El balance deportivo del curso recién finalizado correspondiente al equipo de Ernesto Valverde mejora el del año anterior, que ya fue objeto de toda clase de parabienes. Las conclusiones transmitidas ayer por Jon Uriarte y Mikel González vinieron a incidir en la idea del crecimiento competitivo, a partir de la dificultad extra que entrañaba añadir la Europa League a la participación en los torneos habituales. No era el día para tratar posibles fisuras de un mensaje institucional previamente compartido por todo el mundo, medios de comunicación incluidos.

“La mejor temporada del siglo”, en palabras del presidente, se ha basado en un ejercicio de regularidad que ha podido resentirse en cuanto a la vistosidad del juego realizado se refiere, pero que se ha caracterizado por la solidez de la propuesta y una eficacia que suele ser exclusiva de los conjuntos más poderosos, los intratables. Con una plantilla no tan selecta, el Athletic ha demostrado que es posible llegar muy lejos tirando de mentalidad, concepto que abarcaría implicación colectiva, capacidad de sufrimiento, valentía, ambición.

Uriarte hizo hincapié en la necesidad de “gestionar el éxito”. Ir ascendiendo en la escalera conlleva la asunción de mayores exigencias, asociadas a la presencia en la Champions. El futuro ilusiona, pero asimismo produce respeto, o debería. Y en este contexto su apreciación resulta oportuna. Lo que vendrá a la vuelta del verano va a requerir seguir progresando, no solo mantener intactas las virtudes que inspiran al equipo, sino efectuar algunos retoques.

Por supuesto, como es norma, los portavoces eludieron cualquier precisión al respecto. Despacharon cada pregunta aferrados a la muletilla de que se trata de cuestiones de régimen interno. Había, en concreto, especial interés por desvelar cuál será el futuro inmediato de Álvaro Djaló y de Nico Williams. Y de paso, al calor de la rumorología en boga, también qué pasará con Agirrezabala, Nuñez o Laporte, siendo estos dos últimos integrantes de la misma ecuación.

Sobre Djaló, González se explayó. Empleó el turno más dilatado en su afán por suavizar un caso realmente desconcertante. A modo de introducción apeló a la perspectiva global de la gestión presupuestaria, a las renovaciones acometidas en dos años, a las estadísticas del delantero en Portugal, al seguimiento de que era objeto por parte de “muchos clubes” y luego, admitió el descontento generado por su nivel. Dejó caer también algún atenuante bastante ridículo, además de la competencia por el puesto, y concluyó así: “Ahora a limpiar la cabeza en vacaciones y a trabajar a tope”. De ello se deduce que Djaló seguirá en la plantilla.

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Debe ser muy desagradable justificar un desembolso que excede los quince millones después de asistir a lo que hemos asistido, sobre todo siendo la cabeza visible de la dirección deportiva de la entidad. El problema es que llueve sobre mojado, pues si se revisan las adquisiciones anteriores, habría mucha tela que cortar. Djaló solo representa, de momento, el caso más llamativo, otros han pasado más desapercibidos o se han blanqueado desde la propia institución, todo lo cual ya da una idea del errático criterio que reina en la casa.

Por último, Uriarte se mostró receptivo ante posibles “consejos” para evitar un clima como el generado doce meses atrás en torno al destino de Nico Williams. Uno supone que el tema está atado, más aún tras comprobar el trato recibido por el jugador para que llegase a tiempo a la denominada Nations League, habiéndose ausentado en cinco citas donde el equipo apuraba sus opciones ligueras y continentales. Pero bueno, si quiere un consejo, aquí va uno muy elemental: que Nico Williams diga públicamente que se queda en el Athletic. Seguro que esos diez segundos valen para poner fin a rumores, especulaciones, dimes y diretes. La vez anterior permaneció callado más tiempo del que hubiese sido deseable, como si estuviese desojando la margarita.