Dos años y medio lleva Antena 3 liderando las audiencias en el Estado. Estar en cabeza tiene su importancia, por su atracción publicitaria, valor bursátil, rentabilidad y por ese oscuro y codiciado poder de la influencia social. El reparto de las preferencias de los espectadores (43 millones de personas) es más compleja que la foto de la clasificación general.

Uno de los datos más relevantes de abril es el monumental fracaso de Antena 3 en Euskadi, donde es la cuarta opción tras Telecinco, TVE y ETB2, en contraste con la mayoría de las comunidades autónomas, en las que se impone. Asturias y Catalunya la dejan en segundo lugar. ¿Se han parado a pensar los dirigentes de Atresmedia por qué los vascos rechazan su canal de cabecera, hecho objetivo y no casual?.

En mi opinión, la agresividad de sus informativos, fervorosos del PP y su alianza con la ultraderecha, crean una profunda antipatía sobre la marca y su oferta. Lo que impugnan los espectadores vascos es el explícito desprecio que los comunicadores de Antena 3, particularmente Vicente Vallés, muestran hacia ideas políticas distintas a las suyas, junto a la malévola confusión que se observa entre información y opinión.

Al final, Vallés, Motos y Griso son percibidos como activistas de la polarización y oficiantes del odio entre ciudadanos, lo que arruina su programación de entretenimiento, de variados concursos y culebrones.

ETB

Corresponde discutir por qué ETB no es aquí la emisora favorita, como ocurre en Catalunya con TV3. Culpar a la realidad sociolingüística, que fragmenta la audiencia, sería engañarse y no aceptar la insuficiencia de nuestra cadena pública, superada por Telecinco y TVE. Con los recursos disponibles y casi mil profesionales en plantilla se podría hacer bastante más que ganar a la tele líder en España.