula republicana considera que los mensajes ultraconservadores de Santorum o Gringrich no convencerán a los millones de americanos indecisos y más moderados. Y sin ellos no se podrá vencer a un Obama que está subiendo en las encuestas. Por este motivo, la dirección del partido apuesta por Romney, un empresario de éxito que parece encarnar el sueño americano y el optimismo para la recuperación económica. Sin embargo, esta decisión estratégica, probablemente muy inteligente, es vista con recelo por muchos republicanos, que se sienten más identificados con los candidatos más conservadores.

Desde Europa, las cosas se ven con cierta distancia, aunque los medios de comunicación les dediquen una amplia cobertura a estas primarias. En Europa siempre se han seguido con bastante interés las elecciones en EE.UU., incluso con cierta pasión. Los socialdemócratas europeos siempre han defendido las posturas demócratas, mientras que los conservadores hacen lo propio con los candidatos republicanos. Es un poco infantil creer que la potencia imperial contemporánea variará mucho su política exterior o sus principales intereses en función de que ganen unos u otros. Es cierto que el Partido Republicano y el Demócrata no son lo mismo, como no es lo mismo Romney o Santorum, pero a los europeos nos debería preocupar más que los valores ultraconservadores y fundamentalistas cristianos movilicen a muchos millones de ciudadanos norteamericanos.

Cuestionar la relación iglesia-estado, que es lo que está en juego, es demasiado grave como para no reflexionar sobre ello. Del mismo modo que los musulmanes tienen sus partidarios de aplicar la ley islámica como la principal fuente de derecho, o nosotros tenemos instituciones fundamentalistas cristianas y personajes como Rouco Varela, también en EE.UU. tienen sus debates al respecto. Cinco siglos de modernidad política y dos desde la Revolución Francesa están en cuestión.

Este síntoma indica que la crisis no es solo económica, sino que también ofrece una profunda dimensión moral y ética que hay que afrontar. No basta con señalar el mal ajeno y es necesario reflexionar y proponer valores de consenso que cohesionen nuestras sociedades. Puede que en Estados Unidos lo veamos con más claridad, pero el fenómeno también sucede aquí. Más allá del número de delegados que obtengan los distintos candidatos republicanos en sus primarias, estas elecciones tienen un gran interés por ver cómo afrontan los dos grandes partidos y sus líderes esta cuestión.

Por último, el interés europeo por las elecciones norteamericanas contrasta con el desinterés mostrado por nuestras propias elecciones al Parlamento Europeo. Habría que pensar en serio, en todos los partidos europeos, en hacer una reforma electoral importante para movilizar al electorado europeo, hacerle partícipe de los grandes debates políticos de la Unión Europea y para ello hay que permitirle participar de forma más activa y efectiva. Es necesario avanzar en candidaturas realmente europeas, no por cuotas estatales, y con posibilidad de elegir a líderes que expresen nuestros puntos de vista, aunque sean de otro Estado. El ejemplo americano muestra que estos procesos electorales, si se diseñan bien, pueden fomentar la participación de muchos ciudadanos y lanzar debates en la opinión pública sobre temas de calado.