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Telele

Qué viejo, Sonsoles

Todo está inventado, decían los neandertales, y hoy escuchas lo mismo en la oficina y la escuela, incluso en sectores creativos. En realidad, es el mantra de la minusvalía imaginativa. Lo que hay es mucho retoque de lo viejo al compás de la mentalidad conservadora que gobierna el mundo. El populismo es la antigua demagogia, no la nueva política. En su estreno Sonsoles Ónega ha hecho igual, remendar el decorado pintándolo de sonrisas y presentar un magacín rancio y sin renuncia a la facundia del mundo rosa que mete la nariz en la braga y la bragueta como acostumbra su España de cotillas. Es una traición ética de Atresmedia, que vuelve a 2011, a la basura, con Sonsoles de brazo ejecutor. Sonsoles es a Antena3 lo que Ana Rosa a Telecinco, pálidas copias de Oprah Winfrey, gran dama de la comunicación, comprometida con las minorías sin derechos, progresista y crítica del sistema que la ha hecho millonaria. Al menos Ónega escribe novelas sin plagio, como hizo la Quintana. En la tele sobran tertulias, falta profundidad y se confunde audacia con descaro. Es más fácil y barato (en su sentido intelectual) llenar el plató de parlanchines y tratar con simpleza los asuntos del día. Y convocar a humoristas de vía estrecha, famosas como Mar Flores y periodistas del corazón para hablar a gritos de amores fracasados y alabar bobamente a los Borbones. Con tan poca cosa este Sálvame light vale una audiencia superior al 15% y un varapalo a la competencia. Así concebida, la tele es un narcótico que renueva el envase pero no la fórmula. Opio para el pueblo, dijo Marx de la religión. Ahora la misa es el entretenimiento, el televisor el templo y Sonsoles y acólitos, sacerdotes subidos al púlpito que predican el dios de la nada. Lo de siempre, lo de nunca.