MIENTRAS el calendario Maya de las trece lunas avanza hacia donde se acaba su tiempo conocido, los hombres y mujeres de Euskal Herria se preparan para vivir tiempos de esperanza. Las hachas de guerra serán enterradas y una nueva era nacerá de las conciencias de los hombres para adentrarnos a un nuevo mundo de luz y confraternidad. Ya no podíamos vivir más tiempo separados de nosotros mismos, apartándonos de un mundo que evoluciona a la velocidad de nuestros corazones, ataviados con trajes del pasado, atrapados en rencores milenarios. Nace el tiempo del perdón, de mirar en nuestro interior con la impecabilidad de un guerrero que se sabe victorioso porque domina sus impulsos, porque sabe que tan importante como el hacer es el no hacer, porque sabe que él mismo es su único enemigo, porque el ser humano está obligado, por derecho de conciencia a evolucionar. Y lo hace desde la unión con todo lo que le rodea, humano, vegetal, animal y político. La energía que fluye por todos nosotros es la misma, la misma que conforma la tierra, los océanos y los cielos.
Las habas crecen todas en la misma vaina, juntas, hermanas, similares y únicas, cubiertas por un mismo verdor. Cada una luchará por ser, por existir, una vez que la tierra sea su útero. Pero, al mismo tiempo, recordará siempre el suave cobijo de su fuente, su origen común, fraternal. Nacemos juntos, hermanos y, sin embargo, al crecer nos implicamos en luchas por sobrevivir, por imponer. Imponemos gobiernos, leyes injustas, muros y mentiras queriendo dominar, prevalecer, olvidándonos que venimos de la misma vaina, de la misma fuente. Tratan de separarnos de nosotros mismos imponiéndonos formas de vestir, de comer, de pensar y nos hacen olvidar que el único pensamiento único es el nuestro propio. Aquél en el que las palabras pasan por el corazón, aquél en el que todo lo que tiene nombre existe, aquél en que todo lo que pensamos ser podremos ser, en armonía para con todo el mundo. Todos los mundos están en éste, no hay mundos enfrentados sino sólo uno de una riqueza inenarrable donde lo terrible convive con lo maravilloso, donde la conciencia nos abre las puertas de la percepción, un mundo de lucecitas más o menos brillantes jugando a un juego de distracción mientras el futuro nos espera ansioso por ver nuestra creación.
Nos ha tocado vivir un tiempo fantástico donde las oportunidades de comunicar y unir son mucho mayores que las de separar y desinformar. Tenemos eslóganes globales y sin embargo el trabajo en nuestra propia aldea se torna más visible e importante. Hemos aprendido a unirnos para comer, reír, gozar o guerrear y el futuro que nos espera nos enseñará a unirnos para construir, para crear un espacio de confraternidad. Para poder ser diferentes desde el respeto mutuo, para hablar mil lenguas desde un solo corazón, para poder ser aquello que decidamos ser.
Tierra de montañas, seres sagrados, los Apus, como los llaman los Andinos, dioses erguidos que nos han visto crecer y morir, sudar y sangrar, siendo testigos silenciosos de nuestras miserias y hazañas, contenedores de nuestro pasado común, el de todos. Desde la cima todo está al alcance, cielo y tierra unidos en un silencio majestuoso lleno de promesas y sueños, sensación de libertad. Y paz. Una paz verdadera que habita en el corazón de seres completos que todo lo han perdonado y comprendido, que miran al horizonte futuro con ilusión y alegría, sabedores de haber dado los pasos necesarios para alcanzar la cumbre de sí mismos.
Tiempo de sueño y esperanzas para Euskal Herria. Tiempo de merecimiento. Tiempo de ser honestos con nosotros mismos desde la verdad de una conciencia en paz. Sabedores de los errores cometidos, conocedores de que el único futuro posible es el de un pueblo unido en sus diferencias e incomprensiones. Un pueblo habitado por seres de palabra que trabajen juntos por exportar un modelo de convivencia en el que las esencias permanezcan juntas formando un mosaico de expresiones culturales. Lenguas, rostros, poesías diferentes danzando en un mismo mar, bajo un mismo cielo. Ideas diferentes trenzadas con los lazos de la sabiduría, remolcando juntos el mismo barco hasta un puerto seguro. Demasiado trabajo por hacer en la búsqueda de un mundo más justo para andar tirando cada uno hacia otro lado, para mirarnos nuestro ombligo esclavos de nuestra importancia personal. Hacia el futuro sólo podemos viajar juntos.
Trabajo silencioso el del día después. Cuando todo comience de nuevo, cuando no haya excusas para la palabra, cuando el perdón y el reconocimiento no sean cautivos de nuestro orgullo, cuando todos los colores se unan en una bandera arco iris, cuando todos los habitantes de este pueblo de pueblitos se sientan por fin libres. Brújulas humanas que miren al norte, al sur o al suelo que pisan sin sentirse juzgadas, movidas por la energía de su propio magnetismo, el que cada uno conquiste. Todas las montañas unidas, todas las habas únicas y perfectas viviendo en un lugar común.