Aunque no todos los culebrones de verano acaban bien, era difícil que este desembocase en ruptura. Que la negociación se alargase tanto era un buen síntoma. El afán por limar diferencias no era una pose y en ese contexto, que ambas partes manifestasen su intención de alcanzar un acuerdo era lo normal. Si la espera se ha dilatado en exceso se debe a que el jugador partía de una posición ventajosa: al quedar libre se aseguraba un contrato interesante fuera de Bilbao y contaba con diversos pretendientes.
Dicho de otra manera: por mucho que el club transmita que su política de renovaciones está presidida por criterios de estricta austeridad y refuerce el mensaje aludiendo al capítulo de variables que incluye en los nuevos contratos, hay casos donde resulta muy difícil, o sencillamente imposible, mantener esta línea. Con Berenguer, al Athletic no le ha quedado más remedio que ir paulatinamente aumentando su propuesta económica, en unas cuantas ocasiones, pues se exponía a recibir la negativa. Una respuesta absolutamente legítima del jugador, cómo no.
El extremo fichado del Torino tenía muy claro que el club debía asegurarse su continuidad. Lo contrario hubiese sido mal recibido en vísperas de afrontar una temporada donde el grado de exigencia superará con holgura lo conocido en años precedentes. Berenguer está considerado como una pieza valiosa, no siendo titular figura como primer recambio del técnico y tiene la suerte de que una serie de aportaciones suyas han sido muy ensalzadas. La realidad es que en un año su presencia ha disminuido en casi mil minutos, que a menudo pasa desapercibido y que afronta una competencia por el puesto cada vez mayor.