El Athletic, a través del directivo responsable de la tesorería, Guillermo Ruiz-Longarte, expuso el miércoles en su página web una iniciativa que someterá a la aprobación de la Asamblea General Ordinaria del 29 del mes en curso. Consiste en la ampliación al 25% del límite de financiación vigente, que es del 10%. Tomando el presupuesto actual que asciende a 155 millones, supondría incrementar la liquidez de 15 a 36 millones.

La medida pretende favorecer la gestión, dotando a Ibaigane de mayor agilidad y solvencia, de un margen de maniobra superior al actual en el mercado del fútbol a fin de consolidar “el crecimiento deportivo”. A bote pronto y sin necesidad de estar versado en asuntos económicos, suena ventajoso que el Athletic gane en desenvoltura y seguridad para manejarse en el fútbol de élite, un negocio teóricamente emergente que, en la práctica, se revela acelerado e inestable.

El tesorero explica con meditada sencillez los beneficios que reportaría la aplicación de una idea que elude hipotecas y estaría sometida al control de la masa social. Tanto insiste en sus bondades que logra borrar cualquier recelo, pero lo más llamativo del planteamiento es el preámbulo. En el mismo desgrana la clave que justificaría la reforma, advirtiendo que va a compartir “unas cifras de una forma muy intuitiva”. Quiere que todo el mundo lo entienda fácilmente.

La elocuencia de las cifras es impactante: en la temporada 2018-19, el Athletic tenía en caja “más de 186 millones” y a fecha de hoy solo quedan 37. La cuenta es clara como agua de manantial: en cinco años, se han esfumado, gastado, como se quiera, 149 millones. Se reconoce que faltan 149 millones. Ruiz-Longarte remata el dato con esta frase: “Todos recordamos de dónde procede esa caja”. Para los desmemoriados basta con mencionar que en 2019 salió la junta presidida por Josu Urrutia y tomó el testigo la encabezada por Aitor Elizegi.

Aparte de la contundencia del mensaje, su significado, lo que hay detrás de esos números, ha de calificarse de inquietante. Además, la alusión a 2019 remite, no sé si intuitiva, aunque sí instantáneamente, a la figura de Elizegi. La mente del socio establece una conexión automática con su mandato, pero no puede pasarse por alto que este acabó en junio de 2022, fecha de entrada en Ibaigane de la directiva de Jon Uriarte, que habría cubierto ya la mitad de su tiempo.

Es notorio que entre 2019 y 2024, la directiva de turno ha recurrido por sistema a la caja para cuadrar el presupuesto. Sucede que Elizegi ya no está; Uriarte, sí. Pero Ruiz-Longarte, en una cuestión tan delicada, mete a ambos en el mismo y no especifica, aunque podría haber informado sobre la parte que le corresponde a su directiva en esa incesante resta de millones.

Atendiendo a un criterio de elegancia, debería haber evitado la alusión directa a quienes les antecedieron. Es el tipo de detalle que puede pasar desapercibido, pero su exposición tal cual sugiere también una intencionalidad, un afán por diluir responsabilidades o desmarcarse de una gestión económica ajena que suscitó cierta controversia, como si la propia fuese ejemplar. 

Elizegi siempre se aferró a las consecuencias de la pandemia para justificar que la caja fuese menguando a un ritmo vertiginoso. ¿Y a quién no le perjudicó el dichoso virus, a qué club, a qué empresa? ¿qué familia o individuo que no se implicase en el trapicheo de mascarillas y vacunas salió reforzado o indemne? Lo cierto es que el comodín le vino al pelo para maquillar sus deficiencias administrativas. Un ejemplo: el recado que dejó al no abordar las renovaciones de buena parte de la plantilla del primer equipo.

Con un agravante: en el capítulo de inversión en fichajes, salvo la operación de Berenguer prácticamente no se registró ningún movimiento reseñable. Esa línea se ha mantenido con Uriarte, con la salvedad de la captación de Herrera, publicitada como una cesión con derecho a compra, modalidad desmentida por el propio jugador, cuyo costo real es un secreto. La adquisición de Djaló no computa en el lustro al que el tesorero hace referencia.

En definitiva, límite de financiación al margen, cuya idoneidad no se discute, prevalece la constatación de que durante el último lustro el Athletic ha ido tirando, sobreviviendo gracias al consumo intensivo de un remanente hoy en riesgo de extinción. Más vale no pensar en qué hubiese pasado de no contar con la caja dichosa (que incluye o trae consigo dicha)