Ya es primavera en El Corte Inglés, tal como se anuncia en la tele, este año a los sones de la vieja canción Rumore, de Raffaella Carrá.

Lo que ya es, y no son rumores, es la certeza de una primavera electoral con llamadas para renovar, de abril a junio, los parlamentos vasco, catalán y europeo. El riesgo de contagio del cainismo español y su asfixiante polarización se cierne sobre nosotros con campañas saturadas de basura y barro.

¿Cómo neutralizarlas sin menoscabo de una ponderada rivalidad ideológica? Supongo que ejercitando nuestra autoestima y con madurez democrática. Nos conviene huir del ruido y rebajar al mínimo el consumo de informativos tóxicos y sus tertulias de trinchera, dejando fuera de la zona de interés a gente sin escrúpulos como Miguel Ángel Rodríguez, ventrílocuo de su muñeco Ayuso. Debería saber MAR que su trumpista jefa le destituirá porque su poder como mensajero ha ido demasiado lejos. Por esa razón le despidió Aznar hace muchos años y por lo mismo Pedro Sánchez cesó a Iván Redondo.

Los gurús de comunicación son ladrones de personalidad. Llegará el esperpento de los debates televisados, parecidos a los exámenes finales de los malos estudiantes. En este espectáculo fluyen las angustias de última hora y de ahí sus excesos y teatralidades.

En Euskadi el riesgo está en la farsa de la izquierda abertzale, un proyecto de atrasados. Llegaron tarde a la democracia, a los derechos humanos, al respeto del pluralismo político, a la participación institucional, a los acuerdos transversales y llegan retrasados al futuro, sin la mínima compasión por el dolor causado y carentes de memoria del terror que sacudió y arruinó el país bajo su impulso totalitario.

Hay que llenar las urnas por la dignidad y la libertad amenazadas.